Para lograr sueños… ¡lo primero es tenerlos!
En la vida todos queremos ser alguien, todos queremos lograr algo, pero la premisa para ello es precisamente el saber qué queremos ser y qué queremos lograr, pero sobre todo por qué y para, solo así no solo seremos y tendremos sino aun más importante aún, trascenderemos.
Todos conocemos la reflexión del escultor que después de mucho trabajo en su taller muestra al público una obra de gran belleza; al ser felicitado por la obra que había esculpido, el escultor de manera humilde señala «la escultura ya estaba ahí, lo único que yo hice fue quitar lo que estaba de más».
Nuestra vida misma es como la escultura anterior, en nosotros está el germen de todo lo que podemos ser, de todo lo que podemos lograr; solo que, como el escultor de la historia, necesitamos quitar todo aquello que está de más y que en ocasiones, sino es que siempre, funciona como lastre.
Un dicho en tono de broma dice que «el que tenga perro que lo amarre, y el que no pues no». Es algo por demás lógico que raya en lo absurdo, pero de ese absurdo podemos sacar una instrucción para la vida: para amarrar un perro tenemos que tenerlo, pues bien, para lograr un sueño de igual forma tenemos que primero tenerlo.
En otras ocasiones en artículos previos hemos mencionado esto de los sueños. Un sueño no es una ideación, no es una fantasía, no es algo abstracto en lo que nos regocijamos con solo imaginarlo, por el contrario, al menos en la manera que nos referimos cuando en esta serie de artículos los mencionamos, un sueño es aquello interno que nos mueve, lo que nos motiva a ser mejores, lo que nos permite sentirnos vivos, en pocas palabras, lo que le da sentido a nuestra vida.
Ahora bien, ¿todos tenemos sueños por los que vale la pena vivir? En una ocasión en un taller de liderazgo hice esta pregunta, obvio que nadie dijo que no, así que pregunté si conocían a alguien que ya no tuviera sueños, uno levantó la mano y platicó de un conocido que ya no tenía lo que llamaríamos esperanzas por las cosas que le habían tocado vivir, que sentía que su vida no tenía sentido y que no valía la pena seguir adelante.
Luego le pregunte a la persona que nos hablaba de esta persona si alguna vez en todo este tiempo que lo conocía, incluso en este estado de ánimo, lo había visto alegre, motivado, ¡lo que diríamos vivo! Comenzó a darnos dos o tres ejemplos en los que su amigo prácticamente era otro, la vida le volvía al cuerpo y su forma de ser, de ver, de hablar, era otra.
La conclusión, tal vez simplista, era obvia, la persona de la que hablábamos realmente no es que no tuviera algo que lo animara, que lo llenara de vida, que realmente lo motivara, lo que pasaba es que la mayor parte de su tiempo lo dedicaba a lo contrario, luego entonces la vida le parecía sin sentido en general.
Este mismo ejercicio podemos todos y cada uno de nosotros aplicarlo en nuestra vida, ¿qué es lo que mayormente hacemos?, ¿qué es aquello que realmente nos llena de gozo y satisfacción?, ¿cuánto le dedicamos a una actividad y a otra?, ¿qué nos impide dedicarle más a lo que nos hace vibrar por dentro y por fuera? Si haciendo un balance de vida ésta te parece satisfactoria y tienes motivos para estar agradecido ¡enhorabuena!, pero si no es así, tal vez debas sentarte y pensar bien que quieres hacer de este pequeño interludio consciente que se te ha permitido experimentar, después de todo recuerda que para lograr sueños… ¡lo primero es tenerlos!
Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial – Gestión Universitaria – Liderazgo Emprendedor
www.rocefi.com.mx
Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/J0jnAbFAJrE
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