Luka Doncic, el maestro del registro interno en la NBA

ESPECIAL, may. 27.- Luka Doncic es el maestro del registro interno. Cuenta, ahora, con un Kyrie Irving punzante, eléctrico, talentoso al extremo, que le permite cargar con el mundo Dallas Mavericks cuando el esloveno necesita salir a la superficie a respirar.

¿A qué le decimos registro interno? A saber absolutamente todo lo que ocurre alrededor. Es una mirada 360° de las cosas. No solo saber dónde se ubica cada compañero en la cancha, algo que se evidencia con sus pases imposibles, sino también las emociones que los circundan. Cómo durmieron la noche anterior, cuándo alguien está asustado, cuándo está encendido, cuándo quieren el balón y cuándo preferirían esconderse en lo más profundo del banco de suplentes.

Doncic sabe todo. Las horas de vuelo completan el aprendizaje, pero también es un reloj interno natural que lo lleva a ser un maestro del control de los sentidos. Es, lo que se dice, un director de Teatro Ciego: un modo de comprender el entorno sin imagen valiéndose de otros sentidos tales como el oído, el olfato, el gusto o el tacto. Un lanzador de cuchillos que utiliza una venda en los ojos y se divierte haciendo transpirar a la asistente atada a la pared.

Observa a los rivales y sabe qué está pasando ahí. Sonríe frente a Rudy Gobert porque detecta la frustración constante. No es que el gigante francés no quiere: no puede. Doncic tiene un instinto animal que lo acompaña: percibe, además, el miedo que provoca. Un león que desfila por los pasillos de la selva. Un jugador termostato: no controla la temperatura, la cambia.

En lo más profundo de la noche, todos nos hemos despertado alguna vez a buscar un vaso de agua. A ir al baño. Lo que sea. Es de noche, no hay ninguna luz encendida; sin embargo, logramos no chocarnos nada de lo que tenemos en nuestra habitación. Es sencillo: sabemos dónde está cada mueble, cada objeto, cada puerta. Conocemos nuestra casa como la palma de la mano porque hace años que vivimos ahí. Ese es el registro interno que todos aprendimos con el tiempo.

A Doncic le pasa exactamente lo mismo en una cancha de básquetbol. Ese es su hábitat. Su registro interno es superior porque lo hace con elementos en movimiento — en este caso, jugadores de básquetbol. Compañeros y rivales. Lo hace, también, con ruido mediante, porque el público a veces puede ser ensordecedor. Sabe cuándo callarse, cuándo gritar, cuándo festejar y ahora también ha aprendido a elegir cuándo quejarse. Se mueve con soltura en un universo de luces, pero bien podría hacerlo con ojos cerrados, en la penumbra. «Sólo piensas con los ojos. Es fácil engañarte», le dice el Sr. Miyagi a Daniel-San en Karate Kid.

Doncic es John Nash con las matemáticas: ve cosas que nosotros no vemos. Dos segundos antes que el resto. Se preocupa por cosas que sucederán minutos después, como quien logra anticipar una tormenta tropical. Sonríe con las hipótesis de los partidos antes que evolucionen en conclusión.

Y encima hace todo con una belleza en la forma que permite hacer todo a velocidad crucero. Los méritos que provoca Doncic no son pragmatismo puro, no son correr y tirar para acelerar el ritmo. Traen consigo instrucciones, un dibujo que se forma uniendo los puntos.

Los genios hacen eso.

Doncic ahora, y Nikola Jokic antes, iniciaron un salvataje a tiempo de la NBA. Con su estilo nacido en la escuela balcánica, con una pizca importante del ingrediente destinado al cómo y no solo al qué, usaron la línea de tres puntos, pero no vivieron de la misma. Devolvieron el triple al lugar que le correspondía: un medio hacia algo, pero no un fin en sí mismo.

Llegaron de otro mundo, con otro idioma, para cargar la bandera del básquetbol que le gusta a la gente.

En cada jugada, en cada partido, en cada serie, nos dieron la llave de un tesoro que supusimos -equivocados, por suerte- que ya no tenía lugar en este mundo de vértigo extremo y ansiedad recurrente: los placeres de la vida se saborean despacio.

Los Mavericks están 3-0 arriba.

Y el mundo, una vez más, ha vivido equivocado.

Información de www.espn.com.mx

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