El bastón lo tiene Palacio
ESPECIAL, nov. 13.- El poder no se comparte. Y el presidente López Obrador, y su círculo cada día más cerrado y radical están decididos a demostrar que no lo compartirán con la candidata Claudia Sheinbaum, por lo menos no mientras López Obrador sigue siendo el inquilino de Palacio hasta el primero de octubre del año próximo.
Lo sucedido con las candidaturas a gobernador de Morena este viernes fue uno de los capítulos más vergonzosos de la corta historia del partido en el poder. El discurso de las encuestas, de la voluntad popular, de la transferencia del bastón de mando, no sólo fue desmentido por el más típico dedazo, sino también por un anhelo nihilista de falsa pureza que no es más que el mensaje presidencial de que la política se sigue haciendo, incluso ante las candidaturas futuras, desde Palacio Nacional y quien allí habita es López Obrador.
Fue célebre una frase de Francisco Franco, el terrible dictador español, antes de fallecer de que dejaba todo “atado y bien atado”. Eso me imagino que es lo que quiere dejar el presidente López Obrador ante su sucesión. No le dejó a Claudia Sheinbaum jugar sus cartas, colocar en las posiciones que ella consideraba adecuadas a sus aspirantes, la dejó condicionada, no sólo programáticamente, sino también rodeada de personajes que no son ni serán suyos. La quiere dejar atada y bien atada.
Lo de Omar García Harfuch es insólito en un partido que quiere conservar el poder. El exsecretario de Seguridad Ciudadana fue objeto de una embestida inédita que salió, fue dirigida y operada desde Palacio Nacional. Así y todo, García Harfuch obtuvo el índice de aprobación más alto del país entre los precandidatos de Morena, sólo superado por el tabasqueño Javier May. García Harfuch tuvo 40.5 por ciento de aprobación en la encuesta de Morena, contra apenas un 26 por ciento de Clara Brugada, una diferencia de 14 puntos, coincidente con los números que dieron varias encuestas privadas. Cuando se analizó esa confrontación entre electores en general la diferencia fue, incluso, más amplia.
Argumentar que se decidió por Clara por una cuestión de género es falso. Anteponer la cuestión de género a la popularidad, la aceptación electoral y el desempeño, fue precisamente la estrategia que se plantearon los sectores duros para frenar la candidatura de García Harfuch, sólo hay que recordar el audio de Martí Batres que se difundió en redes y cotejarlo con lo que publicaron aquellos que eran señalados en el mismo.
Con diferencias mínimas, como fue el caso de Chiapas entre Sasil de León y Eduardo Ramírez, se optó por quien tenía mejores números. En la Ciudad de México fue por la candidatura que tendrá mayores dificultades para ganar, la que contaba con mayores negativos y menor conocimiento, pero que tenía el visto bueno de Palacio Nacional, aunque no de la futura candidata presidencial. Y el tema no es Clara Brugada, sino lo que representa su designación en el futuro de la campaña y la forma en que se escenifica el intento de cerco en torno a la candidata presidencial desde el propio Palacio.
Nunca el presidente López Obrador hizo gesto alguno para frenar la campaña sucia que se desplegó desde sus propias oficinas contra García Harfuch, quien no sólo tenía el respaldo de Claudia, sino también de factores claves de poder dentro y fuera del aparato de gobierno. Cuando el argumento de que no se podía dejar en el gobierno de la ciudad “a un policía” (una infamia por sí misma, sobre todo en un país donde la inseguridad es el mayor desafío para el actual y el futuro gobierno), se pasó a la mentira, como fue la esgrimida por Alejandro Encinas respecto a la participación de García Harfuch en el caso Ayotzinapa o el citatorio que divulgó la FGR respecto a la compra el sexenio pasado de un equipo Pegasus para la propia fiscalía. Como eso tampoco funcionó en términos de popularidad, se pasó a la cuestión de género, esgrimida al final como un simple dedazo, donde se dejó fuera a la futura candidata presidencial.
Las demás candidaturas decididas por Morena están en la misma lógica: para acomodar a Clara, se sacrificó a otra candidata de Claudia, la senadora chiapaneca Sasil de León. En Morelos será Margarita González Saravia, la exdirectora de la Lotería Nacional, cercanísima al presidente López Obrador; las candidaturas de Huacho Díaz, en Yucatán, o Alejandro Armenta, en Puebla, fueron incuestionables por la amplitud que tuvieron en las encuestas (paradójicamente, menores a las de García Harfuch). Rocío Nahle, otra posición presidencial, casi pierde contra Manuel Huerta en Veracruz. Javier May tuvo enorme apoyo en Tabasco, pero en el conjunto de este proceso otro de los grandes damnificados fue Adán Augusto López, que fue castigado desde los mismos sectores de Palacio Nacional, durante la elección de la candidatura presidencial y ahora con los aspirantes a gobernador.
Hace ya tiempo dijimos, ante lo adelantado del proceso de selección de candidato presidencial, que el mayor riesgo para Claudia serían estos meses en los que era, es, presunta candidata, pero todavía no está ni oficializada ni registrada, porque es una candidatura que está sustentada en un vacío, sin un soporte legal y, por ende, político, lo que la hacía vulnerable a presiones de todo tipo. Eso es lo que se puso de manifiesto este viernes.
El bastón de mando no es tal, hasta ahora no pasa de ser apenas testimonial, mientras que el poder sigue estando concentrado en Palacio y no se comparte. En los próximos meses veremos si Claudia se convierte en una suerte de versión 2.0 de Pascual Ortiz Rubio o en una candidata con perfil propio. De ella depende.
Información de www.excelsior.com.mx