Ucrania, la extradición de los capos y Scheinbaum

ESPECIAL, mar. 2.- Antes de comenzar a reclamar a Claudia Sheinbaum la decisión de extraditar a 29 capos a Estados Unidos como obvia muestra de buena voluntad para retrasar la entrada en vigor de las tarifas, habría que preguntarnos de quién es la responsabilidad de habernos colocado allí, en tal grado de vulnerabilidad. El papel de la mandataria es el de alguien a quien han sentado al volante de un camión que desciende sin frenos: una situación de perder o perder, una condena a elegir el mal menor. Extraditar capos tiene un costo, por supuesto, porque rompe reglas del juego no escritas que mantenían a los cárteles al margen de la política (me refiero a la nacional, no la local de los ayuntamientos). Recordemos que los actos político terroristas de Pablo Escobar en Colombia fueron la respuesta a la amenaza de extradición a Estados Unidos. Sin embargo, la valoración de esta medida, polémica como pueda ser, debe asumirse en el contexto de lo que estamos viviendo.

Lo que acaba de suceder en la Casa Blanca entre Donald Trump y Zelenski deja en claro los límites a los que el Presidente de Estados Unidos está dispuesto a llegar con tal de aprovechar al máximo una ventaja contra el más débil. En este caso, hacerse de los territorios ucranianos con depósitos de minerales estratégicos, a cambio de impedir que Rusia los arrase. Una extorsión a ojos vista. Una llamada más a poner nuestras barbas a remojar.

Lo de Zelenski tendría que hacernos pensar con mayor seriedad en el punto en que nos encontramos. La vulnerabilidad de México frente al giro extorsionador que ha adoptado Washington es enorme; nuestros márgenes de maniobra no son más amplios que el de un vecino retenido en su casa por un par de sicarios. No hay muchas opciones: ceder a sus demandas, sabiendo que pueden escalar hasta límites insoportables; intentar escapar a riesgo de perder a un miembro de la familia; responder a la agresión, conscientes de que nuestra capacidad para causar daño es mucho menor que la del agresor. Por el momento mantenemos la cabeza fría, intentando apaciguar los ánimos y llevar la “negociación” en santa paz, en tanto no se precise qué es lo que van a exigir.

Lo anterior podrá parecer una alegoría excesiva. Quizá, pero ayudaría a vacunarnos de negligencias o falsas expectativas. Lo impensable, lo que parecería inconcebible hasta hace unos meses, se ha instalado y no existen reglas, salvo el intento del matón del barrio a sacar provecho a expensas de quien se deje. Y, en ese sentido, ningún país, además de Ucrania, está más expuesto que México.

Convendría tenerlo en cuenta porque veo comentarios y valoraciones sobre cada palabra y cada acción del Gobierno de Claudia Sheinbaum, como si aún tuviera los márgenes de respuesta que existían en el mundo anterior. Lo que acaba de suceder muestra que Estados Unidos y sus halcones están dispuestos a saltarse todas las trabas que imponían las leyes internacionales o los organismos multilaterales.

El Gobierno mexicano se verá obligado a actuar entendiendo que la inmolación es la última de las alternativas, la que debe evitarse. Envolverse en el «más si osare» afectaría a millones de compatriotas de manera inmediata y condenaría a la economía a una prolongada crisis. En el peor de los escenarios lo que está en juego son millones de empleos, estabilidad del peso y el riesgo de represalias que afectarían a muchos mexicanos que viven en la frontera o de las remesas. Paradójicamente la fuerza de Morena en términos políticos no sería tan afectada en lo inmediato, porque las agresiones económicas y financieras, ya no digamos militares, provocarían la efervescencia de un sentimiento nacional y una relativa unidad interna en torno al mandatario mexicano, en este caso Claudia Sheinbaum.

Pero la Presidenta entiende que no son momentos de heroísmo (regresemos a la escena de los sicarios) sino de prudencia. Tramitar las presiones, dar cauce a las exigencias, razonar con cautela aquellas que podrían ser inadmisibles. Ganar tiempo, en tanto conocemos de qué tamaño será el botín exigido.

Extraditar súbitamente a 29 capos puede ser juzgado como un acto de sumisión por aquellos que todavía creen que vivimos en el contexto geopolítico de hace unos meses. Obviamente se trata de un acto de cesión, la utilización de un comodín, como argumento para evitar la entrada en vigor de tarifas arancelarias el próximo martes. El pretexto formal de Washington para imponerlas, recordemos, es que México no está haciendo lo suficiente para combatir el tráfico de drogas y que, por el contrario, existen acuerdos del Gobierno con los capos. Entregar a las principales cabezas de los cárteles a la justicia estadounidense es un fuerte contra argumento a ese pretexto.

El Plan México planteado por el Gobierno propone los primeros pasos para construir una alternativa económica menos vulnerable: fortalecer el mercado interno, diversificar el comercio exterior y la autosuficiencia al menos parcial en áreas estratégicas. Habrá que hacerlo. Pero entendamos que en lo inmediato nuestra situación es la de un rehén que debe actuar con cautela e intentar retrasar y matizar cada una de las amenazas que se presenten.

¿Servirá? Imposible saberlo, porque Trump es impredecible y porque en el fondo entendemos que tarde o temprano terminará imponiendo tarifas de una u otra manera. Pero el sustento de millones de mexicanos dependerá de esa “una u otra manera”. Cada mes que se gane será valioso, cada matiz que se consiga hará una diferencia. Tarifas temporales, restringidas a determinados productos o con tasas bajas es muy distinto a una tarifa universal de 25 por ciento de manera indefinida.

¿Cuánto más tendremos que ceder? Imposible decirlo a priori. El Gobierno tendrá que juzgar una a una cada amenaza y cada exigencia, y determinar el costo de soberanía o el daño inmediato y contrastarlo con el impacto en la situación de vida de millones de mexicanos. En algún momento habrá que establecer límites y no sabremos cuál será la reacción del agresor. Esperemos no llegar al punto de tener que descubrirlo. Por lo pronto, habría que reconocer que la presidenta se está moviendo con responsabilidad, cautela y determinación. Todos los demás también tendríamos que hacerlo. Lo que siga está en el aire.

Por Jorge Zepeda Patterson / www.sinembargo.mx

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