El enigma Ebrard
ESPECIAL, sep. 22.- Lo que hará Marcelo Ebrard con su nueva agrupación es un enigma porque nosotros no lo sabemos, pero no es una incógnita porque él si lo sabe. No sabemos si se enojó o si parece que se enojó. No sabemos si lo sorprendieron o si la vio venir desde antes. No sabemos si su jefe lo engañó o si él engaña a su jefe. Por eso es un personaje interesante. Un político sin secretos es tan insípido como un taco sin salsa.
Desde luego, a toda persona más o menos normal le molesta que la derroten, que la ridiculicen o que la trampeen. Podríamos sintetizar nuestro pasado sin mucho laberinto para ayudarnos a adivinar el futuro del excanciller. Evoquemos cinco episodios sucesorios notables. En dos ocasiones los enojados obtuvieron victorias, en otras dos repitieron su derrota y en un caso ni ganó ni perdió.
Comencemos con Manuel Camacho, quien fuera un jefe, un maestro y un ejemplo para Ebrard. Ante su derrota, Camacho hizo un berrinche todavía memorable. Peleó sin sentido contra Carlos Salinas y denostó sin motivo a Luis Donaldo Colosio. Dicen las malas lenguas que hasta tuvo que ver con el alzamiento en Chiapas y con el magnicidio en Tijuana.
Todo esto carece de prueba alguna, pero todo junto lo ha colocado no en las letras de la historia, sino en las letrinas de la historieta. Se enojó y perdió. A pesar de tantos brincos, jamás logró ser presidente y ni siquiera estuvo cerca de ello. Es de suponer que Ebrard no quiera repetir los disparates de su mentor.
Un segundo caso lo protagonizó Ezequiel Padilla. Al no verse favorecido, pero sentirse merecedor se apartó del presidente y de su partido. Fundó su propia organización partidista muy efímera y se lanzó como candidato. Se enojó y perdió. Fue vencido en proporción de 4 a 1, que en futbol equivaldría a una goliza de 15-0. Para acabarla, más tarde se contentó, regresó al redil y obtuvo nueva chambita. Pero la historia lo olvidó.
Nuestro tercer personaje fue Javier García Paniagua. Muy acorde con su carácter, se enojó muchísimo. Pero muy acorde con su lealtad y con su dignidad, se limitó a renunciar a sus cargos. Jamás habló mal del presidente que no lo eligió ni del presidente que resultó preferido. En silencio, en lealtad y en valentía, se retiró de la política. Hoy, su recuerdo nos provoca respeto.
El cuarto actor sería Ernesto Zedillo. A diferencia de los anteriores su enojo fue soterrado. Lejos de alejarse, se acercó. Buscó colaborar en la campaña del elegido. Cambió su frustrado anhelo presidencial por un anhelo secretarial. Se hizo coordinador de campaña y se apuntó tan sólo para secretario de Hacienda. Pero sucedió que el candidato titular fue asesinado y Zedillo se convirtió en candidato sustituto. No se enojó y ganó. Sin gritos ni sombrerazos, logró ser presidente de la República.
Nuestro quinto y último invitado se llamó Álvaro Obregón. Como los anteriores, se enfureció con la jugarreta que le hicieron. También juntó a los suyos y su organización se llamó Plan de Agua Prieta. Derribó al gobierno, mató al presidente y se ganó la banda presidencial. Como siempre en su vida, resultó victorioso. Se enojó y ganó. Pero tengamos en cuenta que los arrestos de Obregón no han tenido otro igual en nuestra historia.
Vamos a ver cuál de esos caminos son el enigma de Marcelo Ebrard. Quizá hacerles la mala obra a López Obrador, a Claudia Sheinbaum y a Morena. Está en posición de dañarlos mucho. Todo lo que diga de ellos, se tendrá por cierto, aunque no lo fuera. Su palabra tiene crédito ilimitado, no por ser sincero, sino por ser cercano.
El enojo tiene precios que pueden ser muy altos. En el escándalo Watergate, Richard Nixon perdió por enojarse. En el escándalo Lewinsky, William Clinton ganó por no enojarse. En Alabama, en Berlín y en los misiles, John Kennedy ganó por enojarse. Y algunos dicen que por pelearse perdió en Dallas. En la política hay tres reglas imperativas. La primera es no enojarse. La segunda es no quejarse. La tercera es no olvidarse.
Información de www.excelsior.com.mx