Movimiento Ciudadano y Ebrard o el traje a la medida

ESPECIAL, oct. 1.- La construcción del suspenso en una historia se alimenta de la incertidumbre y los giros inesperados. De elementos como “no nos vamos de Morena, pero estaré en la boleta presidencial” (Marcelo Ebrard); Samuel García sería el mejor candidato presidencial de Movimiento Ciudadano (Enrique Alfaro), también puede ser mi esposa (Samuel García), las puertas no están cerradas a Marcelo Ebrard (Dante Delgado). Una novela por entregas.

Y luego están los datos duros: este sábado la dirigencia nacional de Movimiento Ciudadano (MC) estableció los requisitos y los tiempos para registrar candidato a la silla presidencial, prácticamente un retrato hablado. Se exigen 500 mil firmas de apoyo en al menos 50 por ciento de las entidades del país antes del 3 de noviembre. Una cuota enorme para un partido tan pequeño, considerando que PRI, PAN y PRD exigieron 150 mil firmas para ser precandidato del Frente Amplio. Solo cuatro de sus aspirantes lograron alcanzar esa meta y, desde luego, ninguno llegó al medio millón que ahora exige MC. Y por si hiciera falta, se dijo que la mitad de las candidaturas de este partido serán otorgadas a militantes y la otra mitad a ciudadanos, condición que no reúne Marcelo, al ser un político y miembro de Morena. Pero el líder de MC, Dante Delgado, aclaró ahora que el ciudadano también puede haber tenido tareas públicas (como las de canciller, se entiende).

¿Qué ciudadano o qué militante puede levantar medio millón de firmas de apoyo diseminadas en la mitad de la república en un mes? Marcelo Ebrard sin duda, Samuel García, gobernador de Nuevo León, quizás. Xóchitl Gálvez con todo y su boom mediático no lo consiguió, por ejemplo. Con todo, y a pesar de esta especie de convocatoria a la medida, el proceso interno en MC ha sido de idas y vueltas. Dante se inclinaría por Marcelo, entendiendo que su incorporación como candidato tendría un arrastre favorable al voto y le llevaría a posiciones protagónicas que no ha tenido, salvo en Jalisco y Nuevo León. De entrada, sumar a las decenas de diputados ebradistas convierte a MC, desde ahora, en fiel de la balanza en muchas votaciones estratégicas en las cámaras, estos últimos meses. Y podrían ser más en el próximo sexenio.

Pero lo que entusiasma a Dante no necesariamente apasiona a los principales alfiles del partido, los gobernadores Enrique Alfaro y Samuel García, que ven con reservas la entrada de un aliado que cambiaría la correlación de fuerzas dentro de la organización.

Las cosas parecían haberse zanjado, en favor de estos alfiles, con la candidatura de Samuel García a la presidencia, lo cual cerraba el paso a Ebrard. Pero eso cambió hace unos días, cuando el gobernador de Nuevo León fue advertido de las implicaciones políticas y jurídicas de pedir licencia y dejar el escenario local durante unos meses en manos de un congreso estatal dominado por la oposición. Todo indica que García prefirió recular y eso le abrió a Dante una oportunidad para hacer un nuevo guiño a Ebrard.

¿Qué impacto tendría la candidatura de Marcelo en MC? Para efectos del resultado final, ninguno. La ventaja de Claudia Sheinbaum incluso podría ampliarse, pues se asume que, al dividir el voto de la oposición, se reduce la competitividad de Xóchitl Gálvez la abanderada de PAN y PRI.

Pero las consecuencias para lo que sigue podrían ser enormes. Hasta ahora MC ha sido un partido de ideología ambigua y con una agenda política dictada por la coyuntura. Una tercera vía que resulta muy atractiva como contenedor, pero con muy poco contenido sustantivo. Dante Delgado se ha cansado de señalar a la socialdemocracia europea como su referente, pero en la práctica ha sido poco más que una agencia de colocaciones para aprovechar el hastío de algunos votantes frente a las otras alternativas. Ebrard y su corriente podrían dotarlo de ese contenido de centro o centro izquierda real y convertirlo en un contrapunto constructivo para Morena.

Paradójicamente algo de eso había en el diseño original para la sucesión por parte de Andrés Manuel López Obrador. Al proponer que el segundo lugar de la encuesta se convirtiera en coordinador del futuro Senado, el presidente intentaba evitar perdedores y mantener al partido sin rupturas. Pero también entrañaba un segundo designio: colocar a Ebrard en posición de fuerza dentro del poder legislativo y, en esa medida, inevitablemente convertirlo en complemento, pero también en contrapunto del poder ejecutivo. Y López Obrador no podía ignorar la influencia moderadora que eso supondría en la definición de leyes, presupuestos y políticas públicas. ¿Por qué? Porque si bien la pluma de vomitar del tabasqueño han sido las élites conservadoras, del otro lado nunca ha permitido el ascenso de las tribus de la izquierda tradicional o radical a los puestos claves dentro del movimiento. No les dio la jefatura de la capital (entregada primero a Ebrard y luego a Sheinbaum, quien contra lo que se piensa no procede de las fracciones radicales), no les entregó la presidencia de Morena (Yeidckol Polevnsky y Mario Delgado), ni les dio posiciones dentro del gabinete. Una y otra vez AMLO ha parado las propuestas de la extrema izquierda que han intentado colarse en las fracciones parlamentarias. En suma, en la sucesión decidió entregar el bastón de mando a Claudia Sheinbaum, con quien se siente cómodo, pero quiso dejar a Ebrard como una contención moderada para evitar radicalismos que pudieran poner en riesgo la estabilidad. Una vacuna en el Senado en caso de que algunos de estos grupos presionasen en exceso a Sheinbaum en Palacio Nacional. En cierta forma una coartada para la presidenta, un escudo de protección.

Nada de esto será posible ahora que parece inminente la ruptura por parte de Ebrard con Morena. Pero quizá lo que no pudo hacer desde adentro podría hacerlo desde afuera. Aun cuando en trinchera ajena, para el movimiento de la 4T sería más conveniente negociar cambios e intenciones con un MC que sea efectivamente centrista pero con conciencia social, que con un PRI mercenario, como se intentó con las reformas constitucionales de esta administración. Más digno discutir a fondo proyectos de país con fuerzas que puedan ser afines, que entregar vergonzantes prebendas a organizaciones oportunistas como el PVEM y el actual PRI.

 Todo esto, claro, si Ebrard y MC llegan a un acuerdo y el excanciller es capaz de dotar a este partido del contenido del que ha carecido. Lo sabremos el 3 de noviembre.

Por Jorge Zepeda Patterson

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