Signos de esperanza
Mons. Sigifredo Noriega Barceló
“Mis ojos han visto al Salvador” Lucas 2, 22-40
En este día -esperado y preparado- se echan al vuelo diversas tradiciones: unas, se refieren al Niño Jesús que es levantado y estrena vestiduras de diversos oficios; otras, se refieren a María portando candelas cumpliendo el rito de la purificación. La fiesta popular se hace con las deudas del día de Reyes. La imaginación creativa de nuestra gente es admirable. De cualquier modo, la fiesta contiene y alimenta buenas dosis de esperanza. Además, ahora cae en día domingo.
En los textos bíblicos proclamados y escuchados este día sobresalen varios personajes: María y José que llevan al Niño Jesús al templo; los ancianos Simeón y Ana que representan al pueblo fiel y pobre de Israel. Celebran dos ritos: la purificación de María: toda mujer, después de dar a luz, quedaba legalmente impura cuarenta días… Y la presentación de Jesús: todo primogénito varón debía ser consagrado a Dios, le pertenecía y debía ser rescatado… Todo sucede en la confianza de que Dios siempre cumple sus promesas. La esperanza contiene esa garantía.
Hace cuarenta días celebramos el nacimiento de Jesús. La octava, el tiempo de Navidad y la Epifanía nos han proporcionado el ambiente para contemplar y agradecer el gran misterio de amor de parte de Dios que viene a nosotros en la persona de Jesús, nuestra esperanza. Cuarenta días después, la liturgia de la Iglesia pone ante nuestros ojos a Jesús niño que es presentado en el templo. En este escenario aparecen Simeón y Ana. Profundamente religiosos, mantienen viva, a pesar de su edad avanzada, la esperanza del Mesías y la inminente liberación del pueblo. Dios es fiel, siempre cumple sus promesas.
“Ahora, Señor, puedes dejar morir en paz a tu siervo…” es el cántico de Simeón que la liturgia pone en la oración de la noche. Ya se ha inaugurado la etapa final de la historia humana; se ha dado la irrupción total de Dios en la historia mediante el Mesías esperado. Simeón y Ana han visto lo que esperaban. Se han dejado mover por el Espíritu, pueden morir en paz.
La Iglesia celebra este año el Jubileo 2025, un tiempo propicio, de gracia, la gran oportunidad de volver a Jesús, luz de todos los pueblos. No es fácil aceptar su mensaje, ni su mesianismo; tampoco lo fue para María y José cuando tuvieron que regresar a casa con la profecía a cuestas de “Jesús será signo de contradicción” y “una espada atravesará tu corazón”. Sin embargo, en la familia de Nazaret, Jesús crece y se fortalece, se llena de sabiduría y la gracia de Dios le acompaña.
La fiesta que celebramos este día nos anima a seguir el camino de Jesús y a ser signo de esperanza para todos. Que seamos como Ana que experimenta el cumplimiento de las promesas divinas y habla de ello a todos. Que seamos como la familia de Nazaret que integra los ritos celebrados con/en la vida de cada día. Dejémonos guiar por el Espíritu para descubrir la presencia liberadora de Dios en lo cotidiano, con sus contradicciones y oportunidades.
Con mi afecto y bendición.
Originario de Granados, Sonora.
+ Obispo de/en Zacatecas