Nuestros jóvenes 2024

Mons. Sigifredo Noriega Barceló

“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo” Juan 6,41-51

En la semana que iniciamos, el mundo ‘mundial’ celebra -como dicen los chavos- la Jornada  de  la  Juventud. La  ocasión pudiera ser una buena oportunidad para sumarnos en la búsqueda de veredas y caminos que conduzcan a una respuesta adecuada   a   sus   aspiraciones   y   necesidades.   Seguramente

-quienes se den por aludidos- estarán activos en las redes sociales y pudieran aportar lo suyo para encontrar caminos transitables hacia la creación de condiciones favorables a favor de todos. ¿Será así?

Los desafíos principales a enfrentar -de acuerdo al Sínodo dedicado a ellos en 2028- son la formación de la personalidad, los retos de la afectividad y sexualidad en un mundo altamente consumista, la incertidumbre del futuro, el uso adecuado de las nuevas tecnologías y el sentido trascendente de la vida… El joven católico está llamado a vivir la fe en Jesucristo en este contexto y a esperar que la Iglesia sea referencia segura, confiable, amigable.

Durante las campañas políticas de meses pasados tuve la oportunidad de escuchar a aspirantes a un servicio público. Varios de ellos/as expresaron su preocupación por el presente y el futuro de adolescentes y jóvenes. Los ámbitos básicos en su formación (familia, escuela, antros, estadios, nuevas tecnologías, inteligencia artificial) son cuestionados en diversos foros… Sin ocultar los tremendos retos que enfrentan, nuestros adolescentes y jóvenes pudieran ser generadores de buenas noticias si creen y aceptan a Jesucristo, pan de vida.

La Palabra que escuchamos este domingo nos puede orientar y comprometer. El profeta Elías -como muchos jóvenes- pareciera querer abandonar su misión ante las dificultades. Sin embargo, Dios sale a su encuentro con un alimento a su alcance: pan y agua. El profeta lo come y vuelven las fuerzas y la esperanza; se levanta para seguir luchando… La enseñanza es profunda y sencilla: Dios sale a nuestro encuentro en el camino de la vida en cualquier circunstancia. Nadie está solo.

El evangelio habla de la realidad más profunda de la vida de todo ser humano: el sentido de la existencia del peregrino, sus hambres y la manera de alimentarlo en su peregrinar. En torno a estas realidades giran las afirmaciones fundamentales de la fe cristiana: la resurrección y el cuerpo de Jesús como alimento y viático para el camino.

La invitación es clara y esperanzadora: comer al Señor y comulgar con Él.  Sólo así podemos aceptar los retos y desafíos de la vida en todo momento… El joven de nuestro tiempo se identifica más fácilmente con un Cristo cercano, amigable y comprensivo. Una vez se da el encuentro, es  capaz  de entregarle todo y seguirlo.

El reto para la Iglesia es hacer llegar este mensaje a nuestros jóvenes de manera asertiva, alegre, resiliente… La Eucaristía de cada día y, sobre todo, de cada domingo debería ser alimento, fuente e inspiración para jóvenes y adultos… Los  otros alimentos que ofrece la cultura posmoderna tienen fecha de caducidad… Sigamos pidiendo: Señor, danos siempre del pan de vida para crecer sanos, alegres y comprometidos… En la juventud y en la vejez…

Los bendigo desde la mesa de la Eucaristía.

Originario de Granados, Sonora  Obispo de/en Zacatecas

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