Cactus en Riesgo: Alerta en el Desierto de Sonora

ESPECIAL, jun. 19 del 2025.- En los paisajes del desierto de Sonora, los cactus no son un simple adorno natural. Son historia viva, sostén económico y pieza clave de un ecosistema frágil. Pero hoy, estos gigantes del desierto como el saguaro y el cardón enfrentan un futuro incierto debido al cambio climático, el comercio ilegal y la transformación del territorio.

La desaparición de los cactus traería una pérdida múltiple: ecológica, económica y cultural. Un reciente estudio binacional entre científicos de México y Estados Unidos reveló que al menos cuatro especies de cactáceas columnares y un árbol suculento en Baja California han sufrido daños visibles en su piel y altas tasas de mortalidad desde 2020.

El aumento en las temperaturas, junto con sequías más severas y frecuentes, ha provocado quemaduras que dañan su sistema fotosintético, dejándolos sin recursos vitales para sobrevivir.

Los cactus: un hogar que también se desvanece

Los cactus no solo crecen en el desierto, lo sostienen. En sus brazos espinosos anidan aves como las lechuzas y carpinteros; entre sus raíces buscan sombra reptiles y pequeños mamíferos. Los frutos de las cactáceas, como las pitayas, son alimento para una cadena de especies que incluye murciélagos polinizadores y aves migratorias. Sin cactus, toda esta vida perdería un refugio necesario para su desarrollo.

Los sahuaros, por ejemplo, viven más de 150 años y pueden superar los 15 metros de altura. Son testigos antiguos del desierto que no se reemplazan fácilmente. En las zonas donde los cactus han muerto o enfermado, los investigadores ya observan la llegada de plagas oportunistas y cambios drásticos en la dinámica del paisaje. Incluso los satélites tienen dificultad para registrar el daño, porque cuando un cactus muere, lo hace en silencio.

La pérdida de cactus también afectaría el suelo y los microclimas que ellos regulan, no es solo un árbol menos en el desierto: es un cambio completo en cómo funciona ese ecosistema, explican los expertos del estudio publicado en Global Change Biology.

Identidad y sustento bajo amenaza

Más allá de su rol ecológico, los cactus también son parte del alma de Sonora. Grupos indígenas como los comcáac, los yaquis o los pápagos han basado tradiciones en sus ciclos de floración y recolección. De la pulpa de la pitaya se extrae jarabe, y con su fermentación se obtiene un licor ceremonial. Las semillas se consumen, los tallos se aprovechan y sus flores anuncian el inicio de una nueva temporada.

Para comunidades rurales, la venta de frutos como las pitayas dulces o las pitayas agrias es una fuente de ingreso durante los meses más secos del año. En regiones donde las oportunidades escasean, perder estas plantas también es perder un sustento económico.

Además, la imagen del cactus ha inspirado obras de arte, textiles, cerámica, fotografía y muralismo. Su figura es símbolo de resistencia y arraigo. Si desaparecen, también se borra parte de la identidad visual y cultural del noroeste mexicano.

¿Todavía hay esperanza?

El panorama es serio, pero no completamente sombrío, pues los investigadores insisten en la resiliencia del desierto. Aunque muchas adaptaciones naturales de los cactus parecen estar rebasadas por el calor extremo, algunas poblaciones podrían sobrevivir si se protege su hábitat, se frena el comercio ilegal y se vigilan los cambios a largo plazo.

Las cactáceas son especies lentas, crecen apenas unos centímetros por año y pueden tardar décadas en florecer. Esto las hace vulnerables a los cambios abruptos. Sin embargo, también son símbolo de persistencia.

Hoy, el reto es cuidar lo que queda, como el bosque de sahuaros en la carretera Hermosillo-San Nicolás, que todavía es hogar de cientos de cactus centenarios, que pese a la adversidad siguen siendo resilientes.

Información de: noro.mx

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