Conahcyt elimina 95% de las becas para posgrado en el extranjero

CIUDAD DE MÉXICO, sep. 30.- México no puede darse el lujo de sacrificar a una generación de científicos y humanistas sin una discusión seria; una potencia económica y cultural como la nuestra necesita formar dentro o fuera del territorio para democratizar el conocimiento

Este año el gobierno mexicano dio la espalda a quienes sin su apoyo no podrán estudiar un posgrado en el extranjero. En ausencia de un debate público, ni anuncio en el cambio de la política, el nuevo Conahcyt decidió cortar dramáticamente los apoyos que durante varias décadas permitieron a nacionales formarse en las mejores universidades del mundo en grados de maestría, doctorado y posdoctorado.

Para dimensionar el viraje hay que regresar a 2015, cuando el antiguo Conacyt apoyó a mil 112 personas becarias que fueron aceptadas en universidades ubicadas en la frontera del conocimiento global, tanto en ciencias duras como en humanidades.

En 2022 el número de becas para el extranjero cayó con severidad, ya que esa misma institución apoyó únicamente a 274 candidaturas. Esto significó una reducción de 75 por ciento en los recursos respecto de 2015. Como si éste no fuese un recorte excesivo, en 2023 sólo se asignaron 49 becas, es decir, 4.4 por ciento de los apoyos entregados hace ocho años.

¿Cuál es la justificación detrás de este cambio radical de política pública? ¿En qué espacio de deliberación académica, científica o universitaria se llegó a la conclusión de que México podía darse el lujo de renunciar a la formación de sus mejores recursos humanos en las aulas de las universidades más destacadas del mundo?

Una potencia económica y cultural como la mexicana no necesita elegir entre formar a su gente dentro o fuera del territorio. Ambas cosas son indispensables para democratizar el conocimiento. Sin resentimientos, ni enredos ideológicos, la cobija puede alcanzar para todas las personas.

El nuevo Conahcyt presume que este año invertirá más de 13 mil millones de pesos en becas de posgrado. Sin embargo, de ese presupuesto, únicamente 5.7 por ciento se invertirá en las personas aspirantes a estudiar fuera de México.

Argumenta esa autoridad que no es necesario viajar cuando hay muy buenas universidades dentro del país. ¿Buenas universidades en qué especialidad, rubro o conocimientos? El Conahcyt no tiene respuesta para esta pregunta porque no cuenta con un ranking que permita decidir la política de becas a partir de las fortalezas o las debilidades de la academia mexicana.

Vale la pena poner como ejemplo lo que sucede en las ciencias físicas. En el presente no existe una sola universidad mexicana que se encuentre a la vanguardia dentro de este campo del conocimiento. Según la valoración convencional utilizada entre quienes se dedican a esta rama, la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo –la primera entre las nacionales en dicho campo– se halla en el lugar 400 de la lista global y esto se debe a que a penas en 2019 se estrenó ahí el primer acelerador de partículas construido en México.

La decisión que tomó el nuevo Conahcyt implica que, en adelante, será un milagro para una estudiante mexicana formarse en universidades como la de Princeton, Berkeley o el Instituto de Tecnología de Massachusetts, que se hallan en los tres primeros sitios del mundo.

Los costos de colegiatura que cobran ahí son prohibitivos para 99.9% de la población mexicana. Estamos hablando aproximadamente de un millón de pesos anuales que, en el caso de los doctorados, debe multiplicarse por cuatro o cinco veces.

Es cierto que algunas de las mejores universidades del mundo no solamente becan, sino también pagan a sus estudiantes para que puedan formarse sin cargar con la preocupación financiera. Es el caso de las tres instituciones antes mencionadas y de muchas más. Sin embargo, el retorno esperado por tales centros académicos es que las personas beneficiadas permanezcan en los circuitos de investigación vinculados a sus propios laboratorios.

¿Por qué razón la Universidad de Cambridge, en Gran Bretaña, becaría a una doctorante mexicana de ciencias químicas que piensa regresar a trabajar a su país? La tercera institución más destacada en este campo, a escala global, busca retener el talento y ese criterio pesa a la hora de decidir su política de apoyo.

Esta fue una de las razones por las que el Estado mexicano tomó la decisión, hace ya más de cuatro décadas, de proporcionar becas para nacionales que fueran aceptados en las mejores instituciones del globo con el compromiso de devolver el conocimiento adquirido.

Por extraordinario que parezca, este año la institución que dirige María Elena Álvarez-Buylla tomo la muy arbitraria decisión de eliminar de entre los criterios a considerar para la asignación de becas los niveles de excelencia de los estudios cursados fuera del país, así como la dificultad que implica lograr la admisión dentro de esos programas.

Thomas Piketty, el economista francés que revolucionó hace unos años el conocimiento sobre la desigualdad en las sociedades, propone en su libro Capital en el siglo XXI, que no existe otra política con mayor capacidad niveladora que la importación de conocimiento para añadirlo a la riqueza nacional.

Esto lo sabe la especie humana desde sus orígenes. La posibilidad de transitar desde la edad de piedra hacia la edad de hierro dependió de la adquisición de conocimientos desarrollados por las comunidades vecinas. Importar capacidades nunca ha sido vergonzante, lo verdaderamente estúpido es negarse a su beneficio.

Por ello las civilizaciones más exitosas son aquellas que incorporan el conocimiento ajeno a su propia sociedad. Lo contrario, el narcicismo ralo, la obcecación a favor de lo conocido, el rechazo al extranjero o, de plano, el resentimiento frente al resto del mundo sólo produce monstruos.

Rusia, con Pedro el Grande, salió de la Edad Media gracias a que se abrió al mundo y envió a sus mejores para formarse más allá del río Nevá. China, India y el resto de los países asiáticos apresuraron su arribo al desarrollo gracias a que financiaron con seriedad una política de formación de recursos humanos que trascendió sus linderos. Lo mismo puede decirse de los países escandinavos, de América Latina y de las naciones africanas más avanzadas.

México no puede darse el lujo de sacrificar a toda una generación de personas científicas y humanistas sin una discusión seria y fundada al respecto. Si ya no podemos contar con el Estado para asegurar la transferencia del conocimiento desarrollado fuera de nuestras fronteras, habría sido al menos decente dar aviso para que los sectores social y privado tomaran el relevo. Sin embargo, en esto también, la soberbia le ganó a la racionalidad.

Por Ricardo Raphael

www.milenio.com

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