El bautismo y sus epifanías
Mons. Sigifredo Noriega Barceló
“Después del bautismo de Jesús, el cielo se abrió” Lucas 3, 15-16, 21-22
Llama la atención la gran cantidad de ‘manifestaciones’ que hay durante el año. Los motivos van desde un desfile de candidatas a reina del kínder hasta manifestaciones que exigen justicia o reivindican derechos; desde manifestaciones religiosas hasta de folklor. Es difícil distinguir cuándo una manifestación es desfile, protesta, publicidad, procesión, propaganda política, presión social… La realidad está ahí con significados y fines tan variados como sean las intenciones de los manifestantes o de quienes las dirigen.
Este domingo concluyen las fiestas de Navidad, la ‘manifestación’ más conocida, apreciada y convivida del amor misericordioso de Dios que nos da a su Hijo como Salvador. Después de la fiesta de la Epifanía (manifestación) del Señor a todos los pueblos (representados por los Reyes Magos), viene otra ‘manifestación’ preparada por Juan Bautista y realizada en el contexto del bautismo de Jesús en el Jordán. El evangelista la describe con los ‘cielos abiertos’, la ‘bajada’ del Espíritu y la ‘voz’ que legitima y presenta al Hijo en el inicio de su misión pública.
No es posible describir en letras e imágenes –mucho menos agotar- el profundo significado del misterio de amor, ternura, compasión y misericordia del gran acontecimiento salvífico que celebramos en la historia de ‘aquel tiempo’ y actualizada en el nuestro. Por lo demás, Jesús se mete en la trama de una existencia ordinaria, circula de incógnito, va y viene por los caminos de Palestina, predica, discute, amonesta, enseña, ora, hace signos milagrosos, anuncia y hace presente la llegada del Reino. Invita, en una palabra, a que su manifestación sea acogida en la fe y se muestre en una vida nueva.
Cada quien sabe lo que le han dejado las fiestas de Navidad y las otras manifestaciones del Señor. La fiesta del bautismo del Señor conlleva necesariamente una referencia a nuestro bautismo que precisa ser ‘manifestado’ en la trama de la vida de cada día. Bautismo y compromiso cristiano deben ir de la mano en todo tiempo y entorno.
Hoy inicia el llamado Tiempo Ordinario en la liturgia de la Iglesia. La celebración dominical -y la de todos los días- nos recuerda:
– Que el bautismo de Jesús y el nuestro son para celebrarse y vivirse en Iglesia para que el mundo tenga vida.
– Que nuestra misión es ‘manifestar’ a Jesús en el existir de cada día.
– Que el bautismo ha de ser una manifestación que nos hace protagonistas en la construcción de un mundo más humano.
– Que el desafío del cristiano es ser coherente con el bautismo en cualquier ambiente, oficio, estado de vida, circunstancia.
– Que es necesario y urgente que el nombre registrado en los archivos parroquiales salga fuera, se ponga al descubierto, manifieste la dignidad de hijos y la solidaridad de hermanos, haga ver con obras de misericordia la vocación de servicio que inició en nuestro Jordán.
En pocas palabras, que irradiemos la alegría del Evangelio, aunque vayamos a contracorriente de los vientos de la posmodernidad.
Bendigo sus anhelos y metas para este año, casi nuevo.
Originario de Granados, Sonora.
Obispo de/en Zacatecas