¿Por qué le está yendo mejor de lo previsto a la economía mexicana?

ESPECIAL, ago. 1.- Primero permítame demostrarle la diferencia entre las previsiones y las realidades.

En la encuesta sobre expectativas de los especialistas del sector privado, al comenzar enero, se estimaba que tendríamos un crecimiento de 1 por ciento para este año.

Ayer el INEGI nos reportó que en la primera mitad de 2023 crecimos a una tasa de 3.6 por ciento.

Si bien el año no ha terminado y habrá que ver cómo se comporta la economía en el segundo trimestre, con los resultados actuales, lo más probable es que el crecimiento supere al 3 por ciento.

Veamos por qué.

Considere que la economía ya no crece más en el segundo semestre del año y que el nivel absoluto del PIB permanece en lo que resta del 2023 en los mismos niveles que tuvo en el segundo trimestre.

Por simple efecto aritmético, de cualquier manera, la economía crecería a tasa anual en 2.5 por ciento en el tercer trimestre y a 1.9 por ciento en el cuarto.

El promedio sería de 2.2 por ciento y el ritmo anual sería de 2.9 por ciento.

Ese es el escenario pesimista.

El FMI acaba de revisar al alza la expectativa del PIB para este año, estimándolo en 2.6 por ciento.

Para que ese fuera el resultado, el crecimiento de la segunda mitad del año debería ser de 1.6 por ciento, lo que quiere decir que el nivel absoluto del PIB debería decrecer respecto al de junio.

Lo que tenemos más bien es un cuadro en el que el país tiene condiciones para crecer más.

Le explico.

El sector más importante de la economía en cuanto a su peso relativo en el PIB es el llamado sector terciario, que incluye los servicios y el comercio.

El último registro del INEGI nos dice que este sector equivale al 64 por ciento del total de la economía.

La industria representa el 28 por ciento y el sector primario alrededor del 8 por ciento.

El dinamismo del PIB se explica fundamentalmente por el hecho de que el sector terciario creció en el primer semestre a una tasa de 4.1 por ciento, la más alta en el conjunto de la economía.

Pues resulta que esa parte de la economía mexicana se vincula de manera más estrecha con el mercado interno, mientras que la parte más dinámica de la industria y aun del sector primario, tienen que ver con la exportación.

Si, como todo indica, veremos una desaceleración económica en Estados Unidos en la segunda mitad del año, la agroexportación y las manufacturas serán de los sectores más afectados.

En contraste, las actividades productivas relacionadas con el mercado interno resentirán en menor grado ese impacto.

La explicación del porqué de ese 4.1 por ciento del sector terciario puede encontrarse en un crecimiento del empleo formal de 3.9 por ciento al mes de junio. Aunque aún no hay cifras actualizadas para el empleo total, seguramente tienen un ritmo parecido.

El salario nominal con el que cotiza al IMSS creció a un ritmo de 11.2 por ciento a esa misma fecha, lo que implica un crecimiento del salario real en 5.8 por ciento.

La masa salarial real habría crecido así en 9.9 por ciento considerando el efecto combinado del empleo y los salarios.

Sume a esta cifra las remesas recibidas, que están por los 60 mil millones de dólares y un crecimiento del crédito al consumo por parte de la banca comercial de 12.6 por ciento en términos reales, de acuerdo con lo que el Banco de México informó ayer, y tendrá algunos de los factores que permiten un incremento significativo del mercado interno.

A diferencia de las exportaciones, estas tendencias tienden a ser más estables, por lo que el escenario más probable es que no tengan cambios relevantes en la segunda parte del año.

Por eso, aun considerando que, a tasa trimestral, en la segunda mitad del año se creciera a un ritmo que estuviera a la mitad del segundo trimestre, la economía crecería 2.3 por ciento a tasa anual en ese periodo y el promedio para el 2023 sería de 3 por ciento.

Y lo más probable es que sea mayor. Ya lo verá.

Por Enrique Quintana

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