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La verdadera felicidad
Mons. Sigifredo Noriega Barceló
“Dichosos los pobres… ¡Ay de ustedes los ricos!” Lucas 6, 17.20-26
No hay persona que no quiera y busque ser feliz. Es una tendencia que procede del interior de la persona, desde siempre. El ser humano la busca aquí y allá, por todos los medios, en cualquier edad, a cualquier costo. La tendencia brota de un anhelo profundo, difícil de precisar, pero que está ahí y se convierte en el motor de la vida. En ciertos momentos hacemos un alto y nos preguntamos angustiados si realmente existe la felicidad y, si existe, dónde, cómo y a qué costo conseguirla.
El Evangelio de Jesucristo responde a este anhelo y tendencia. Al pedir “venga a nosotros tu Reino” estamos pidiendo ser felices. El camino que ofrece Jesús en las bienaventuranzas pudiera parecer desconcertante y exigente; ciertamente es muy diferente a los caminos que oferta el mundo que, con frecuencia, busca sólo el bienestar desde intereses egoístas.
Jesús sitúa la felicidad donde menos imaginamos: los pobres, los que padecen hambre, los que sufren, los perseguidos. Parece contradictorio, sin embargo, es el camino que merece su felicitación y la garantía de la recompensa. La pobreza, la ignorancia, el sufrimiento… son negatividades contra las que hay que luchar todos los días; quien lo hace es la persona que se ha abierto al don de Dios y a los valores del Reino. Dios actúa a su favor y la bienaventuranza, el gozo, la dicha, se hacen presentes.
Al contrario, los ricos, los saciados, los que ríen, los aplaudidos… viven una situación que les impide abrirse a los valores del Reino. Dios no está de su parte porque le cerraron las puertas y ventanas de la vida. La felicidad verdadera sólo se puede conseguir si los valores del Reino están presentes. Entonces las necesidades se resuelven sin hartazgos egoístas que provocan hambre en los demás y sin alegrías a costa del llanto de otros. La recompensa no será tal porque ya caducaron sus intereses y ganancias.
Vivir las bienaventuranzas en nuestro tiempo es un gran reto. La dicha que Jesús prometió a sus discípulos se basa en Dios y en los valores de su Reino. Parece ser que nuestro mundo se mueve por la bolsa de ‘otros valores’. ¿Somos más felices en la sociedad del bienestar? ¿Qué es lo que nos hace realmente felices? ¿Felicidad equivale a tener éxito en la vida? ¿Qué es la felicidad? ¿Qué es el fracaso?
En estos tiempos en que muchos parecen apostar por un cristianismo light (ligero, sin compromisos) y la fe se debilita, es indispensable convencernos de la urgente necesidad de volver al Evangelio de Jesús. Hablar de nueva evangelización es volver a proponer las bienaventuranzas como el único proyecto/estilo de vida capaz de llevarnos por el camino de la felicidad. La recompensa será grande: nuestra existencia tendrá sentido y las limitaciones humanas podrán aspirar a la plenitud. Esperamos que las comunidades cristianas que conforman la Iglesia se pongan en el camino de las bienaventuranzas en el hoy -confuso y desafiante- de la salvación. Con mi afecto y bendición.
Originario de Granados, Sonora.
Obispo de/en Zacatecas