A veces nuestra fe es tan grande que no nos cabe dentro y tiene que salir… salir a hacer milagros
La complejidad de la vida misma, las limitaciones que como humanos tenemos, así como los retos a los que constantemente nos enfrentamos, requieren necesariamente de que en nosotros exista una fuerza que nos lleve a avanzar hacia el logro de nuestras metas incluso teniendo todo en contra, a esa fuerza la podemos llamar fe y al logro de las metas, en condiciones tan adversas, bien podemos llamarla milagros.
Según la página definición de, un milagro “es una situación, un fenómeno o una acción que no puede explicarse a partir de los principios naturales y que, por lo tanto, es imputado a la participación de una entidad divina”. Si quisiéramos extrapolar esta definición hacia las luchas que constantemente como individuos y como sociedad experimentamos, no podríamos menos que aceptar que en muchas ocasiones los milagros parecen aparecer en nuestra vida.
La aseveración anterior no debe ser difícil de entender ni mucho menos de aceptar. Piensa en esto: la definición de milagro claramente señala que el fenómeno experimentado “no puede explicarse a partir de los principios naturales”, ¿en cuántas ocasiones has estado en una situación donde lo más natural era que el resultado de tus acciones o tus esfuerzos fuera otro pero que gracias a la tenacidad lograste lo imposible?
Si dejamos que todo fluya naturalmente es obvio que lo que obtendríamos en la vida sería mucho muy distinto de aquello que obtenemos cuando aplicamos nuestra energía, nuestro esfuerzo y nuestro ingenio. Ahora que si le sumamos a esto las adversidades que en muchas ocasiones remontamos y que naturalmente llevarían a otro resultado, no puede menos que entenderse y aceptarse la existencia de verdaderos milagros en nuestra vida.
El presente razonamiento no busca llevar la definición y el entendimiento de lo que son los milagros por un camino diferente al formalmente aceptado, sino más bien llevar tu atención al hecho de la confluencia de circunstancias en nuestras vidas que nos permiten remontar la adversidad y llegar a buen puerto aún teniendo todo en contra.
Pero para lograr lo anterior se requiere de fe. Fe en nosotros mismos, fe en nuestros sueños, fe en nuestras posibilidades. No una fe que crea solo por creer sino una fe basada en que somos entes pensantes, sintientes y actuantes y que reunimos en nosotros mismos todo lo que ha hecho grandes a otras personas a lo largo de la historia humana.
¿O acaso crees que los grandes hombres y mujeres de la historia han sido gente diferente de ti? Eran iguales a ti: sentían, temían, amaban, odiaban, lloraban, reían, y al igual que tú, tenían un sueño, una meta, un deseo tan fuerte que prácticamente los consumía y los impelía a avanzar sin descanso, sin fatiga, sin claudicación.
Si no crees en el párrafo anterior te propongo lo siguiente: mencióname tres grandes personajes y dime, según tú, que tenían de diferente o de extraordinario a ti. Esta reflexión deberá llevarte a reconocer que incluso en muchas ocasiones estaban con mayores desventajas que las tuyas y aun así salieron adelante, y si ellos pudieron ¿por qué tu no?
Si crees que lo imposible es posible, que lo increíble es creíble y que lo irrealizable es realizable, entonces eres parte de ese grupo de gentes que se levanta de su condición humana para tocar con sus dedos lo divino, después de todo a veces nuestra fe es tan grande que no nos cabe dentro y tiene que salir… salir a hacer milagros.
Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial – Gestión Universitaria – Liderazgo Emprendedor
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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/1Uz0qDgRjTM
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