Que se llame Andrés Manuel y se apellide López Obrador

“El presidente López Obrador aseguraría la supervisión política de la continuación de su “cuarta transformación”, y podría tener la oportunidad de extender su proyecto de “transformación” más allá de su sexenio”.

ESPECIAL, sep. 21.- Al senador de Morena, Alejandro Rojas Díaz Durán, en su iniciativa con proyecto de decreto para reformar el Artículo 56 de la Constitución “en materia de senaduría por ministerio de Ley para ex presidentes”, solo le faltó agregar en la propuesta de modificación, “que se llame Andrés Manuel y se apellide López Obrador”.

Efectivamente, el legislador de la cámara alta propone una reforma a la Ley para otorgarle una senaduría vitalicia, aunque solo es por seis años, a los ex presidentes, pero los seis años inmediatos posteriores al finalizar su encargo como mandatario nacional, por lo que solo aplicaría para el presidente Andrés Manuel López Obrador a partir del 2 de octubre de 2024, toda vez que un día antes de esa fecha finaliza la administración federal del morenista.

Con tal determinación, de “los seis años inmediatos a la terminación de su cargo”, el senador no solo propone una iniciativa para beneficiar de manera primaria al actual presidente de la República, sino que deja fuera a los cinco ex presidentes vivos, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León, Vicente Fox Quesada, Felipe Calderón Hinojosa, y Enrique Peña Nieto. Y claro, beneficia a quien suceda a López Obrador y en lo subsecuente.

La iniciativa de Rojas va en la misma sintonía que el acuerdo que el presidente López Obrador propuso y que los aspirantes de su alianza a sucederlo aceptaron, y concedía posiciones de consolación a quienes no resultaran ganadores. Como gran elector, AMLO determinó que quien quedara en primer lugar en la encuesta sería “defensor del movimiento de transformación”, lo que posteriormente concluiría con la candidatura a la presidencia de la República en las elecciones del 2024, posición que ganó la doctora Claudia Sheinbaum Pardo. Para el segundo lugar, el presidente determinó un escaño en el Senado de la República, y la coordinación de los senadores; para el tercer lugar un escaño y la coordinación en la cámara de diputados, y para el cuarto lugar una posición en el gabinete.

Les gusta a los de Morena asegurar el futuro político, aunque en el caso de la interna no contaban con la inconformidad de Marcelo Ebrard, quien, posicionado en segundo lugar, no está interesado en el Senado, sino en echar abajo el proceso cuantitativo que, asegura, estuvo plagado de inconsistencias.

En la misma línea, Rojas Díaz Durán quiere asegurar larga vida política para el presidente López Obrador proponiendo que ocupe un escaño en el Senado, sería el Senador 129, y que solo contribuya con su voz, pues no tendría voto, ni fracción partidista, ni sueldo, aunque sí se le pagarían los servicios que requiera para en la operación del cargo.

A pesar que el presidente Andrés Manuel López Obrador ha reiterado que una vez concluida su administración se retirará a su rancho en Tabasco, también ha dado visos de querer continuar dictando línea moral a quien lo  suceda (seguro está que será su candidata Sheinbaum), y esto se observó no solo con sus disposiciones y acuerdos para imponerle a la ganadora de la encuesta, a los coordinadores en el Poder Legislativo y en el próximo gabinete, de entre los perdedores, sino también en el traspaso de un bastón de mando para continuar con “la transformación”.

El senador Rojas, por cierto, legislador por ser suplente de Ricardo Monreal, quien solicitó licencia para aspirar a dirigir los trabajos de la “cuarta transformación”, relata en su iniciativa los casos de otros países que otorgan una senaduría vitalicia a los ex mandatarios, para vivir la pospresidencia. Incluidos los casos en que tal ley ya no está vigente, destacó los de Italia y Paraguay, donde, así como él lo propone, los ex mandatarios ocupan una curul en el senado, sin voto y sin sueldo. En el país europeo determinan que “el que ha sido presidente de la República, es senador por derecho y vitalicio salvo renuncia”, mientras que, en el latinoamericano, expresamente determinan: “los ex mandatarios deben ser electos democráticamente, con la salvedad de que sean sometidos a juicio político y hallados culpables. Dentro de las sesiones los senadores vitalicios no integrarán quórum y tendrán derecho a voz, pero no a votar”.

Tal cual, sin romperse mucho la servil cabeza, Rojas Díaz Durán, propone adicionar al Artículo 56 Constitucional: “Además de las senadoras y los senadores a los que se refiere el párrafo anterior, también integrarán la Cámara de Senadores los ex presidentes de la República que hubiesen sido electos democráticamente o se hayan desempeñado como sustitutos, por un periodo improrrogable de seis años inmediatos a la terminación de su cargo, salvo que opten por no ejercer este derecho o se hubiese determinado su responsabilidad en términos del Título Cuarto de esta Constitución. No integrarán el quórum ni recibirán remuneración alguna, tendrán derecho solamente a voz y les serán aplicables las disposiciones contenidas en los artículos 61 y 62 de esta Constitución, pero no integrarán fracción parlamentaria”.

De esta forma, el presidente López Obrador aseguraría la supervisión política de la continuación de su “cuarta transformación”, y podría tener la oportunidad de extender su proyecto de “transformación” más allá de su sexenio, relegando a su candidata, si gana la elección, a una subordinación tanto a la persona como al proyecto político gubernamental, restándole autonomía para construir su propia administración una vez que, y en dado caso, le pongan la banda presidencial.

Pues así justifica Rojas su iniciativa para otorgar una senaduría al ex presidente (por lo pronto solo aplicaría al actual): “considerando el nuevo panorama político que se ha conformado en los últimos años de transformación de la vida pública de México, es pertinente poner a valoración la creación de la figura de la senaduría honorífica por mandato de ley, la cual puede ser relevante y de gran utilidad en la toma de decisiones legislativas del senado de la República”.

Prácticamente revela que el ex presidente senador será quien dicte la línea para la toma de decisiones. Y complementa: “la participación de quienes hayan ostentado la Presidencia de la República en la conformación de la cámara de senadores, traería consigo beneficios, entre los que se encuentran: enfrentar constantes retos y cambios sociales que marcan el día a día, asimismo, se daría otra visión acorde con la experiencia del ejecutivo al legislativo, una vez concluido el mandato, lo que además ofrecería una perspectiva clara de las directrices administrativas, de política interior y exterior, que pueden asumirse desde el ámbito parlamentario… esta propuesta no tiende a perpetuar a una persona, en este caso al poder ejecutivo, lo que busca es dar valor a la experiencia y el conocimiento de quien ejerció el cargo más alto dentro de la política mexicana, así como ofrecer la opción para los ex mandatarios de continuar en la actividad política dentro del ámbito parlamentario”.

Muy evidente que sería ese senador ex presidente, el líder por lo menos de la bancada del partido al que represente, y por supuesto que competiría, por lo menos por el liderazgo moral, con quien ocupe la presidencia de la República.

La mayoría de los ex presidentes mexicanos, por alguna u otra razón, no tienen participación política en el sexenio inmediato al fin del propio. Carlos Salinas se auto exilió en Irlanda, Ernesto Zedillo se dedicó (y dedica) a la academia en el extranjero y a los consejos de empresas; Vicente Fox se retiró a su rancho y a intentar una larga lista de negocios, desde cultivos hidropónicos, o la venta de carne, la renta de espacios, una fundación y la inversión en productos de cannabis; Felipe Calderón ha sido becado en el extranjero, contratado por fundaciones, y una vez pasados seis años del fin de su gobierno, intentó crear un partido político. Mientras que Enrique Peña, entre señalamientos de corrupción (populares, ya no del mandatario nacional), se exilió a España, donde lleva una vida holgada.

Pero claro, en la “transformación” que promueve López Obrador, un senador de los suyos propone romper con el pacto -no escrito- de silencio y alejamiento de los ex presidentes, para darle al futuro ex mandatario, seis años más de poder político en México. Y lo que va quedando claro así es que luego de 2024 a dónde menos quiere ir López Obrador es a su rancho… al menos así lo deja ver la iniciativa de Alejandro Rojas Díaz Durán.

Por Adela Navarro Bello

www.sinembargo.mx

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