¿Rebeldes con causa?

Mons. Sigifredo Noriega Barceló

“Todos honran a un profeta, menos los de su tierra” Marcos 6,1-6

A mediados del siglo pasado anduvo de moda la expresión ‘rebelde sin causa’. Quiere decir que había también rebeldías con causa justa, comprensibles y aceptables. No recuerdo bien si la rebeldía tenía como razón la posición ante causas sociales, familiares, personales; o era una manera ociosa de sumarse a la corriente del momento para hacerse notar.

La rebeldía se expresaba en formas y lugares diferentes; iba desde la manera desgarbada de vestir, hablar, cantar… hasta la toma de las armas para defender y afirmar ideales, ideologías, intereses. La protesta era la manera común de  decir  a  los cuatro vientos que no se estaba de acuerdo con alguien, algo, o nadie/nada…    Los rebeldes siempre han existido, con causa o sin causa… Ser rebelde es un riesgo esperado y calculado por el hecho de ser libres y reaccionar ante cualquier situación…

La palabra rebeldía habla de resistencia, desobediencia, hostilidad, indignación, increencia, desconfianza, oposición, toma de posición ante cualquier situación… Puede llegar al punto de la sublevación ante personas y/o situaciones tan diversas como la autoridad, la mediocridad, la nada. El diccionario refiere rebeldía a la acción propia del rebelde; rebelión, a la acción y efecto de rebelarse. La etimología de rebelde (re-bellum) habla de ‘volver hacer la guerra’. Ser rebelde contiene, pues, una buena dosis de agresividad.

En la Palabra proclamada este domingo, el profeta Ezequiel habla de pueblo rebelde y raza  rebelde. El sacerdote-profeta recibe la no tan agradable encomienda de guiar al pueblo del destierro en Babilonia a su tierra para reconstruir su identidad y misión de pueblo elegido. No todos le creyeron; es más, lo despreciaron y persiguieron. El profeta no se desanima y continúa cumpliendo su misión a pesar de la cerrazón de sus paisanos.

Jesús usa una frase conocida para referirse a sus paisanos y familiares rebeldes: “Todos honran a un profeta, menos los de su tierra”. El evangelista describe las reacciones de los paisanos de Jesús: pasan de la admiración al desconcierto, del cuestionamiento de su origen -en el texto hay cuatro preguntas sobre su honorabilidad- al rechazo… Aunque Jesús percibió el rechazo y eso imposibilitó que pudiera hacer milagros, no se dio por vencido; así lo indica el Evangelio al decir que “luego se fue a enseñar en los pueblos vecinos”.

¿Seremos más/menos rebeldes hoy que antes? Si Jesús no hubiera resucitado sería un muerto más; a nadie  interesaría hoy. Porque vive, puede provocar las mismas reacciones de sus paisanos rebeldes…

Creer/aceptar/encontrarse con Jesús transforma la vida de quien se toma en serio. Los desafíos de creer en Él no son muy diferentes a los de aquellos tiempos. Quizás hoy la rebeldía se expresa en una indiferente indiferencia, creencias mágicas, una fe recibida, pero sin compromiso. Creer o no creer  en  Jesús tiene sus consecuencias en la salud del tejido social. Ojalá nosotros sí honremos a Jesús en la tierra que habitamos, con todo y los valores de su Reino. ¡Que se note!

Con mi afecto y bendición en el séptimo mes del año 2024.

Originario de Granados, Sonora.

 Obispo de/en Zacatecas

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