La Fe que mueve multitudes: San Judas en México

ESECIAL, ago. 15.- “Este santo es muy milagroso”, dice doña Ángela, de 66 años, mientras sostiene una estampa con la imagen de San Judas Tadeo. Ha venido desde Aguascalientes hasta Xochimilco, al sur de la Ciudad de México, para visitar la reliquia del santo. Ella y su hermana Isabel, de 63, han recorrido 500 kilómetros en autobús las últimas horas con la esperanza de que San Judas escuche sus súplicas. Hay quienes asocian al santo con las “causas imposibles” bien sea por salud, trabajo o por problemas con la justicia. Isabel cuenta que la covid-19 dejó a uno de sus hermanos postrado en la cama sin poder hablar ni moverse. “Decían que no viviría más de tres meses, pero ya pasaron tres años y sigue con nosotros”, dice. “A San Judas le pido todos los días que se recupere de su salud y nos lo devuelva. La fe no la hemos perdido”, asegura.

México es un país de multitudes, de aglomeraciones y de grandes eventos. Lo es durante los conciertos, los mítines en el Zócalo y los partidos en el Estadio Azteca. Pero si algo ha superado a todas las anteriores, ha sido la devoción que millones de personas han mostrado por el apóstol, esperando bajo el sol o la lluvia para ver la reliquia. “Nuestro país vive situaciones muy complejas de violencia y de inseguridad, donde los más impactados son los pobres y los sectores de la sociedad más marginados”, asegura el sacerdote Jesús Alejandro Ortega, vicerrector del seminario de San José. “El pueblo se identifica con San Judas porque es el santo de las causas difíciles, a través de él, ponen sus necesidades en manos de Dios y la fe les recrea una esperanza”, comenta.

El culto comenzó en Chicago, cuando un cura de la orden claretiana (fundada por el español Antonio María Claret) instituyó a San Judas Tadeo como patrón de la policía de esa ciudad. Ese mismo cura, en los años cincuenta, le llevó la imagen del santo a los claretianos que dirigían la iglesia de San Hipólito en Ciudad de México. “San Judas tiene una conexión con el pueblo más humilde de México. Es un santo cercano y sencillo”, añade Ortega. Honestos o deshonestos, trabajadores o malhechores, todos quieren hacerle una manda al santo. Existe la creencia de que San Judas o “San Juditas” como muchos le llaman, interviene en las causas muy difíciles de conseguir.

La reliquia está dentro de una talla de madera policromada del siglo XIX. Tiene forma de mano y tres dedos apuntan hacia arriba, en señal de bendición. El trozo de hueso atribuido al apóstol puede verse a través de un cristal y suele estar en la iglesia de San Salvatore in Lauro, en Roma. El pasado julio fue traída por la nunciatura vaticana a México para “devolver la esperanza en los fieles después de la pandemia”, según un comunicado compartido a los medios de comunicación. “Después de la Virgen de Guadalupe, en México hay una gran devoción a San Judas Tadeo”, comenta Gina Gil, responsable del viaje.

Las filas kilométricas frente a la Catedral Metropolitana se han repetido en todas las iglesias en las que ha estado el trocito de hueso. Solo en un día, las autoridades de Xochimilco esperan a más de 180.000 visitantes. A las nueve de la mañana, la cola ya daba la vuelta al muro de la iglesia y se alejaba varias cuadras. Grandes o chiquitas, en barrios más pobres o más ricos, procesión tras procesión, San Judas ha sido todo un hit.

La reliquia está haciendo un tour que ya lo quisiera Taylor Swift o Bruno Mars: Ciudad de México, Estado de México, Tlaxcala y Puebla hasta finales de mes. En todas y cada una de las paradas el lleno es total. La devoción que despierta es tan grande que muchos le construyen altares en los mercados, las paradas de taxis, algunas taquerías o en los parques.

Hay gente que lleva esperando desde las tres de la madrugada frente a la Catedral de Xochimilco. Otros se resignan a esperar quizá hasta que la iglesia cierre las puertas en la noche. “Mi hermana acaba de salir de una cirugía muy delicada y le pido que salga de la enfermedad y salud para todos”, explica Tomás Olguín, de 55 años. Ha venido desde la alcaldía Miguel Hidalgo con su esposa y su suegra en silla de ruedas. “Tener la reliquia aquí en Xochimilco es un milagro”, dice entusiasmado y asegura que él y su familia celebran el día del santo, los 28 de cada mes. “Los 28 vamos a misa o le prendemos una veladora y el 28 de octubre solemos ir a la iglesia de San Hipólito para su fiesta grande”, agrega.

Una fila de personas entra en una capilla a un lado del altar. Con el celular en alto y los ojos bien abiertos, muchos murmuran sus plegarias mientras caminan. “Por favor, hermanos, no se paren. Les recomendamos que hagan video con su celular y no tomen fotografías para que la visita sea más rápida”, dice el personal de la iglesia. El hueso está colocado junto a una estatua de cera de tamaño real. El recorrido dura apenas un minuto. Entrar y salir. Es todo lo que hace falta para que la gente quede satisfecha. Por allí desfilan personas enfermas, ancianos, niños, gente joven. Es cierto lo que dicen. San Judas es un santo muy popular.

El sacerdote Ortega bendice camisetas, veladoras y rosarios que la gente acaba de comprar en un puesto de recuerdos a la salida. Los traslados del hueso son hechos en una camioneta especial acristalada “con el fin de que todos los devotos puedan verla a su paso”, dicen desde la nunciatura. Esa mañana en Xochimilco también le han hecho una procesión en trajinera a través de los canales y las chinampas.

La veneración por el patrono de las causas imposibles rebasa las fronteras de México. De hecho, en Estados Unidos hay otras dos reliquias del brazo de San Judas. Una de ellas está peregrinando a la vez que lo hace la reliquia de México y visitará más de 100 ciudades de varios Estados, entre ellos, Texas, Maine, Nueva York, Pensilvania, Maryland, Louisiana, Nuevo México y Arizona. Le piden milagros difíciles: curar enfermedades, encontrar trabajo, solucionar crisis maritales o evitar ir a la cárcel.

En un país en el que la justicia humana y la divina parecen haber abandonado a la gente, el último recurso que les queda a muchos es pedirle un milagro a San Juditas.

Por Almudena Barragán / elpais.com

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