¿Cómo se hace una calaverita literaria?
ESPECIAL, oct- 30.- Las calaveritas literarias son composiciones poéticas y satíricas que se escriben en México en marco del Día de Muertos, celebrado el 1 y 2 de noviembre en todo el país. Estas piezas, que combinan humor, ingenio y crítica social, surgieron a inicios del siglo XIX como una forma de burlarse de figuras políticas y de la alta sociedad mediante poemas de rimas simples y fáciles de recordar, distribuidos en panfletos y periódicos durante octubre y noviembre.
De acuerdo con la publicación 02.11. Día de Muertos, de Trilce Ediciones, la historia de las calaveritas literarias se origina en los valores de la Ilustración y en la burla a los entierros oficiales y discursos funerarios dedicados a personajes prominentes. En los albores de la nación mexicana, los funerales de estas figuras comenzaron a ser satirizados por su “pedantería lírica”, y al difundirse, estas sátiras establecieron una tradición que perdura hasta nuestros días.
La concepción de la muerte en México ha generado expresiones culturales únicas. Desde la época prehispánica, con los tzompantli—estructuras donde se exhibían cráneos de enemigos caídos en combate o sacrificio—hasta las calaveras ilustradas y comestibles de hoy, la representación de la muerte es un elemento constante en la identidad mexicana. Tras la Conquista española y los procesos de evangelización, la representación del cráneo adoptó códigos simbólicos religiosos en el arte virreinal, sobre todo a través del recuerdo de lo efímero de la vida.
En el siglo XIX, la imagen de la calavera se insertó en el lenguaje crítico y satírico de la prensa mexicana, que comenzaba a profesionalizarse. Un ejemplo notable es El Calavera. Periódico jocoserio, político y literario, un semanario editado en 1847 por Juan R. Navarro, quien utilizó la imagen de la calavera como personaje principal. El periódico retrató los problemas que afectaron a la nación durante la guerra contra Estados Unidos, incluyendo la incapacidad de los gobernantes y la corrupción.
Entre 1860 y 1890, las calaveritas alcanzaron su esplendor. Se convirtieron en espectáculos esperados por los lectores, y artistas como Constantino Escalante y Santiago Hernández fueron pioneros en litografiar calaveras con enfoque de crítica política en el periódico La Orquesta.
El grabador Manuel Manilla y su discípulo José Guadalupe Posada contribuyeron significativamente a popularizar las calaveras en la gráfica popular del siglo XIX. Posada, quien trabajó en la imprenta de Antonio Vanegas Arroyo, creó miles de grabados que reflejaban la sociedad y la cultura mexicana, e ilustró diversos poemas y noticias. Su obra más conocida, la Calavera Garbancera—posteriormente bautizada como La Catrina por Diego Rivera en su mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central—se convirtió en un símbolo de la muerte en México.
Guía para escribir una calaverita literaria
Estructura métrica
Utilizar versos de octosílabos. Es el verso más común en la poesía popular y folclórica mexicana, lo que facilita la fluidez y musicalidad del poema.
Rima
Incorporar rimas consonantes o asonantes en estrofas de cuatro líneas. En las rimas consonantes coinciden tanto vocales como consonantes a partir de la última vocal acentuada, mientras que en la rima asonantes coinciden solo las vocales a partir de la última vocal acentuada. Los esquemas de rima más comunes son ABAB (rima cruzada) y AABB (rima pareada).
Personificación de la muerte
Representar a la muerte interactuando con el personaje. La muerte suele se retratada como La Catrina o La Calaca, y da paso a situaciones divertidas, pero también surrealistas que se pueden alejar de la realidad.
Contenido humorístico
Destacar características o situaciones cotidianas del personaje. Muchas veces se utilizan los defectos o hábitos de alguien para mofarse, pero sin caer en faltas de respeto. También se da paso a anécdotas conocidas o situaciones familiares para los lectores para que se identifiquen con la escena.
Flexibilidad con el lenguaje e incorporación de la vida cotidiana
Se hace uso de un lenguaje coloquial que permite la inclusión de nuevas maneras de hablar. También se puede hacer referencia a los temas de actualidad.
Tal es el ejemplo de la calaverita de Antonio Vanegas Arroyo, e ilustrado por Posada, publicada en 1913:
“Hay hermosas garbanceras,
de corsé y alto tacón;
pero han de ser calaveras,
calaveras del montón.
Gata que te pintas chapas
con lustrillo o bermellón,
la muerte dirá: ‘No escapas,
eres cráneo del montón.’
Un examen voy a hacer,
con gran justificación,
y en él han de aparecer
muchos cráneos del montón”
Lo esencial es mantener el espíritu crítico y humorístico que las caracteriza. A final de cuentas, escribir calaveritas literarias es una forma de participar activamente en una de las tradiciones más emblemáticas de México.
Información de elpais.com