Otra perspectiva del Plan Sonora de Energías Sostenibles

ESPECIAL, feb. 6.- El pasado 2 de febrero, más de 60 embajadores acreditados en México se dieron cita en la ciudad de Puerto Peñasco, Sonora, invitados por el Gobierno de México para visitar, según lo expresó el Canciller Marcelo Ebrard Casaubón, “la planta de energía solar más grande de América Latina”. En esta ocasión, Ebrard y el Gobernador de Sonora, Alfonso Durazo, presentaron—con bombo y platillo, y tamales además—los avances de la primera etapa de este proyecto en construcción, el cual sería sólo el inicio de un plan de creación de infraestructura estratégica mucho más grande que colocaría a Sonora como uno de los nodos hemisféricos de la transición energética a nivel global. Dicho proceso resulta de la reciente desintegración y recomposición de las cadenas de suministro después de las medidas para enfrentar la pandemia por la COVID-19, las acciones económicas globales en el periodo post-pandemia, la guerra en Ucrania y otros conflictos mundiales.

En este nuevo contexto, el Gobierno mexicano esboza una nueva narrativa y utiliza un nuevo lenguaje para definir las prioridades estratégicas de México. Así surge el llamado “Plan Sonora de Energías Sostenibles” que “destaca el papel de la actividad minera, con énfasis en la producción de litio, para lograr los objetivos de electromovilidad y descarbonización de la actividad industrial del Estado” (véase https://energiaadebate.com/de-que-se-trata-el-plan-sonora/). Pero no todo se centrará en el litio como veremos más adelante. Hablamos en realidad de un plan energético que considera la generación de energía solar y eólica, la producción de semiconductores, el desarrollo de la industria del gas natural licuado y la desalinización del agua (para su venta a Estados Unidos), entre otros proyectos potenciales. Para Ebrard, Plan Sonora es “una síntesis regional del cambio de modelo energético del país”.

Plan Sonora parece apoyar todos y cada uno de los puntos en la agenda de transición hacia energías renovables que promueven actualmente los países más ricos del bloque occidental. Al mismo tiempo, acerca a México cada vez más a las agendas de sus socios en Norteamérica, lo cuales sí forman parte del denominado “Norte Global” (Estados Unidos y Canadá). Es muy interesante el discurso de los funcionarios de Gobierno mexicanos (a nivel federal y estatal, destacando el del Canciller y el del Gobernador Durazo) que—como déjà vu de la era previa a la aprobación del TLCAN y en los primeros años de la implementación de dicho acuerdo comercial—prometen gran desarrollo, derrama de recursos empresariales hacia el resto de la sociedad, empleos numerosos, carreras y profesionalización para nuestros jóvenes y toda una serie de prebendas. Todo lo anterior, en la práctica, parecería ser sólo un “sueño guajiro” para un país tercermundista que se convertiría al final en un consumidor de productos chatarra y otros excedentes del Norte Global, así como en un simple maquilador para sus ricos socios comerciales.

En tiempos de negociación y promoción del TLCAN, parecían nuestros políticos decir: ¡vengan los capitales, aquí están los peones! Muchas empresas mexicanas quebraron y muchos mexicanos—antes emprendedores—se volvieron empleados de empresas transnacionales o tuvieron que emigrar a los Estados Unidos. En la nueva era de transición hacia las energías renovables y escuchando a los funcionarios de Gobierno federales y sonorenses hablar de las múltiples bondades y ganancias potenciales para nuestro país de Plan Sonora, no puedo más que pensar en esa generación de tecnócratas inflados de los periodos salinista y zedillista. No puedo dejar de pensar en esos burócratas jóvenes poco experimentados—algunos recién egresados de posgrados en universidades del extranjero—que creyeron siempre al pie de la letra en la teoría de la ventaja comparativa y en toda una serie de principios falaces en los que se basaba entonces el modelo neoliberal impuesto en el seno del denominado “Consenso de Washington”.

En la era de la Cuarta Transformación que surge supuestamente de una crítica fundamental al denominado “neoliberalismo”, y en el marco de un Gobierno aparentemente nacionalista y soberanista, pero efectivamente “progresista” donde los “pobres” supuestamente van “primero”, se vuelven a utilizar discursos grandilocuentes que parecen apoyar totalmente las agendas y la lógica del gran capital. Detrás de estos optimistas funcionarios mexicanos—quienes se caracterizan generalmente por su falta pericia, su casi nula experiencia (comparada con la de sus contrapartes del Norte Global), y a veces por su mezquina ambición—se encuentran los hábiles diplomáticos que representan los intereses económicos y políticos de sus principales socios comerciales. Ellos, como lobistas o cabilderos de gran experiencia en el ramo del comercio o la energía, les propinan regaños o palmaditas a nuestros nuevos tecnócratas para asegurarse de que respetarán los intereses de las principales empresas transnacionales que tienen centros de operación en sus países respectivos.

Hasta ahora, Plan Sonora es sólo una promesa de proyecto que generaría potencialmente riqueza y desarrollo en una era de transición hacia energías renovables. Éste se inauguraría con una planta fotovoltaica, que es sólo la primera parte de un proyecto muchísimo más grande; pero estarían por venir otras muchas obras—y aún no es claro cuántas más, ni cómo se financiarían. En efecto, no es claro exactamente cuántos recursos se necesitarán para hacer esto posible, cuál será el papel de México y el de sus socios comerciales exactamente, ni cómo se beneficiará nuestro país efectivamente. Sabemos poco de Plan Sonora, puesto que la información respectiva se nos ha brindado a cuenta gotas. Tampoco se nos ha compartido un análisis de impacto ambiental claro, ni un análisis costo-beneficio por la vía oficial.

Lo que realmente preocupa del proyecto—que se inauguró con un festín de tamales para lobistas y embajadores en el día de la Candelaria—es la deuda que ya se anticipa y que México tendría que adquirir para hacer posible este plan. Según entendemos algunos, la materialización de Plan Sonora nos puede convertir simplemente, como en el caso del TLCAN, en un país maquilador de energía, en el marco de un nuevo acuerdo verde global. El canciller Ebrard anticipó una deuda extraordinaria para realizar lo que considera “la inversión más grande de la historia” de México en el rubro de las energías renovables. Incluso estimó una inversión de 48 mil millones de dólares (48 billion dollars- para efectos del sistema financiero internacional) para realizar un plan que permitiría al país “reducir entre 22 y 35% sus emisiones de gas de efecto invernadero para 2030”. Todo esto resulta muy ad hoc y en apoyo a los intereses o agendas estratégicas de las economías del Norte Global. De nuevo, parece un déjà vu, si pienso en el periodo salinista que favorecía un modelo económico de corte claramente neoliberal.

Al parecer, Plan Sonora se ancla al aprovechamiento del litio, pero hay mucho más. El intento fallido de reforma al sector eléctrico desembocó en una reforma a la Ley Minera que nacionalizó la explotación del litio en México; pero al final se deja abierta la puerta a la inversión privada en este sector. Esto queda claro con Plan Sonora. La diferencia es que con las modificaciones a la ley, China sale de la ecuación y pareciera ser que las inversiones más importantes se reservarían para los socios de México en el marco del T-MEC (Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá).

Pero como dije antes, Plan Sonora promete ir mucho más allá del litio. Pareciera ser un gran proyecto que endeudaría mucho a nuestro país y lo haría mucho más dependiente de Estados Unidos (por el financiamiento y la tecnología que nos ofrecerían nuestros socios a cambio de un costo oneroso, al parecer). Además, el plan convertiría a México en maquilador de energía y otros productos nuevos (como semiconductores, baterías de litio y otras piezas para autos eléctricos). También lo transformaría en proveedor de materias primas nuevas y recursos estratégicos, como el lito, las tierras raras y, fundamentalmente de agua—a través de la construcción de una megadesaladora de agua en, nada más y nada menos que Puerto Peñasco.

Llama la atención que, con respecto a este último tema, el Gobierno mexicano no haya brindado información precisa alguna. Yo conocí sobre el proyecto apenas en diciembre del año pasado en una conversación que sostenían funcionarios estadounidenses. Pero aquí casi nadie sabe nada; aunque el Gobernador y el Presidente mexicano sí están informados. ¿Ya lo habrán negociado? Ya varios analistas sonorenses levantan la ceja al revisar los planes del Gobierno de Arizona, así como los reportes de agencias estadounidenses y principalmente la prensa del otro lado de nuestra frontera. Me refiero en específico al plan para la construcción de una planta desalinizadora de agua en Puerto Peñasco para abastecer del líquido vital a los habitantes de Arizona, principalmente a la región de Phoenix.

La evaluación de este proyecto requiere de un análisis muy completo por técnicos expertos y en medios especializados. Sorprende e irrita la secrecía con la que parecen estarse manejando el Gobierno federal y el Gobierno de Sonora. Parece escandaloso que un proyecto de tal envergadura y posible impacto ambiental y económico para México no esté comunicándose a los mexicanos por parte de sus gobiernos. Sin embargo, existe importante información del lado estadounidense de la frontera. Los medios, las empresas participantes y el Gobierno de Arizona nos dan cuenta de este gran proyecto potencial que podría tener efectos ecológicos nefastos para el Mar de Cortés y para la flora y la fauna del estado de Sonora. Al mismo tiempo, no queda claro cuál será el compromiso financiero por parte de nuestro país para participar en ese proyecto—que quizás también nos dotaría de algo de agua (aunque esto no es seguro)–debido a que supuestamente la energía eléctrica para operar la planta se producirá en Arizona y no lo haría la CFE. Es decir, además del “cochinero” que nos pueden dejar en nuestro territorio, la desaladora sería para Estados Unidos un negocio redondo—o así lo parece ser.

En relación con un megaproyecto de muy dudosa conveniencia para México, vale la pena leer o escuchar los interesantes análisis y revisar los textos de opinión de los expertos sonorenses con respecto a este tema. Recomiendo dos notas recientes breves, pero muy importantes, escritas por Oscar Serrato y Nicolás Pineda:

Aquí la información:

1. https://www.elimparcial.com/staff/oscar-serrato

2. https://www.elimparcial.com/columnas/Comportamientos-extranos-en-torno-a-la-desaladora-internacional-20230203-0007.html

Existe mucha más información con respecto al tema. La mayor parte de la misma se puede encontrar en la prensa y plataformas electrónicas de medios y empresas estadounidenses. Una pequeña muestra de documentos para quienes estén interesados se incluye aquí abajo:

– https://www.enr.com/articles/55659-arizona-advances-55b-mexico-desalination-plant-proposal

– https://www.azcentral.com/story/news/local/arizona-environment/2022/12/21/arizona-piping-mexico-water-desalination-colorado-river-dwindles/69745907007/

– https://www.azcentral.com/story/opinion/op-ed/joannaallhands/2022/12/19/arizona-needs-water-is-mexico-desalination-plant-answer/69737646007/

– https://tucson.com/opinion/local/local-opinion-desalinating-sea-of-cortez-is-the-wrong-path/article_140259a6-89d1-11ec-bcde-a788bf87578e.html

– https://azcapitoltimes.com/news/2022/12/20/duceys-desalination-plan-clears-first-hurdle/

También existen interesantes análisis de opinión preliminares por parte de ambientalistas, empresarios y funcionarios gubernamentales del estado de Arizona. Sorprende y molesta que pareciera—según la información accesible del otro lado de la frontera—que nuestros vecinos ya dan por hecho la materialización del proyecto y que nosotros los mexicanos no hayamos sido informados por nuestros propios gobiernos. De nuevo, ¿ya lo habrán aceptado y negociado? Creo que merecemos una explicación al respecto porque en Arizona ya hablan de cantidades y plazos, y ya se ha elegido a la empresa que estará a cargo (IDE Technologies con base en Israel y apoyada financieramente por Goldman Sachs).

El Presidente López Obrador hizo recientemente una mención muy escueta al respecto del proyecto de la desalinizadora—que promete ser la más grande de la región (algunos dicen que del mundo)—y el Gobernador Durazo se quiso desentender de un señalamiento que lo colocaba como un actor que conocía perfectamente el proyecto y que estaba de acuerdo con su ejecución. Aquí comparto un video en la plataforma sonorense Proyecto Puente, donde se explica el proyecto y sus grandes bemoles, y más adelante se comunica la postura del Gobierno en voz del un comunicador que pareciera ser poco crítico y muy a fin a la 4T, Luis Alberto Medina. Juzgue usted. Ya no sabe uno ni qué creer.

Derivado de lo delicado del asunto y de los posibles impactos nefastos para nuestro país, nuestra economía quizás (por eso de que vamos a consumir electricidad de Arizona y no la vamos a producir en México) y el medio ambiente en general, es importante estudiar bien este proyecto y otros proyectos parecidos que han fallado y que involucran a actores similares. Prometo entonces un análisis muy a conciencia del proyecto de la megadesalinizadora de agua en Puerto Peñasco, Sonora en una próxima entrega. Actualmente trabajo en un documento mucho más especializado al respecto que resumiré en una columna de opinión subsecuente.

Sr. Presidente:

Nuestras críticas al Plan Sonora derivan de un interés genuino en promover los intereses nacionales. Créanos que no es un esfuerzo de torpedeo a las acciones de su Gobierno. Nosotros formamos parte de su base y fuimos una especie de “adelitas” en la defensa del petróleo y en el intento de lograr una contrarreforma energética o reforma al sector eléctrico el año pasado. Le pedimos congruencia en su proyecto de Gobierno y en el cumplimiento de sus promesas de campaña. Plan Sonora nos recuerda a las promesas del neoliberalismo salinista, ahora realizadas en una era neoliberal moderna de transición energética en el marco de un nuevo acuerdo verde que beneficiará al gran capital transnacional… como siempre.

No queremos gobiernos vendepatrias; no votamos por uno así. Si se materializa la deuda que anticipó el Canciller y se transita en la ruta que marcó también el aspirante presidencial en Puerto Peñasco (junto a embajadores y experimentados lobistas internacionales)—sin darnos ustedes a los mexicanos información puntual sobre impacto ambiental, ni un análisis costo-beneficio concreto—no podremos más que pensar en que tenemos un Gobierno que no busca la transformación, Es decir, pensaríamos que tenemos un Gobierno entreguista y neoliberal, que nos heredará una deuda como en las épocas más obscuras de los gobiernos “vendepatrias” que usted tanto criticó. Esperemos no sea así. Confiamos en la Cuarta Transformación. No nos defrauden.

Por Guadalupe Correa-Cabrera

www.sinembargo.mx

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