Julio Iglesias cumple 80 años sin esclarecer las sombras de su vida: una demanda de paternidad, una fortuna opaca y su regreso a los escenarios
ESPECIAL, sep. 17.- “Soy de aquellos que viven buscando un lugar, soy quijote de un tiempo que no tiene edad. Soy aquel vagabundo que no vive en paz, me conformo con nada, con todo y con más”. La noche del 12 de septiembre de 1983, Julio Iglesias comenzó su concierto en el Santiago Bernabéu cantando Quijote, éxito de su disco Momentos. El artista interpretó ese y otros temas de su repertorio ante 100.000 seguidores, 10.000 de ellos sentados en localidades desde las que no podían seguir visualmente la actuación. Tras los bises, salió del estadio en una furgoneta de la Policía Nacional para llegar a tiempo a su hotel, donde tenía que recoger 26 discos de platino. Estaba a punto de cumplir 40 años y acariciaba la cima de la fama. Acababa de romper el récord Guinness por haber vendido más discos en más idiomas distintos que ningún otro artista en la historia ―100 millones en seis idiomas―, estaba negociando un contrato de publicidad multimillonario con Coca-Cola y ultimando el lanzamiento de su primer disco en inglés, 1100 Bel Air Place, con el que un año después vendería más de ocho millones de copias en el mundo.
Han pasado 40 años de “la noche mágica del Bernabéu” y Julio Iglesias es un mito viviente. Ha publicado 80 álbumes, ha vendido más de 300 millones de copias, ha cosechado 2.600 discos de oro y platino, ha cantado ante 60 millones de espectadores en los cinco continentes, se ha casados dos veces, tiene ocho hijos reconocidos (y una demanda de paternidad) y, según la leyenda, se ha acostado con 3.000 mujeres (algo que él ya ha desmentido). El próximo 23 de septiembre cumplirá 80 años, y tiene más motivos para celebrar: 55 años de su triunfo en el Festival de Benidorm con su clásico La vida sigue igual; 30 de su dueto con su máximo ídolo, Frank Sinatra; y 10 desde que fue coronado como el artista latino que más música ha vendido en la historia. Pero Iglesias no quiere grandes festejos u homenajes públicos. Tampoco tiene previsto lanzar nuevas canciones o discos. “De momento no hay nada”, confirman a EL PAÍS desde su discográfica, Sony Music.
En septiembre de 1983 organizó fiestas multitudinarias a ambos lados del Atlántico para celebrar su 40º cumpleaños. En Nueva York lo hizo con Charles Aznavour, Raquel Welch, Carolina Herrera, Aileen Mehle y Cornelia Guest. Y en París, con Ursula Andress, Dalida y Mireille Mathieu. Ahora, a sus 80, Iglesias no quiere fastos públicos. Tal como dijo al periodista Jaime Peñafiel este sábado, espera celebrarlo con su mujer y sus hijos y nietos, aunque no sabe cómo ni dónde. “En las Bahamas, en el avión, todavía no sé dónde”, explicó en El Mundo. Según ha podido saber este periódico, ha rechazado todas las invitaciones a participar en actos y especiales televisivos dedicados a su vida y carrera y ha expresado sus reticencias a la creación o emisión de este tipo de formatos. Hay un biopic sobre su vida que no encuentra plataforma. La empresa que lo ha producido, Weekend Studio, no ha respondido a las peticiones de este periódico. Sí se emitirán dos documentales en su honor, en TVE y Telecinco. El de la cadena pública, titulado Papá cumple 80, cuyo primer capítulo se emitió el miércoles, parece tener su bendición. Sus hijos mayores, Chábeli y Julio José Iglesias, y amigos como Ana García Obregón y Susana Uribarri han participado en el proyecto. La productora del formato, Beta Entertainment, no ha querido confirmar a EL PAÍS si la estrella de la canción ha colaborado de alguna manera en su realización.
Iglesias lleva casi cinco años alejado de la escena pública, aunque empezó a marcar distancia de los focos mucho antes. Fue en 2011 cuando anunció en Madrid su retirada de los actos públicos. “Este es el último reconocimiento al que asisto”, dijo entonces. “A partir de ahora ya es salir al escenario y hacer una vida retirada de todos estos actos”, añadió. Sus últimas actuaciones fueron antes del estallido de la pandemia, en 2019, y, según ha podido saber este periódico, por ahora no tiene planes de volver a actuar. “Ni giras ni conciertos, nada”, insisten desde Sony Music. Hace unos meses, Julio José Iglesias, su segundo hijo con Isabel Preysler, anunció que su padre regresará a los focos para cantar en el acto de inauguración del nuevo Bernabéu, previsto para diciembre. “De momento, no tenemos ninguna información oficial al respecto, ni siquiera sobre la fecha de inauguración del estadio”, aclara a EL PAÍS una portavoz del Real Madrid.
En torno al astro impera una férrea ley del silencio. Su sobrino, Jorge Iglesias, que trabajó con él durante años, declina hablar. “Yo no quiero ser portavoz de la familia”, se excusa. Su representante, Juan Velasco, y su antigua mano derecha, Toncho Nava, no contestan. Sus hijas pequeñas, Victoria y Cristina Iglesias, fruto de su matrimonio con la exmodelo neerlandesa Miranda Rijnsburger, son dos aspirantes a influencers, pero llevan varios años sin publican fotografías en sus perfiles de Instagram. Julio Iglesias vive escondido, recluido en su particular Triángulo de las Bermudas, entre la isla privada de Indian Creek, en Miami; Punta Cana, en República Dominicana; y las Bahamas. En mayo de este año él mismo aclaró en sus redes sociales que ha optado por “un pequeño tiempo de soledad” para escribir sus memorias, un proyecto que comenzó hace más de siete años. “Es la edad y el momento justo para hacerlo”, dijo en 2017 cuando anunció el proyecto editorial. El libro todavía no ha visto la luz ni tiene fecha de publicación.
Su larga ausencia alimenta los rumores sobre su salud. En 2020, se publicaron fotografías de él bajando a la playa en República Dominicana con ayuda de dos empleadas. Las imágenes desataron especulaciones que él mismo desmintió. En su mensaje en redes sociales en mayo volvió a negar que tuviera problemas de salud y dijo estar “DPM” (de puta madre). “Vuelvo a leer por todos los sitios que estoy en una silla de ruedas, con la mente perdida y que ni siquiera recuerdo mis canciones. Cómo se puede ser tan mal intencionado”, escribió. César Lucas, fotógrafo que lo acompañó en sus comienzos, achaca su desaparición a “pura coquetería”. “Es muy presumido. Él sabía cuál era su lado bueno, el perfil que le gustaba a su público, y solo quería ser retratado de ese lado”, explica. Lucas trabajó con el cantante hasta 1976, cuando Iglesias le ofreció irse con él a Estados Unidos. El fotógrafo rechazó la oferta para trabajar en EL PAÍS, diario que acababa de ser fundado. “Mi decisión le sorprendió y molestó. ‘¿Cómo vas a dejarme para ser empleado de un periódico? Te ofrezco un whisky y te quedas con un vaso de agua’, me dijo”. No obstante, han seguido en contacto todos estos años. “Aunque hace tiempo que no hablo con él. No tengo noticias suyas, ni buenas ni malas”.
A punto de cumplir 80 años, Julio Iglesias está rodeado de misterios que él mismo no tiene intención de aclarar. Javier Sánchez Santos, que lleva tres décadas alegando ser su hijo, continúa su batalla legal para ser reconocido. En 2019, un juez de Valencia falló que era hijo del artista, admitiendo como prueba un test genético que se hizo rescatando de la basura una servilleta y una botella de plástico usadas por Julio José Iglesias Jr. (la prueba arrojó como resultado un 99% de coincidencia). El magistrado también tuvo en cuenta todas las negativas del artista a hacerse una prueba de paternidad y el asombroso parecido físico entre ambos. El cantante recurrió ante la Audiencia Provincial de Valencia y consiguió que la justicia considerara el asunto como cosa juzgada dado que su supuesto hijo ya había promovido otras acciones judiciales anteriormente. El Tribunal Supremo, el Constitucional y el Tribunal de Derechos Humanos siguieron ese mismo criterio.
“La Audiencia Provincial, el Supremo, el Constitucional y Estrasburgo fallaron que el caso no se podía reabrir, que no se podía volver a debatir si Javier era o no hijo de Julio, pero nadie dijo que Javier no fuera su hijo”, explica Fernando Osuna, abogado de Sánchez Santos. Ahora el caso está en un tribunal de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra (Suiza). Según el letrado, el proceso se puede demorar dos años o más. “Pero Javier está muy tranquilo porque ya sabe quién es su padre. Nadie le puede quitar eso”, cuenta Osuna, que también llevó los casos de José Daniel Arellán contra Carlos Baute y el de Manuel Díaz El Cordobés contra Manuel Benítez El Cordobés.
Si el caso no prospera en la ONU, el abogado baraja demandar a Iglesias en un tribunal de Estados Unidos o demandar a uno de sus ocho hijos legítimos, para que un juez declare que su cliente es hermano de ellos. “Javier solo quiere hablar con su padre, tener un encuentro con él. No quiere dinero”, concluye Osuna. Pero en juego hay una inmensa fortuna que, como casi todo en la vida del artista, está envuelta en misterio y opacidad.
En 1978, el cantante se instaló en Miami para empezar a construir su carrera internacional. Su representante de entonces, Alfredo Fraile, supervisó el trabajo de ingeniería fiscal para que no tributara en España. El propio Fraile, fallecido en 2021, contó que contrató a los asesores fiscales de la familia del sah de Persia en Nueva York, quienes le aconsejaron buscar refugio en algún paraíso fiscal. Según los Papeles de Pandora, Iglesias está vinculado a una veintena de sociedades offshore, todas ellas gestionadas por Trident Trust, un despacho de la isla de Jersey especializado en la creación de sociedades de este tipo. Tal como reveló EL PAÍS en 2021, el cantante utilizó esas empresas para adquirir propiedades por valor actual de unos 105 millones de euros y un avión privado Gulfstream G450 de 17 millones de euros, entre otros bienes. Esta red societaria está controlada por un fideicomiso, el instrumento más opaco para controlar bienes en el extranjero, el Julio Iglesias de la Cueva Revocable Trust, creado en 1995 en las Islas Vírgenes Británicas.
Julio Iglesias es uno de los cantantes más ricos del mundo. Según Forbes, su fortuna asciende a unos 800 millones de euros. Suficiente dinero como para no tener que volver a subirse a un escenario. En septiembre de 1983 cerró su legendario concierto en el Bernabéu entonando la letra de Volver a empezar (Begin the Beguine), éxito de su disco De niña a mujer: “Hoy, al ver que ya todo acabó, qué no daría para volver a empezar…”. Esa noche sus fans lo despidieron coreando: “No te vayas Julio”, “vuelve pronto, te queremos”.
Por Martín Bianchi
elpais.com