¿Divorciados pero no separados? La realidad de compartir hogar tras la ruptura

Desde motivos económicos hasta enganches emocionales hacen que haya ex parejas que siguen viviendo bajo el mismo techo tras la ruptura. Pero, ¿es saludable o una bomba de relojería?

Nov. 20.- El 11 de febrero de 2020, un tuit de la cómica Samantha Ruddy se viralizó y dividió a las redes sociales al confesar en su escrito que tras haber roto con su pareja, habían decidido buscar un piso de dos habitaciones en el que convivir. “Pensaba que estaba haciendo algo realmente progresista, pero me he dado cuenta de que es exactamente lo que mis tíos católicos, que se niegan a divorciarse, llevan haciendo toda la vida”, dijo. Aunque ese caso es algo extremo, no son pocos quienes tras separarse deciden continuar viviendo juntos, algo que la ficción ya ha retratado en películas como ‘Bajo el mismo techo’ y la telerrealidad ha plasmado en realities como ‘Vanderpump Rules’, en el que tras salir a la luz una problemática aventura entre dos miembros del elenco, la audiencia se quedó atónita no únicamente por el sorprendente idilio, sino al ver cómo el adúltero continuó viviendo en casa de su pareja, que al haberse enterado de la infidelidad en semejantes circunstancias, rompió con él y por descontado, se aseguró de que la convivencia no fuera precisamente fácil.

Las razones de una convivencia ¿complicada?

Según el Instituto Nacional de Estadística, el año pasado hubo en España 76.685 divorcios, y como indica el barómetro CIS de septiembre, después de los problemas económicos, la sanidad y la calidad del empleo, la vivienda es el asunto que más afecta a la vida de los españoles. Como explica Jimena Marcos en El País, “entre el 20 y el 30 por ciento de las exparejas siguen conviviendo a la fuerza, según sus abogados”. Alega motivos económicos: en las ciudades grandes los precios se han disparado, mientras que en las más pequeñas, no siempre es fácil encontrar trabajo y hay menos oferta de vivienda.

Los problemas de acceso al alquiler y a la vivienda afectan a las parejas desde el inicio hasta el final de sus relaciones, pues desde quienes aceleran la decisión de mudarse a vivir juntos ante los precios de alquiler hasta quienes se ven forzados a convivir pese a haberse separado, todo terminan por exponer sus relaciones (o sus ex relaciones) a situaciones ciertamente complicadas. “Cuando me separé de mi novia, era yo el que tenía que buscar piso, ya que vivíamos en una casa que pertenece a su familia. Me lo tomé con calma: lo que tenía que haber resuelto en un mes, se alargó hasta los dos años… Al principio era complicado, porque superar un duelo viendo a tu ex en todo momento no es fácil, e incluso en alguna ocasión, nos acostamos. Pero con el tiempo, nos convertimos en compañeros de piso. ¿Quién mejor que ella sabe lo desastre que soy, por ejemplo, cocinando? Ella tampoco es perfecta: el orden nunca fue su fuerte y yo, tras haber estado seis años a su lado, no me vi sorprendido ante su desorden constante. Dos años después me fui del piso porque me fui a vivir con la que ahora es mi chica, pero esos dos años de convivencia fueron divertidos, o cuanto menos, curiosos”, explica Albert M. ingeniero de telecomunicaciones de 34 años.

Desde Fotocasa señalan que otra alternativa, poco habitual pero elegida por algunos, es dividir el inmueble en dos viviendas. Para facilitar acuerdos similares fue creada en 2017 la denominada Prenuptial Housing, un edificio flexible que puede separarse en dos si sus habitantes se separan. Se trata de una idea del artista Omar Kbiri y desarrollada por el estudio OBA .

Marisol Ramoneda Batlló, psicóloga experta en separaciones y divorcio, asegura antes de señalar cuáles son las razones por las que algunos de sus pacientes han decidido optar por la convivencia post relación, que quien decida vivir con su ex pareja ha de establecer unas normas de convivencia claras desde el primer momento. “En consulta he visto diferentes motivos por los que se dan estas situaciones. Uno es que la pareja decida convivir hasta que se resuelvan los temas legales, es decir, hasta que no haya una sentencia sobre el plan de parentalidad. Esto ocurre cuando uno de ellos tiene miedo de que si se marcha de casa, el otro no le deje ver a los niños. Otro motivo puede ser que uno de los dos progenitores se quiera separar pero no puede porque el otro tiene una enfermedad, está deprimido, en paro… Es decir: a lo mejor no se ha separado, pero mentalmente, sí lo está. También puede entrar en juego el qué dirán y la presión social que pueda haber detrás argumentada en temas culturales o religiosos”, explica. “Por último he visto el tema de la custodia nido, que puede funcionar de manera provisional, cuando los niños se quedan en la casa conyugal y los padres se van intercambiando. Ligado a este caso, puede haber padres que trabajen en turnos diferentes y por ello, convivan, pues así apenas se ven y cuidan a los niños de forma más fácil. Por logística, comparten piso. Pero tuve un caso en el que la niña de la pareja era pequeña y la situación le generó cierta confusión, porque tres años después, no se había enterado de que sus padres se habían separado”, advierte.

La Dra Isabelle Hung explica en The Divorce Club, una comunidad web cuya misión es ayudar a la gente a transitar por el divorcio bajo las mejores condiciones tanto mentales como financieras, que este tipo de convivencia es complicada porque el duelo resulta sumamente complicado cuando se busca una distancia, tanto física como mental, de alguien con quien se comparte espacio. Recomienda no compartir planes de ocio, mantener conversaciones educadas sin ahondar demasiado en la vida del otro y hablar de cómo dividir las labores del hogar y los gastos de antemano.

El dinero no es siempre la razón

Mariona Gaborra, psicóloga y terapeuta de parejas, no cree que los motivos económicos sean en realidad el motivo por el que muchos comparten casa con su ex pareja. “Es una especie de enganche. Al dejar una relación, da miedo pensar que se ha perdido a la otra persona para siempre. En consulta tengo a varias personas que siguen viviendo con sus ex parejas y aunque sé que este es un momento económico complicado, hay mucha adicción y mucho miedo a soltar. Convivir con la ex pareja es algo que no les va a dejar avanzar y es horrible incluso para las siguientes parejas que puedan tener”, explica a SModa. “Los problemas que suelen surgir son las peleas, porque esta fórmula supone dejar atrás lo bello de las relaciones mientras que mantienen las discusiones y los conflictos. Por si fuera poco, muchos no pueden evitar acostarse y se hacen daño constantemente. Cuando tienen pareja, discuten por las parejas que cada uno tiene y esas personas, por su parte, no entienden la situación y sienten que no disponen de un espacio propio. Para mí, como psicóloga y terapeuta de parejas, no hay claves para que algo tan complicado salga bien. La clave es soltar y terminar de dar los pasos que se ha decidido dar”, dice Gaborra.

La periodista Natasha Gregson comparte en ‘Stylist’ su caso. Tras firmar con su pareja y unos amigos un contrato de un año para convivir los cuatro bajo el mismo techo -una fórmula muy habitual en el Reino Unido-, rompió con su novio. Se vieron obligados a convivir en ese nuevo hogar que si bien estaba destinado en un comienzo a ser un nido de amor, pronto se convirtió en el recordatorio constante de la ruptura. “Me sorprendió la facilidad con la que volvimos a caer en viejos hábitos. Es la familiaridad y la seguridad de una persona que te conoce (o te conoció) en tus mejores momentos e, inevitablemente, en tus peores momentos. Una noche recuerdo que me sentí físicamente enferma, ansiosa y al borde de un ataque de pánico: un puñetazo de emociones. Sólo necesitaba a mi ex a mi lado esa noche, una presencia segura en un mundo de incertidumbre. No pasó nada entre nosotros, pero cuando desperté, supe que aferrarme a este sencillo mecanismo de afrontamiento cada vez que sentía miedo no era saludable para nadie en esa casa”, asegura. “Aunque mi ex y yo nos hicimos buenos amigos, no fue fácil, porque hay que aprender a no usar al otro como muleta emocional, a no discutir, a asumir las limitaciones si alguno de los dos quería pasar a una nueva relación… ¿Querría volver a vivir con un ex? Absolutamente no, pero no me arrepiento. Después de todo, hubo una cosa muy importante que me enseñó: pensar muy detenidamente antes de volver a vivir con una pareja”, dice. Y quizás esa sea la lección a tener en mente.

Por MARITA ALONSO

Información de: elpais.com

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