Un Adviento ‘especial’
Mons. Sigifredo Noriega Barceló
“Velen y estén preparados”
Mateo 24, 37-44
En los últimos días hemos vivido situaciones inéditas provocadas por el choque de visiones, ideologías e intereses que -a mi parecer- no privilegian el bien común para el presente y el futuro de nuestro país. El tema mediático dominante ha sido la aprobación o no de la reforma político/electoral. Las realidades de la inseguridad, las violencias, la economía, la educación y otros, pasan a un segundo o tercer término. ¿Qué va a pasar? ¿Qué vamos a provocar que pase? Un mundo de bienestar que parecía el triunfo de una pretendida racionalidad se ve cada vez más lejano.
Nos ha empezado a ‘caer el veinte’ y comentamos que no hay decisiones que no nos afecten, para bien o para mal. ¿Miedos? ¿Progreso? ¿Retroceso? ¿Indiferencia? ¿Fatalismo? ¿Responsabilidad compartida? El ambiente que respiramos, vivimos y convivimos da materia para meditar en el Adviento 2022 y el alcance de la esperanza que pregona y celebra.
El evangelio del primer domingo de Adviento nos ofrece una panorámica para entender qué y para qué es este tiempo de esperanza con sus consabidas esperas. Jesús nos pone en alerta ante las situaciones de la vida presente y las incógnitas e incertidumbres del mundo futuro. La referencia es Noé y la gente de su tiempo que vivían ‘como si nada’, distraídos, sin activar la esperanza, confiados en la indolencia del ‘no pasa nada’, dormidos sobre camas frágiles y recostados en las almohadas de la soberbia y la apatía. “Cuando menos lo esperaban, sobrevino el diluvio y se llevó a todos”, dice el texto evangélico.
El tiempo de Noé es también nuestro tiempo y nuestra historia: hombres y mujeres que sobreviven sin pensar en el mañana de la vida; comen, beben, se divierten, se corrompen, matan, viven sin vivir… Lo importante es tener trabajo y salud, decimos sin rubor. El sentido pleno y final de la vida no importa, se banaliza, se vende al mejor postor, se niega. Quizás ésta sea la causa de la ausencia de valores éticos, morales y espirituales en el diario existir.
Con el tiempo de Adviento iniciamos un nuevo año (Ciclo A, Año impar) en las celebraciones litúrgicas de la Iglesia. Para quienes creemos en Cristo, es un tiempo especial para adentrarnos en las profundidades del misterio de la vida, su presente y su futuro. Aceptar la venida de Jesús en nuestra vida es un acontecimiento que debería cimbrar nuestras convicciones y valores. Jesús viene para ser Señor de nuestros proyectos. Es lo que expresa el evangelio de este domingo en lenguaje apocalíptico.
Vivir cristianamente el Adviento es la mejor manera de vencer los miedos que paralizan la esperanza y comprometen el futuro. Aunque haya sombras, lágrimas, incertidumbres, cadenas, desconfianzas… la alegre y comprometida espera del Señor nos abre el horizonte de un mañana luminoso. Dios ha sembrado semillas de esperanza en el corazón de la creación y de la historia. El final pudiera ser el día sin ocaso, no la noche desconsoladora. Dependerá de la respuesta oportuna que vayamos cultivando.
Encendamos la primera vela en la corona de Adviento.
Con mi afecto y bendición.
Originario de Granados, Sonora.
Obispo de/en Zacatecas