Vacaciones, vocaciones, otra vez
Mons. Sigifredo Noriega Barceló
“Envió a los discípulos de dos en dos” Marcos 6, 7-13
El mes de julio es tiempo de vacaciones y oportunidad intensa para quienes buscan discernir el llamado de Dios para servir como ministros en la Iglesia. Hablamos de vacacionistas y vocacionistas, jóvenes que se preparan para vivir un preseminario o una experiencia en la vida consagrada.
Quisiera conocer qué contiene la maleta que lleva cada llamado. Seguramente habrá lo necesario para cada necesidad y unos pesos más para lo que se ofrezca. El que va de vacaciones lleva lo suyo y, ¿quién va a una experiencia vocacional? Me encanta ver a jóvenes que traen su morral lleno de ilusiones, dudas, expectativas y mucha fe… No se necesita más… Con el tiempo irán llenando el morral de la confianza en Aquel que los llama, forma e invita a la misión.
El relato de Marcos que escuchamos este domingo habla de vocación y misión. Jesús reúne a un grupo de discípulos, les instruye y envía de dos en dos a la misión. Las exigencias son de una radicalidad que pudiera espantar a más de uno de los llamados en este siglo. Nada de poner la confianza en las propias provisiones, de llenarse de cosas para ir bien protegidos y ‘asegurados’ ante cualquier contingencia.
La fuerza de la misión está en Dios quien envía y en la Palabra que porta el discípulo apóstol. La vocación y la misión son cuestión de fe-confianza-compromiso. Se trata de creer, escuchar, acoger y obedecer a la Palabra. Quienes así se comporten encuentran apoyo en aquellos que creen y aceptan el Evangelio.
El que es llamado y enviado debe cultivar ciertas virtudes: confianza total en Dios (sin provisiones), sobriedad (no alforja, ni dinero), disponibilidad (sandalias), autoridad (bastón). El estilo del misionero debe parecerse cada día más al de su Maestro. La posibilidad del rechazo va incluida en el inventario de la maleta del discípulo.
A veces, pensamos que el anuncio del Evangelio toca a otros, a los ‘profesionales’. Pero no, cada bautizado es enviado, es misionero. Ir de dos en dos significa que vamos como Iglesia, en comunión de intenciones. El destino de la misión es la realidad y el entorno de la vida. Somos invitados a proclamar la conversión, expulsar demonios y curar enfermos. Los discípulos misioneros no inventan su misión, sólo deben continuar lo realizado por el Señor.
El discípulo del siglo XXI está llamado a dar razón de los valores evangélicos que lo mueven; confía plenamente en el apoyo incondicional del Señor; la esperanza de dar frutos anima, alegra y fortalece a quien ha decidido tomar en serio la misión. Encontrará nuevos ‘espíritus inmundos’ que andan sueltos y se resisten a la conversión. Sería bueno que los identificara bien, los del tiempo de vacaciones y los que merodean en torno a la respuesta generosa al llamado a la misión.
Se vale imaginar en vacaciones a los bautizados, de dos en dos, sembrando Evangelio, trabajando por la reconciliación y la paz.
Con afecto de enviado bendigo sus ires y venires.
Originario de Granados, Sonora.
Obispo de/en Zacatecas