Orfandad, memoria, esperanza
Mons. Sigifredo Noriega Barceló
“Yo le rogaré al Padre y él les dará otro Paráclito”
Juan 14,15-21
El sexto domingo de Pascua nos encuentra celebrando la fiesta patronal de san Isidro y preparando las manifestaciones de cariño y gratitud hacia los maestros. El mes de mayo coincide siempre con el tiempo de Pascua. ¿Qué sería nuestra vida y la de los pueblos sin sus fiestas ‘tradicionales’?
Mi pueblo de origen, Granados (Sonora, México) hace una fiesta especial por sus primeros doscientos años de existencia. Las familias pioneras eligieron a san Isidro Labrador como patrono, inspirador y protector… El espíritu de personas y pueblos se hace visible en el sentido religioso, y éste, en la fe en Dios, en templos con torres que se rozan con el cielo… y la fiesta anual del santo patrono. Todo contribuye a crear identidad y alimenta el sentido de pertenencia de todo un pueblo. La generación del presente se une con las generaciones del pasado y abre la posibilidad de un futuro generoso y próvido.
El alma del pueblo no se agota en las expresiones visibles del momento. Hay manifestaciones de otro orden que lo constituyen desde dentro, lo forjan para responder bien ante la tribulación y lo lanzan a luchar ante las diversas situaciones de la vida. Lo invisible se hace espíritu, genio, estilo, trascendencia… Esto es lo que está detrás, inspira y proyecta la fiesta y las fiestas.
Cada pueblo escribe la historia de sus luchas y aspiraciones. En ellas se plasman los ideales que mueven libertades y voluntades. Los sentimientos de presencias, ausencias, nostalgias y orfandad, tiñen de varios colores el ambiente. El pueblo se organiza en patronatos, comités, gobiernos… El papel del sentido religioso y la fe en Dios determina los días y las fechas de celebración. Las expresiones de júbilo son ricas en memoria y esperanza. ‘Nos vemos el año próximo’, grita la gente al despedirse.
Los primeros cristianos tuvieron sus fiestas… Mucho tuvieron que recordar de sus antepasados en la fe y mucho más que crear ante la novedad definitiva del Señor Resucitado. Encontrarse con la persona de Jesucristo debió significar la necesidad de replantear cómo vivir la vida nueva ofrecida por Él y la seguridad que daban las tradiciones de sus padres.
El ambiente que se respira al escuchar el Evangelio de este domingo es de orfandad y despedida; al mismo tiempo, de esperanza y alegría. Las palabras de Jesús iluminan, animan y fortalecen. Todo sucede en un ambiente especial, con un futuro todavía incierto: “Ya no me verán…” “Si me aman cumplirán mis mandamientos…” “Les daré un Paráclito (defensor) que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad”. El Señor Jesús les y nos garantiza su presencia, acompañamiento y defensa.
El regalo del Espíritu de verdad no puede ser más oportuno ante los retos que tenemos al organizar la fiesta y las fiestas en el siglo XXI. La mejor forma de corresponder a la presencia del Señor Resucitado es convertir la fiesta y las fiestas en espacios de fraterna y solidaria esperanza, en paz y alegría.
Gracias mil, pioneros y docentes del presente, pasado y del futuro. Con mi bendición y gratitud.
Obispo de/en Zacatecas