Nuevas tecnologías, nuevas incertidumbres
Mons. Sigifredo Noriega Barceló
“No enseñaba como los escribas, sino como quien tiene autoridad” Marcos 1, 21-28
Uno de los regalos que recibí en la recién pasada Navidad fue un libro que trata de los beneficios, vacíos y retos de la revolución digital de nuestro siglo. El autor, premio Nobel de economía, le llama la cuarta revolución industrial en la historia de la humanidad. Pienso que puede influir por la convergencia de sistemas digitales, físicos, biológicos y éticos.
No siempre nos damos cuenta de los efectos, positivos y negativos, del uso de las nuevas tecnologías. Aparecen en nuestro lenguaje palabras/realidades nuevas que vamos aceptando en la comunicación de cada día sin averiguar su genética y sus fines. El nuevo lenguaje no es inocente en el cambio cultural; siempre expresa la visión de la vida de quien lo crea y lo proyecta. No tengo duda que influye en el hábitat del ser humano, sus valores, expectativas, intereses y más.
Las nuevas y antiguas tecnologías no son buenas ni malas en sí mismas; son medios, simplemente. Lo que hace la diferencia es quién las usa, con qué fin y qué aportan para el desarrollo digno del ser humano. El autor del libro habla de su aportación para el bienestar del ser humano y también de los vacíos humanos que las nuevas tecnologías no pueden llenar. Por ejemplo, el sentido total de la vida, la generación de valores éticos y espirituales, la autoridad de organismos reguladores… ¿Dónde quedan los ámbitos que daban significado al esfuerzo, al sufrimiento, a las fatigas de cada día? ¿Los robots van a tener la última palabra en la vida de personas y países? Los desafíos son muchos y complejos. Empezamos a hablar de la inteligencia artificial y los desafíos que implica.
Uno de los grandes desafíos de nuestro tiempo tiene que ver con la autoridad de personas e instituciones. No mucho antes la respuesta era clara, puntual, inmediata: el papá, la Iglesia, el gobierno; en la cultura que vivimos ya no es así. Qué bueno que así sea -es mi opinión- aunque no faltan las nostalgias de las seguridades del pasado. Por otra parte, ante las incertidumbres actuales de quién manda, la volatilidad de la democracia, la inseguridad violenta… no hallamos qué hacer. Vivimos en una sociedad huérfana. ‘Ya no hay autoridad’, decimos desconcertados. ¿Qué nos está pasando?
En este contexto los invito a escuchar el Evangelio de este domingo. “Hablaba como quien tiene autoridad”, comentaba la gente de aquel tiempo. Jesús no solamente hablaba, sino que miraba y actuaba con autoridad. La gente veía en Jesús algo nuevo: su autoridad guía, libera, sana, deja que la vida fluya, da seguridad, construye, abre nuevos horizontes, irradia confianza, alimenta la esperanza, da paz. Este tipo de autoridad hace retroceder el mal, todo tipo de mal. Impresiona el “¡cállate y sal de él!”.
Nuestra fe en Jesucristo incluye aceptar su autoridad también en tiempos de las nuevas tecnologías y sus nuevas incertidumbres. No tengamos miedo seguirlo aunque le duela a nuestras autosuficiencias e intereses.
Los abrazo con la bendición de Dios.
Originario de Granados, Sonora.
Obispo de/en Zacatecas