Presidente y director de campaña: las reglas de la sucesión en Morena fueron redactadas por López Obrador en Palacio Nacional

ESPECIAL, jul. 15.- Andrés Manuel López Obrador ha sido de principio a fin el conductor absoluto de la sucesión presidencial en su partido, Morena. No solo supervisa la contienda que libran los aspirantes a sucederlo, sino que ha sido la mente maestra que diseñó todo el proceso interno. Hasta ahora se conocía que López Obrador había trazado la hoja de ruta que debía seguir el partido para definir la candidatura presidencial. Pero EL PAÍS ha confirmado que el presidente de México, de hecho, escribió de su puño y letra las reglas de la contienda y las entregó al partido para que fuesen aprobadas en el Consejo Nacional de junio y convertidas en ley suprema. Dos gobernadores, un integrante de la dirigencia de Morena y un alto funcionario de Palacio Nacional han señalado a este diario que López Obrador diseñó personalmente la minuciosa estructura de la sucesión, lo que confirma su indiscutible papel como jefe de campaña de las corcholatas.

Fue él quien concibió que el método de selección sea una peculiar encuesta híbrida, a medio camino entre un cuestionario y una papeleta electoral; que las encuestadoras externas que harán el levantamiento “espejo” fuesen sorteadas; que haya un mecanismo de desempate de resultados; que los aspirantes renunciaran a sus cargos para poder competir; que no haya debates entre ellos y tampoco derroches en publicidad; que quien gane tenga que integrar a los vencidos a su gabinete de Gobierno; que nadie dé entrevistas a los medios críticos u opositores; que los gobernadores no se metan al proceso para inclinar la balanza. Las fechas para las renuncias de las corcholatas, así como para el levantamiento de la encuesta y la presentación de resultados, también fueron establecidas por el presidente. López Obrador concibió, pues, un plan complejo para garantizar un piso parejo entre los aspirantes, que el resultado sea confiable y que no haya rupturas internas.

“Él redactó la propuesta”, ha afirmado un funcionario de primer nivel de Palacio Nacional. El mandatario leyó su escrito en la cena del 5 de junio a la que convocó a una treintena de liderazgos, desde los gobernadores y dirigentes del partido hasta los aspirantes presidenciales. López Obrador sacó unas hojas y dijo a sus invitados que les iba a leer “una carta”. Muy pronto todos comprendieron que estaban escuchando cuáles serían las reglas del juego sucesorio y que eran aplicables para todos los presentes. Cuando terminó la lectura, el presidente dijo a los aspirantes que, si estaban de acuerdo, firmaran. Lo hicieron los cuatro: la exjefa de Gobierno Claudia Sheinbaum; el excanciller Marcelo Ebrard; el exsecretario de Gobernación Adán Augusto López y el senador Ricardo Monreal. Sellaron así la unidad interna.

Ese mismo documento es el que, días después, el 11 de junio, Alfonso Durazo presentó a los 300 integrantes del Consejo Nacional de Morena. Durazo, gobernador de Sonora y que dirige ese órgano partidista, dijo al comenzar: “Les voy a leer una carta que me envió el señor presidente”. El consejo aprobó las reglas por unanimidad, tal como se esperaba. La voluntad de López Obrador, plasmada en unas cuantas hojas, se convirtió formalmente en el eje rector del proceso de sucesión presidencial.

Un gobernador morenista que estuvo tanto en la cena del lunes como en el Consejo Nacional del domingo ha señalado: “Ambos documentos eran muy parecidos”. Un integrante de la dirigencia del partido —que también estuvo en ambas reuniones— ha señalado que entre el texto leído por López Obrador y el documento aprobado por el consejo hubo cambios mínimos, sobre todo en algunos conceptos, por cuestiones de legalidad (por ejemplo, se inventó el término “coordinador nacional de los comités de defensa de la Cuarta transformación” para no hablar de candidato o sucesor presidencial). “El texto del presidente se conservó en un 98%”, ha precisado esta fuente.

“He estado pensando mucho en esto, y les traje algo que quiero leerles”, dijo López Obrador al comienzo de aquella cena en el restaurante El Mayor, según las fuentes consultadas. El mandatario convocó en un sitio fuera de Palacio Nacional consciente de que iba a encabezar un acto como jefe de partido, no como presidente de la nación. Los asistentes llegaron extrañados por lo inusual de la convocatoria: apenas había transcurrido un día después de las elecciones de Coahuila y Estado de México; el encuentro nocturno no iba a ser en el recinto del Gobierno; la convocatoria, que recibieron con muy poca antelación, decía que debían ir con vestimenta formal; de paso, llovía a cántaros.

Todo desconcertaba. El gobernador de Baja California Sur, Víctor Castro, comentó en la mesa que era la segunda vez en su vida que usaba corbata. La gobernadora de Campeche, Layda Sansores, se extrañó porque nunca antes el presidente les había dado instrucciones de etiqueta. Había mucha expectación en el ambiente, que finalmente se distendió cuando todos vieron que López Obrador llegó vestido con ropa casual, y no con el traje que usa normalmente. El presidente, que llevaba una camisa de pana verde y un pantalón gris, se rio cuando vio el ambiente de formalidad y solemnidad. La gobernadora de Colima, Índira Vizcaíno, le dijo en tono de broma que, si no les hubiera dado indicaciones sobre la vestimenta, ella habría ido con tenis, y no con las zapatillas rojas que usaba.

La intervención del mandatario en el proceso de sucesión no comenzó ese día. El primer gesto de que iba a tomar el control lo hizo notorio en otra reunión previa, la que sostuvo la noche del viernes 28 de abril con senadores de Morena y —de nuevo— los cuatro aspirantes. Allí comentó su deseo de que la selección del candidato o candidata presidencial no demorase más de tres meses, como adelantó este periódico, dadas las fricciones cada vez más tensas entre las corcholatas. Allí el mandatario contó una anécdota, según rescató el periodista Jorge Zepeda: López Obrador dijo que quería evitar repetir su error de 1999, cuando él dejaba la dirigencia del PRD para ir por la candidatura al Gobierno de Ciudad de México y decidió no meter las manos en el proceso interno para elegir a su sucesor al frente del partido. En ausencia de su liderazgo, la interna se descarriló y el partido se sumió en una grave crisis, lo que provocó que la nueva dirigencia naciera con una legitimidad seriamente lastimada. López Obrador metió freno para evitar que la historia se repitiese.

“El presidente se dio cuenta de que el proceso de sucesión se estaba saliendo de control y por eso decide entrar y darle más peso al Consejo Nacional en la toma de decisiones”, ha precisado la fuente de la dirigencia. Como jefe de campaña de la sucesión, López Obrador instauró la regla de que los aspirantes no se confronten entre sí y que en sus eventos con simpatizantes privilegien hablar de los aciertos de la Cuarta transformación, como ha bautizado él mismo a su Administración. El presidente ha procurado la armonía entre contendientes, y ha logrado que se comprometan a acompañar hasta al final a la persona que gane la encuesta. López Obrador ha dicho que Sheinbaum, Ebrard, Adán Augusto y Monreal son sus “hermanos”. Al hablar en términos de familia no solo ha impuesto lazos simbólicos de fraternidad y consanguinidad. Cualquier desobediencia, también, implicaría fratricidio.

Por ZEDRYK RAZIEL

elpais.com

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