Rey, testigo de la verdad
Mons. Sigifredo Noriega Barceló
“Tú lo has dicho. Soy rey” Juan 18,33-37
‘Saca la mejor versión de ti mismo’, escuché decir a un padre de familia dirigiéndose a su hijo adolescente… ‘La mejor versión de ti mismo’, me quedé pensando. ¿Cuál será? ¿La que se ve desde fuera? ¿La escondida? ¿La profunda, tejida pacientemente durante los años vividos? ¿Tenemos varias versiones? ¿Cuál es la verdadera?
La mejor versión de la vida no se improvisa. En el trayecto encontramos y somos encontrados por personas que nos aman y van dejando una huella imborrable por su presencia y cercanía. Entran con su amor incondicional en el centro de nuestro existir y aportan los valores éticos, morales y espirituales que hacen que vivir no sea una aventura ciega sino una oportunidad permanente para crecer y madurar en la verdad del amor.
Al terminar el año litúrgico la liturgia de la Iglesia nos propone celebrar a nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. “Soy Rey… Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad… Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”, son las palabras de vida que escuchamos en el texto dominical. Es la mejor versión de Jesús porque lo afirma y lo vive “hasta el extremo” en el momento supremo de la vida: su pasión, muerte y resurrección. Es el testimonio máximo del “ser testigo de la verdad”. Él es nuestro Salvador y Redentor. Por eso la Liturgia de la Iglesia lo proclama y celebra con alegría y especial solemnidad.
“Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”, nos reta Jesús al ser preguntado sobre su reinado. Si en el lenguaje familiar usamos el término ‘rey, reina’ para expresar lo máximo que es una persona para nosotros, es en la vida diaria donde somos retados a ser testigos de la verdad del Evangelio. Si es el amor verdadero quien elige y corona como ‘rey’ a quien amamos, es en el testimonio de la fe donde el cristiano alcanza la mejor versión de sí mismo.
¿Cómo saberlo? Viviendo los valores de su Reino. El reinado de Cristo inaugura -aquí y ahora- como germen y semilla, lo que anhelamos sea el final de la historia y de la creación: el triunfo de la verdad, la libertad, la justicia, el amor, la paz, la vida… Vivir los valores del Reino es entrar ya en la eternidad. Es lo que intentamos vivir, con tropiezos y empujones, durante el año litúrgico que cerramos en esta semana.
Anunciar hoy el Reino de Dios es el gran reto para los cristianos. Ser testigos de la verdad en tiempos de polarizaciones, fragmentaciones, incertidumbres y relativismos exige claridad, decisión, audacia, valentía, creatividad, apertura, paciencia, solidaridad y todos aquellos valores que irradien la verdad y la alegría del Evangelio. Sólo así seremos discípulos misioneros, testigos creíbles. De nada sirve gritar
¡Viva Cristo Rey! si en la vida adoramos y seguimos a otros reyes.
Señor, tú eres nuestro rey, confesemos con nuestra vida. Los bendigo en nombre del Rey del cielo y de la tierra.
Originario de Granados, Sonora.
Obispo de/en Zacatecas