Recuerda: no hay oscuridad tan grande que no ceda ante una simple vela. Tus sueños por pequeños que sean pueden llevarte a grandes cosas

La vida bien puede parecer a veces fácil o difícil dependiendo de los retos que en ese momento se estén enfrentando, lo que sí, nunca dejará de ser sorprendente. Sorprendente por los giros inesperados que toma, sorprendente por las sorpresas que a cada momento da, sorprendente por los resultados que se obtienen, sorprendente por las lecciones que uno aprende, pero siempre sorprendente.

A mediados del siglo XVII, la gente creía que poseíamos dos sistemas sanguíneos impulsados por espíritus, hasta que William Harvey demostró que el corazón era quien realizaba esa función; en el siglo XVIII la gente creía que la luz era blanca, hasta que Newton la descompuso con un prisma demostrando que está compuesta de diferentes colores; en el siglo XIX se creía que el calor era una sustancia invisible que recorría los metales, hasta que James Joule demostró que el calor es un estado producido por el movimiento. Estas ideas que hoy nos parecen algo normal y de sentido común en ese entonces significaron un parteaguas en la historia de la humanidad al hacernos ver el universo, la naturaleza y nosotros mismos con otros ojos.

De la misma forma, nuestra vida es un reflejo de la historia humana: ideas erradas o preconcebidas con las que crecemos, a veces limitadoras otras que solo nos confunden, pero que con nuestra misma historia y la vida con la que llenamos cada día, van cambiando hasta llevarnos a puntos de inflexión donde podemos ver un antes y un después.

Todos podemos numerar cosas que no creíamos nunca poder hacer y que ahora las vemos como parte de nuestra vida. Tal vez el nombre de María Amelia no te diga nada, se trata de una señora que nació en 1911 en Muxía (Galicia, España) y murió en 2009, ¿te imaginas el mundo a inicios del siglo XX?, pues bien esta señora en 2006 inició, a sus 95 años, un blog que todavía es conservado activo en su recuerdo. Imagínate a los 95 años comenzar un blog, y sin embargo lo hizo.

¿Qué limitación podría enarbolar uno que justificara una incapacidad para lograr algo? En un taller que me tocó dar de motivación les planteé el siguiente ejercicio a los asistentes: primero les pedí escribieran cosas que no habían hecho sea por miedo, vergüenza, etc; luego les dije que escribieran claramente las razones por las que no las habían hecho; por ultimo pedí voluntarios que leyeran sus «acciones no realizadas» y sus argumentos para no hacerlas. Cuando terminaban de leer sus argumentos mi pregunta era sencilla: ¿cómo estás tan seguro de lo que acabas de argumentarnos si NUNCA has intentado eso?

La conclusión del ejercicio era muy obvia: nosotros mismos nos vamos convenciendo de las paredes mentales que construimos sin darnos cuenta que son solo eso: ilusiones que nos permiten comodidad sin darnos cuenta que por ese confort pagamos con nuestra propia vida.

Te sugiero hagas el mismo ejercicio, pero con un paso adicional: una vez que pongas las razones por las que no has hecho algo, escribas a un lado una razón, una sola, por lo que crees valdría la pena siquiera intentarlo. Te asombraras de la reacción de tu mente al ver una ventana que se abre a las limitaciones autoimpuestas.

La vida es temporal, es fugaz, es efímera. Date la oportunidad, inténtalo. Recuerda: no hay oscuridad tan grande que no ceda ante una simple vela. Tus sueños por pequeños que sean pueden llevarte a grandes cosas.

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial – Gestión Universitaria – Liderazgo Emprendedor

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