UNA NUEVA PRESENCIA

“El Espíritu Santo les recordará todo cuanto les he dicho” Juan 14,23-29

Mons. Sigifredo Noriega B.

Entramos en los últimos días de mayo, mes que enmarca el corazón de la primavera con sus promesas de vida convertidas en flores, frutos y bellos cantos… El quinto mes luce con sus mejores galas el bullicio de la vida y tiene la dicha de ser contexto y entorno de la primavera de las primaveras: la Pascua del Señor.

El Espíritu Santo no ha dejado de hacer su trabajo desde la primera creación. Con más razón sigue aleteando y comunicando vida en la nueva y definitiva creación. El aliento de vida nueva que procede del Resucitado inyecta esperanza para caminar seguros en el devenir de cada día. ¡Bendita Pascua! ¡Es Pascua en la Iglesia santa! han cantado los cristianos desde el amanecer del primer Domingo de la historia.

El Evangelio de este Domingo habla de la gran obra de transformación que hace el Espíritu Santo en el fondo mismo de la vida. Su presencia genera paz, dinamiza la historia y hace oír los gritos de la creación. En el tiempo que vivimos pareciera que la vida está herida por los atentados contra la libertad, la verdad, la justicia y el amor entre los seres humanos. Hay tantos egoísmos que ambicionan vender la casa común sin importar el costo para el presente de la humanidad y el futuro de las siguientes generaciones.

El cristiano tiene una gran corresponsabilidad ante la historia, la paz y el cuidado de la creación. El hecho de que el Padre y el Hijo “vengan a hacer su morada” en el corazón de la persona garantiza que Dios no ha abandonado a sus hijos, ni está en sus planes dejarnos de amar. Jesús con el Padre se han instalado en el fondo mismo de la historia y, desde ahí, hacen su trabajo de transformar todo lo humano y su entorno. El Espíritu Santo, don del Resucitado, nos lo recuerda.

La obra que el Espíritu va ir haciendo en los días de los creyentes es “enseñar todo y recordar todo”. Es un enseñar en profundidad hasta dar con el sentido mismo de la vida y de la historia. Es un recordar la corresponsabilidad que tenemos como Iglesia para poner en sintonía con el Resucitado nuestra forma de pensar, sentir, desear, proyectar, actuar… El Espíritu sopla, alienta y mueve al creyente para que colabore en sanar las heridas que hay en sí mismo, su entorno y la humanidad.

El misterio de la Pascua se sitúa en lo profundo de las realidades de la vida. Si Dios ha puesto su morada en nosotros quiere decir que confía en las posibilidades del ser humano para hacerse prójimo, hijo, hermano y cuidador de la creación. El aliento del Espíritu es del todo necesario para dinamizarnos y no perder el horizonte de dignidad y plenitud al que estamos llamados todos. Estamos seguros de no caminar en el desamparo.

¡Bendito, mes de mayo! ¡Bendita Pascua! ¡Bendito, Espíritu Santo! ¡Dichoso tú que has creído y caminas con dignidad y esperanza!

Los bendigo con la fuerza del Espíritu.

Originario de Granados, Sonora.

Obispo de/en Zacatecas

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