La alegría de la nueva alianza

Mons. Sigifredo Noriega Barceló

El primer signo de Jesús, en Caná de Galilea Juan 2,1-11

El hermoso relato que escuchamos hoy tiene como fin presentar a Jesús como quien puede renovar todo y convertir las carencias humanas (no tienen vino) en abundancia y plenitud (el vino mejor). Para ello es necesario creer que él es el Cristo, el Hijo de Dios, el único que puede dar abundancia, plenitud, la vida eterna.

Este relato evangélico es proclamado, con frecuencia, en celebraciones matrimoniales. Pretende iluminar una realidad tan humana como el amor entre un hombre y una mujer que quieren unir sus vidas para siempre a través del sacramento, es decir, en Cristo, con Él y por Él. Prolonga la fiesta de la novedad y la plenitud en las personas presentes y en la sociedad a construir.

Es un hecho que los matrimonios por la ley civil y por la ley de la Iglesia van disminuyendo. Esto nos invita a pensar qué/por qué está pasando y con qué se está sustituyendo. El matrimonio natural está siendo cuestionado y, en ocasiones, redefinido por modelos inciertos y antinaturales. El cambio cultural que vivimos -con la consiguiente pérdida de valores éticos y morales- repercute en las mismas familias y, por ende, en la sociedad. A ello también contribuye la pérdida progresiva de la fe en Cristo.

Me cuestiona el miedo de las nuevas generaciones para asumir compromisos duraderos y/o definitivos. ¿A qué se debe? ¿Falta de fe en Dios y en las posibilidades infinitas del amor? ¿Está cambiando el valor y la verdad del amor? ¿Se habrá convertido en un producto más en los mercados de la sociedad de consumo? ¿La fe en Dios es algo intrascendente?

En el Evangelio de hoy una boda, una fiesta y un banquete se convierten en ‘lugar santo’ donde el amor entre un hombre y una mujer (seis tinajas) llegan a ser ‘templo santo’ donde Dios se manifiesta (el vino mejor y en abundancia). Caná es otra epifanía de Dios en su Hijo Jesús, en un ambiente netamente humano, en situación de fiesta y, al mismo tiempo, en los apuros de que esta fiesta de la vida termine.

El primer signo (milagro) de Jesús es para que la alegría no decaiga, la fiesta no se convierta en aburrimiento y el banquete nunca termine. Jesús trae novedad, alegría y fiesta a la vida. En la fiesta de la alianza entre dos seres humanos, hombre y mujer, Jesús manifiesta la nueva alianza entre Dios y los hombres. Pablo lo recordará más tarde a los cristianos de Éfeso cuando refiere este misterio (sacramento, epifanía) a la unión de Cristo con su Iglesia (cf. 5,32).

En este tiempo de la nueva alianza, María, modelo de todos los discípulos, presenta a su Hijo las necesidades de la comunidad y nos da la clave de la confianza, la seguridad y la alegría: “Hagan lo que él les diga”. Si somos obedientes a la indicación de María, se servirá el vino mejor al principio y habrá fiesta sin fin.

Con mi afecto y bendición.

Originario de Granados, Sonora.

Obispo de/en Zacatecas

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