Juventud violenta; sociedad sin límites
ESPECIAL, oct. 10.- Hace pocos días Alberto “E” de tan solo 14 años de edad atacó con una arma blanca a su maestra de español al interior del salón de clases en la escuela Secundaria General Nº1 Rubén Humberto Moreira Flores, en Ramos Arizpe, Coahuila.
En las imágenes de la cámara de seguridad, que se viralizaron en redes sociales, se ve como el menor de edad apuñaló por lo menos en siete ocasiones la espalda y abdomen de la docente. Ya con ella en el suelo, tira el arma y sale corriendo del aula entre gritos y la sorpresa de sus compañeros.
Horas después, versiones periodísticas revelaron que la maestra identificada como Patricia Eugenia Burciaga Dávila violentaba a los alumnos verbalmente y que padres de familia ya habían solicitado su destitución en la dirección de la escuela.
“Al ver que la maestra le dijo que era un niño pobre y que él traía los tenis rotos, porque el niño le estaba pidiendo la engrapadora para engraparse los tenis, la maestra le dijo: aparte de feo, pobre”, narró una madre de familia.
Por su parte, un compañero de Alberto recordó que días antes la maestra le había dicho que los veracruzanos eran feos y otras cosas que lo ofendieron, por lo se fue directo a su mochila y sacó una navaja con la que apuñaló a la docente.
Alberto quedó a disposición del Ministerio Público para Adolescentes, quienes dieron vista del hecho a la Procuraduría para Niños, Niñas y la Familia (PRONNIF) y la maestra fue trasladada a un hospital del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), donde antes de ser dada de alta interpuso una denuncia contra el alumno ante el Ministerio Público de la Fiscalía General del Estado (FGE).
Igual en redes sociales, se difundió un video en el que se ve como un estudiante del Centro Universitario Continental de Pachuca, Hidalgo, le aplica una “llave china” a una de sus compañeras hasta dejarla inconsciente.
A pesar de que la joven intenta zafarse en varias ocasiones, termina perdiendo el conocimiento. A los pocos minutos se levanta pero no puede mantenerse en pie y vuelve a desvanecerse.
Tras el ataque, los padres de la víctima exigieron una sanción en contra del agresor y denunciaron tanto al Centro Universitario Continental como a la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, en donde se encuentra incorporada, ante la Fiscalía Especializada en Justicia para Adolescentes de la Procuraduría General de Justicia de Hidalgo.
Los episodios de violencia en Ramos Arizpe y Pachuca son un reflejo de la cotidianidad de miles de personas en México, un país que en las últimas dos décadas se ha visto sumido en la violencia.
Por un lado, tenemos a jóvenes y adolescentes que no miden las consecuencias de sus actos, no tienen conciencia de las normas sociales, legales o familiares y del otro lado a adultos violentos que replican estereotipos, son clasistas, racistas y viven constantemente enojados, estresados y frustrados.
Este escenario plantea más dudas que respuestas ¿Cuál es el rumbo de la juventud y la sociedad en México?, ¿Cuál es el papel de los adultos?, ¿Qué va a pasar con las siguientes generaciones? Para conocer estas respuestas y otras más, Reporte Índigo platicó con especialistas y revisó informes internacionales.
Un enfoque de salud
De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS) integrante de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la atención y prevención de la violencia juvenil requiere de un enfoque integral que aborde las causas de la violencia en la sociedad, región o país, como la desigualdad de género y social, el rápido cambio demográfico y los bajos niveles de protección e inclusión social.
“El sector de la salud tiene un papel fundamental, aunque no es el único sector que debe intervenir. Existen oportunidades para intervenir temprano y así reducir la carga de violencia juvenil y los homicidios en jóvenes en la Región de las Américas; por ejemplo, integrar la prevención de la violencia en esfuerzos más amplios para mejorar la salud y la resiliencia de niños y adolescentes”, señala la OPS en su informe “Situación Regional: Prevenir y responder a la violencia contra las niñas y los niños en las Américas”.
De acuerdo con la OMS, en la región en promedio ocurren 80 mil homicidios entre jóvenes de 15 a 29 años, es decir, el 45 por ciento del total mundial anual de homicidios juveniles.
Además de los homicidios, la violencia juvenil trae consigo costos sociales y económicos los cuales pueden durar toda la vida, como el bajo rendimiento educativo, un mayor riesgo de desempleo y la pobreza y el reclutamiento de pandillas o del crimen organizado.
“La violencia juvenil es prevenible. La evidencia muestra que hay varias mejores opciones para prevenir la violencia y mitigar sus consecuencias, para que todos los niños y jóvenes puedan disfrutar del más alto nivel de salud y bienestar.
“La mejora en los servicios de salud es esencial para reducir las consecuencias inmediatas de la violencia juvenil. Cuando los servicios de salud tienen la capacidad de responder adecuadamente, pueden ayudar a interrumpir la naturaleza de represalia de la violencia juvenil y derivar a los jóvenes a servicios de apoyo”, concluye el estudio.
El nuevo paisaje urbano
De acuerdo con Emiliano Villavicencio Trejo, doctor en psicología, educación y psicoterapia y coordinador de los posgrados de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de La Salle, la violencia ya forma parte de la sociedad y por lo mismo se normaliza y hace eco cada vez más entre los jóvenes.
“Estamos ante una escalada muy violenta en el país, es muy preocupante y es una escalada que de alguna forma está perteneciendo al paisaje urbano de la sociedad. Esto, ¿qué implica o qué significa? Que cada vez se está normalizando la violencia”, dice.
Sobre los factores que podrían estar dentro de los comportamientos violentos de la juventud, el especialista explica que aunque es multifactorial, uno de ellos podría ser la educación que se recibió en casa.
“Son muchos factores, desde un tema social, hasta uno demográfico y generacional. Al día de hoy quienes están a cargo de los sistemas familiares son personas de la Generación X que fueron educados por los Baby Boomers, esto implica que los papás actuales vienen de una educación familiar muy estricta, muy rígida y entonces de manera natural estos papás intentan no replicar esos patrones de rigidez con sus propios hijos.
“Entonces la consecuencia de esto es que están siendo muy permisivos y desde ahí en suma, hay pocos límites o si los hay son poco claros y difusos y la consecuencia de eso, en términos de violencia, es que no hay referentes, es decir, los niños actualmente tienen pocos referentes y si los tienen, los tienen poco claros y difusos”, dice.
Otro de los factores que señala el doctor en psicología tiene que ver con la violencia cotidiana por los grupos del crimen organizado, que tejen sus redes en lo más pronto de la sociedad y se replican sus actos en redes sociales y medios de comunicación.
“Esto también está formando parte del paisaje urbano. Son muchos factores que están coadyuvando a que se presenten estímulos tan agrestes, tan violentos y pues si hay pocos referentes en el sistema familiar que valoren adecuadamente hasta dónde sí y hasta dónde no y qué es violencia, son factores que agravan mucho el escenario.
“También es importante el tema de la impunidad en la cultura, en el ambiente mexicano es algo de todos los días. De los delitos que pudiesen ser objeto de denuncia, un muy bajo porcentaje es denunciado, llevado al Ministerio Público, lo que nos lleva a la impunidad”, comenta.
El especialista recomienda que para comprender la violencia juvenil hay que ser cuidadosos y no atribuirlo a un solo factor.
“Es un fenómeno definitivamente multifactorial, multidimensional y desde ahí hay que comprenderlo De repente es muy cómodo y resulta muy fácil intentar solo vincularlo a algún factor, por ejemplo, decir que seguramente viene de una familia disfuncional. No es tan sencillo el asunto.
“Este tipo de circunstancias deben poner sobre la mira la corresponsabilidad que como sociedad tenemos, es decir, sí, existe un delito y se está procediendo legalmente, pero ahí no acaba la consecuencia. Tenemos que preguntarnos y corresponsabilizarnos sobre lo que ocurrió y también comenzar a pensar en cuáles pueden ser las acciones para prevenir toda esta situación”.
Desde su trinchera, Villavicencio Trejo recomienda comenzar a abordar la problemática con la psicoeducación.
“El tema de la psicoeducación cobra un papel fundamental en materia de violencia. El tema de la equidad de género también, entonces si bien las causas son multifactoriales, las consecuencias deben serlo en la misma medida y no circunscribir las acciones sólo al ámbito de lo legal.
“El sistema educativo se debe de atender en lo inmediato, pero en general el sistema político debe generar e implementar programas preventivos que toquen justamente el tema de la violencia y de las equidades. No es algo que solo le competa la institución educativa, sino que es macro la acción que se debe ejecutar, debe ser una política pública, una política social y debe apuntar a la prevención y no a la intervención, no a remediar una vez que el acto ya haya ocurrido”, concluye.
Las siete estrategias
En 2017 la Organización Mundial de la Salud (OMS), en colaboración con varias oficinas de la ONU como la UNICEF y UNODC, además de la autoridades estadounidenses y el Banco Mundial, presentaron “INSPIRE, Siete estrategias para poner fin a la violencia contra los niños y las niñas”.
En el documento se analizan las causas, magnitudes de las violencias en distintos países y posibles soluciones. Al finalizar, los organismos internacionales concluyen que la solución es la prevención, aunque todavía faltan más estudios para planear estrategias más eficaces para prevenir la violencia y responder ante ella.
Mientras se avanza en más estudios y análisis, los organismos internacionales, liderados por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), exhortaron a los países que la conforman trabajar urgentemente para erradicar la violencia contra los menores de edad.
“Estas estrategias abarcan los sectores de la salud, el bienestar social, la educación, las finanzas y la justicia. Cada estrategia está avalada por evidencia firme o prometedora de éxito en los países de ingresos altos, y es cada vez mayor la evidencia que avala que estas estrategias también funcionan en los países de ingresos bajos y medianos.
“Las estrategias de INSPIRE están diseñadas con la intención de que el seguimiento y la evaluación desempeñen una función clave en la aplicación y el mejoramiento de este conjunto de medidas técnicas, al tiempo que se extraen otras enseñanzas. Los diez organismos que han preparado este conjunto de estrategias reconocen que ellas son componentes fundamentales de las iniciativas exitosas para prevenir la violencia contra los niños y las niñas y responder ante ella”, concluye el documento.
Los ejes de la estrategia son Implementación y vigilancia del cumplimiento de las leyes, normas y valores, seguridad en el entorno, padres, madres y cuidadores reciben apoyo, ingresos y fortalecimiento económico, respuesta de los servicios de atención y apoyo y educación y aptitudes para la vida.
Información de www.reporteindigo.com