Serán una sola carne

Mons. Sigifredo Noriega Barceló

“Lo que Dios unió, que no lo separe el hombre” Marcos 10, 2-16

El matrimonio, la familia y la vida son las realidades donde más se deja ver la influencia del cambio de época y cómo influye en el cambio y/o pérdida de valores. Son temas donde el mismo ser humano se pone a prueba existencialmente: quién es, para qué es, por qué es, para quién es… Es lo que los obispos de México hemos llamado ‘crisis antropológica’. En efecto, al ponerse en crisis el hombre mismo, en su ser y hacerse, las instituciones que lo sostienen en la vida también entran en un estado continuo de crisis: el matrimonio, la familia, la fe en Dios, el respeto a la vida…

En los últimos años, la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Congresos Estatales y Federales han intentado tomar cartas en asuntos que tocan directamente a estos temas. Han aceptado redefinir el matrimonio como ‘matrimonio igualitario’, entre dos varones o dos mujeres. Han abierto las puertas de la familia a otras formas que no le favorecen. En su viaje reciente a Asia y Oceanía le volvieron a preguntar al Papa Francisco acerca del aborto. Su respuesta fue contundentemente clara: es el asesinato de un ser humano que apenas inicia su caminar en la vida.

Este domingo escuchamos la perspectiva de Jesús acerca de estos temas. ¿Cómo responde a la pregunta si vale la pena casarse en tiempos de tantas dudas y confusiones? ¿Qué dice ante el cuestionamiento de tener que tomar tal decisión siendo jóvenes? ¿Sobre la convivencia marital sin matrimonio? ¿Sobre el llamado ‘matrimonio igualitario? Jesús sigue escuchando las preguntas que se hace el ser humano, comprende sus razones, mira con compasión a quienes le ponen trampas. Su respuesta sigue siendo la misma: “Desde el principio, al crearlos, Dios los hizo hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su esposa y serán los dos una sola carne…”

La Iglesia no puede dar una respuesta diferente. Está a favor del matrimonio original, la vida en cualquier circunstancia, la mujer y su dignidad igual a la del varón. Nos invita a ver el matrimonio desde el principio de la creación, una relación entre iguales y distintos; llamados a complementarse y ayudarse mutuamente a crecer… El abandono de la casa paterna y materna implica la formación de una nueva familia en una relación seria, fiel, digna y edificante.

Somos conscientes que vivimos en una sociedad plural en su visión de la vida y sus implicaciones de tolerancia y respeto. Pero también tenemos la responsabilidad de alertar sobre las visiones que afectan y destruyen los valores que sostienen y alimentan las instituciones fundantes y acompañantes de la vida, el matrimonio y la familia.

No tengamos miedo a la verdad del amor. El creyente sabe muy bien que cuando Dios reina en casa es posible vencer las dificultades que hay en el camino. No tengamos miedo al amor de Dios.  Sólo éste puede hacer matrimonios y familias sólidas.

Con mi afecto y bendición.

Originario de Granados, Sonora.

Obispo de/en Zacatecas

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