El Padre del día

Mons. Sigifredo Noriega Barceló

“El hombre siembra su campo y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece” Marcos 4, 26-34

El tercer domingo de junio se presta para valorar y agradecer la grandeza de la sencillez de quien nos ha engendrado. El día del padre da cabida al padre del día en cada hijo que quiera detenerse para reflexionar en el don de la paternidad y el enorme reto de ser padre en nuestros días. También nos proporciona el espacio para admirar serenamente a esta persona y las historias que vive, calla y convive, a veces a solas, otras, pensando en la familia y su futuro.

Recordar el día del padre despierta sentimientos de memoria agradecida. También ayuda a reflexionar sobre los retos de ser padre en tiempos en que nuestra sociedad parece huérfana de referentes de autoridad… Ser padre no se agota en la generación, acompañamiento y educación de la vida… Podemos hablar de paternidad en muchos sentidos… Sin embargo, hablar del día del padre es una invitación a mirar el rostro y leer la historia de alguien tan cercano que -junto a nuestra madre- ha dejado en nosotros la huella genética del amor y de la vida.

La Palabra de este domingo habla de las cosas pequeñas de la vida de cada día. Éstas se convierten en cosas grandes porque construyen el Reino de Dios en el amor silencioso de  lo ordinario y de lo simple. Jesús usa imágenes y comparaciones sencillas para invitarnos a ver la profundidad y trascendencia de lo que parece pequeño e intrascendente. Toma ejemplos de la vida cotidiana (que no requiere publicidad) para anunciar y explicar cómo se genera y crece el Reino de Dios. Hoy nos habla de semillas: la que crece por sí sola y del grano de mostaza que no necesita hacerse visible.

Qué bueno que Dios no trabaja con reflectores. Parece no tener prisa, no fuerza nada, ni emplea marketing; no inunda la tierra de predicadores, ni nos apantalla arrancando violentamente la cizaña que hay en el mundo… El amor trabaja aparentemente con lentitud, en el silencio de lo pequeño; así es como la vida se gesta, nace, crece, madura. Dios parece trabajar de incógnito en el mundo, siempre con la eficaz paciencia del amor. Dios no deja de ser padre providente, generoso, trabajador, alegre… Siempre que rezo el ‘padre nuestro’ pienso en Dios, nuestro Padre y en el padre que me ha dado en la tierra. ¡Qué padre!,  dicen  los chavos.

Agradezcamos a Dios su trabajo en la creación que no termina. Asumamos con responsabilidad la parte de la creación que nos ha sido confiada. Hagamos con amor las tareas pendientes para que nuestra tierra sea cada vez más habitable. Valoremos las pequeñas semillas de verdad, bondad, justicia,  solidaridad, amor, paz… que sembramos cada día. La paternidad nos recuerda que somos socios de Dios en la construcción de un mundo mejor y accionistas en las semillas del Reino en la tierra…. También en tiempos poselectorales, con todo y sus incertidumbres.

¡Felicidades, papás!

Mil bendiciones, familia.

Dios bendiga a México con padres corresponsables.

Originario de Granados, Sonora. 

 Obispo de/en Zacatecas

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