Cinco notas sobre la extradición de Ovidio Guzmán
La extradición, no hace falta repetirlo, no es sinónimo de justicia. Al contrario, más veces de lo que se cree, termina por ser un gran negocio, un atajo hacia la libertad.
ESPECIAL, sep. 21.- El viernes 15 de septiembre, el Gobierno mexicano extraditó al narcotraficante Ovidio Guzmán a Estados Unidos. ¿Qué nos dice esta decisión del momento que vive la relación bilateral en materia de seguridad?
1. México regaló un trofeo a Washingon D.C. Durante cinco años, el Departamento de Estado se ha quejado de la falta de celeridad con la que en México se resuelven los juicios de extradición. A veces lo hacen levantando la voz, otras, en reuniones privadas; siempre con hartazgo. La queja tiene como blanco tanto a la Fiscalía General de la República como a la Cancillería mexicana, burocracias que, según la acusación estadounidense, entorpecen y dilatan procesos que podrían resolverse con una llamada de Palacio Nacional. La extradición del “Ratón” no sufrió ese derrotero; sucedió en tiempo récord. Nueve meses después de su captura, Ovidio Guzmán ya dormía en una cárcel estadounidense. En Palacio Nacional lo tenían claro: el trofeo había que entregarlo rápido.
2. La extradición de Ovidio Guzmán trae oxígeno a una relación contaminada por el panorama electoral en Estados Unidos. Basta darse una vuelta por la programación de Fox News o por los debates de los candidatos republicanos para constatar la forma en que el discurso antimexicano ha escalado en Estados Unidos. Entre la derecha estadounidense se ha consolidado la narrativa de que, o bien el Gobierno federal es cómplice de las organizaciones dedicadas al tráfico de drogas, o está sometido a éstas. En más de un sentido consideran a México un “Estado fallido”. La idea de una “intervención militar” circula en Washington D.C. ya no sólo como amenaza inverosímil, sino como propuesta de campaña. Gestos como el de la extradición de uno de los jefes de Los Chapitos (la organización criminal supuestamente responsable de la crisis del fentanilo) es un antídoto frente a este discurso. ¿Es suficiente? No lo es. ¿Logrará moderar las presiones más fuertes de los republicanos? Lo logrará. De momento.
3. La extradición de Ovidio es sólo parte de la estrategia más amplia de la DEA contra Los Chapitos. Al menos tres fiscalías de diferentes distritos (Columbia, la del norte de Illinois y del sur de Nueva York) persiguen desde hace años a la red criminal dirigida por Ovidio Guzmán y tres de sus hermanos. Los Chapitos y su red de distribución de drogas se han convertido en el objetivo número uno de la justicia estadounidense. La extradición de Ovidio funcionará como cortafuegos a la presión estadounidense, pero no frenará su obsesión por llevar a la cárcel a los socios del hijo menor de Joaquín El Chapo Guzmán. Si no sucede nada raro, pronto habrá más capturas en Culiacán y cercanías.
4. La extradición vuelve a mostrar la debilidad de la justicia mexicana. Este mecanismo es, entre otras cosas, la abdicación del sistema judicial mexicano para procesar delincuentes de alto perfil. En la extradición —en cualquiera— subyace una renuncia a llevar justicia a las víctimas de la violencia criminal en México; es una forma de outsourcing o desplazamiento de la responsabilidad estatal de cumplir y hacer cumplir la Ley. Es una rendición del Estado mexicano.
La crítica va más allá y no proviene del nacionalismo ramplón, sino del hecho incontrovertido de que criminales mexicanos puedan llegar a un acuerdo con la Fiscalía en Estados Unidos y terminen por ser liberados en unos pocos años. La colaboración premiada (plea bargain) se abre para Ovidio Guzmán como la única oportunidad para no pasar el resto de su vida en prisión.
Es posible que Ovidio se vea en el espejo de Vicente Zambada Niebla. Como es de conocimiento popular, el hijo del Mayo Zambada fue acusado por traficar toneladas de drogas hacia Estados Unidos. Para conseguirlo, él y su grupo mataron, hirieron y torturaron aliados, enemigos y policías. Hoy, sin embargo, tras pasar algunos años preso, Zambada Niebla está en libertad acompañado de su familia y disfrutando de su dinero. La extradición, no hace falta repetirlo, no es sinónimo de justicia. Al contrario, más veces de lo que se cree, termina por ser un gran negocio, un atajo hacia la libertad.
5. En el gran estadio de las cosas, la extradición de Ovidio —y la de cualquier otro narcotraficante— termina por ser irrelevante. Es una gota en la tormenta. Organizaciones criminales en México seguirán exportando drogas a Estados Unidos mientras del otro lado de la frontera haya un mercado que las demande. Más del 50 por ciento de la población de ese país ha consumido alguna droga ilícita al menos una vez en su vida. Y, tan solo el año pasado, hubo 37 millones de usuarios activos. Es imposible luchar contra la fuerza de la demanda. Sin regulación de estos mercados continuaremos sometidos a la lógica perversa de la guerra contra las drogas. Los Ovidio cambiarán de nombre y los Guzmán de apellido; los fiscales y jueces serán distintos, mientras que los muertos permanecerán los mismos. Un absurdo.
Por Carlos A. Pérez Ricart
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