Despertar/Compartir la esperanza
Mons. Sigifredo Noriega Barceló
“Velen, pues no saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa”
Marcos 13,33-37
Encendemos la primera vela de Adviento. ¿Cuánto puede iluminar una vela en tiempos de desconciertos provocados por el hombre mismo? Depende cómo se despierte, active y comparta la esperanza. Si nos ponemos ‘listos’, una vela encendida puede dar serenidad ante los desconciertos, certeza ante las incertidumbres, indicar la ruta a recorrer, paz interior… Su fuego puede encender el ánimo y la confianza que necesitamos para levantarnos de situaciones que parecen aplastarnos. Una vela encendida puede hacer renacer, crecer y madurar la vida de personas y comunidades.
La Palabra proclamada al iniciar un nuevo Año Litúrgico es una cálida invitación a estar atentos y vigilantes ante la dispersión, la distracción, el despiste, la indiferencia, la apatía… La comparación del viaje y el viajero nos pone en guardia para que la vigilancia se convierta en un observatorio que sea ‘halcón’ de la esperanza. Estar despiertos y despabilados es la clave. Para ser fieles a Dios y vivir solidariamente nuestra responsabilidad social necesitamos tener una actitud crítica ante el momento presente y diseñar el futuro que anhelamos.
Escuchamos esta Palabra en un entorno de incertidumbre, cansancio emocional, desesperanza y otras preocupaciones. Las varias crisis aumentan ansiedades, contaminan el ambiente; las inseguridades siembran incertidumbre, las desconfianzas enferman las relaciones humanas, las maldades pudren corazones, las indiferencias matan lentamente. Todas pueden herir gravemente la esperanza final y entorpecer las esperas de cada día. Sin embargo, a pesar de estas malas noticias, hay luces que iluminan y encienden sueños y proyectos. En la mayor parte de los hogares hay un enorme capital de valores que sostienen la esperanza y hacen que sus salas de espera estén permanentemente ‘sanitizadas’.
Con el tiempo de Adviento iniciamos un nuevo recorrido por el misterio de Jesucristo en los misterios de la vida de cada día. Ponernos en camino es aceptar la invitación para activar la esperanza, poner atención a lo esencial de la vida y analizar a profundidad lo que provocamos que acontezca con nuestras acciones u omisiones. “La manifestación de nuestro Señor Jesucristo” que esperamos, es la garantía de un futuro de salvación y plenitud.
Dios lleva la delantera infinita en el cumplimiento de su promesa de salvación. Corresponde a nosotros estar atentos a su paso. Quizás la gran tragedia de nuestros males es que hemos sacado a Dios de ‘la jugada’ del presente de la vida y de su horizonte total. Cuando queremos salvarnos a nosotros mismos perdemos el rumbo, la esperanza y las salas de espera se hacen insoportables. Dios quiere escribir con nosotros historias de esperanza activa en el presente y hacia un futuro prometedor. Este Adviento puede ser la hora de Dios en nuestra hora.
Encendemos la vela de la esperanza. El Señor Jesús viene a sacarnos de nuestra fe amodorrada y de nuestra esperanza sin chispa. Las ‘temporadas’ (seasons), pasarán… Sólo la Palabra del Señor permanece. Que se note en nuestras salas de espera su activación y nos comprometamos a compartir la esperanza cristiana.
Con mi bendición esperanzada.
Ven, Señor Jesús, muéstranos tu favor y sálvanos.
Originario de Granados, Sonora.
Obispo de/en Zacatecas