Samuel, o el gratuito autotrancazo
ESPECIAL, dic. 5.- El reciente y lamentable episodio protagonizado por Samuel García en Nuevo León no solo expone, una vez más, lo vulnerable que puede ser el estado de derecho en México, sino que también le propina un severo golpe a su hasta ahora ascendente carrera política.
Yo no soy de las que piensa que una candidatura de Samuel necesariamente le “robaba” votos a Xóchitl Gálvez (los de los jóvenes y los de clase media). Yo creo que también le “robaría” eventualmente sufragios a Claudia Sheinbaum. A las dos porque en realidad Samuel García iría tras el voto (consciente o inconscientemente) machista que todavía hoy, desde los prejuicios más ignorantes, no le da cabida a la idea que una mujer habrá de gobernarnos.
Su absurda y brevísima precandidatura presidencial, mientras aún ostentaba la gubernatura de Nuevo León, fue el precursor de una cadena de decisiones cuestionables que dejaron al descubierto la fragilidad de nuestras instituciones.
Al renunciar García a su cargo, en un claro intento de brincarse las reglas democráticas (y su propia promesa de terminar su periodo de gobierno), abrió una peligrosa puerta al vacío legal en la entidad. Su posterior maniobra para nombrar a un sucesor fuera de los canales constitucionales, buscando burlar al Congreso local, representa nada menos que un autogolpe a su propia legitimidad.
Con esta irreflexiva movida, García le inflige un severo daño a su hasta ahora prometedor porvenir político. A sus 35 años, y con buenos resultados en Nuevo León, se perfilaba como una figura ascendente no tanto de cara al 2024, sino del 2030. Hoy en día, después de poner en entredicho su compromiso tanto con la legalidad como con las instituciones, luce muy complicado que pueda recuperar ese impulso.
Lo ocurrido también nos recuerda crudamente que la ambición desmedida de una sola persona puede hacer temblar los cimientos de la estabilidad colectiva. Un sistema democrático sólo es fuerte en la medida en que se respeten sus contrapesos, reglas y procedimientos, al margen de los intereses de los gobernantes.
De cara a las decisivas elecciones federales del próximo año, este amago autoritario de García enciende alertas sobre el riesgo latente de regresiones antidemocráticas. La delicada arquitectura de todo régimen constitucional descansa en un equilibrio entre poderes que no se puede alterar impunemente.
Si anhelamos que la aún inacabada transición de México siga, con pasos firmes incluso cuando lentos, en pos de una verdadera democracia liberal, debemos estar vigilantes ante cualquier indicio de concentración autoritaria del poder y de vulneración del estado de derecho. Sin él, todos y todas estamos en peligro.
Información de www.excelsior.com.mx