Dos piernas necesitas para andar por la vida: los sueños y la acción
Cuando de proyectos de vida hablamos, todos tenemos esa facilidad para imaginar en nuestra mente lo que deseamos: un mejor trabajo, mejores relaciones interpersonales, algún proyecto, meta o logro que tengamos muy en lo profundo, y nos deleitamos en imaginar cómo sería nuestra vida si eso que deseamos se hiciera realidad, todo eso está bien, pero al igual que el andar se requiere el otro paso para hacer realidad los sueños y ese otro paso es el de la acción.
Imaginemos por un momento como sería nuestro mundo si Cristóbal Colon hubiera dejado en ideaciones su proyecto de viajar a las Indias por otra ruta, si Alva Edison se hubiera conformado solo con imaginar la bombilla eléctrica, o si Einstein hubiese dejado en el mundo de las ideas los razonamientos sobre la relatividad, realmente sería un mundo mucho muy diferente.
Lo que hace que nuestro mundo sea lo que es y no el mundo anterior que pudo haber sido, es que las personalidades de las que hablamos, así como muchas otras en la historia de la humanidad, no han dejado en el mundo de las ideas los proyectos que en el algún momento surgieron en su interior; la misma naturaleza de esos proyectos los ha prácticamente impelido a realizarlos, dándonos el mundo que actualmente conocemos.
Adentrándonos un poco en las historias personales de quienes han cambiado el mundo vemos cómo es que en ocasiones esa idea, ese sueño, esa meta, llegaba casi a consumirlos en su deseo por lograrlos. Pocas horas de sueño, un esfuerzo más allá de lo común, una gran resistencia al fracaso, son las señales de que el mismo sueño les generaba una dinámica de energía interna que los mantenía de pie en pos de su meta incluso ante las más grandes adversidades.
Esa es la gran característica de aquellos sueños que surgen de nuestro interior, esas ideas que nos llaman como seduciendo nuestra mente y nuestras emociones para llevarnos casi ensimismados hacia su consecución. De otra parte, están aquellas ideas que simplemente nos surgen como cosas que deseamos pero que a la primera de cambios dejamos de lado, esas no son metas internas que nos llenen pues fácilmente son abandonadas.
Nuestras verdaderas ideas, sueños y metas no pueden ser dejadas; podemos ignorarlas un tiempo, a veces incluso años, pero siguen latentes en nuestro interior, susurrando en nuestros oídos, llenando de imágenes nuestros descansos, hasta que nos vemos obligados a seguirlas, a hacerlas realidad, a traerlas a este mundo. Es en ese momento cuando reclamamos nuestro carácter divino pues nos volvemos co-creadores de una realidad; nuestra voluntad, nuestro carácter, nuestro intelecto e incluso nuestros sentimientos hacen posible el milagro de hacer tangible lo intangible, de concretizar un sueño, de cambiar nuestra realidad, y de hacernos trascender más allá de nosotros mismos.
Los sueños, las ideas, las metas, son como semillas que están latentes dentro de nosotros, pero que requieren de la luz y el agua de nuestra fuerza, voluntad y carácter para germinar, florecer y dar frutos. Curiosamente, así como las semillas de las plantas traen su propio código genético para germinar y dar fruto, nuestros propios sueños traen en si la fuerza necesaria no solo para indicarnos el camino, sino para crear incluso el camino cuando éste no existe.
¿Qué hacer ante esta realidad? Seguir tu sueño. Seguirlo incluso cuando te lleva por parajes agrestes o callejones sin salida, él mismo creará el camino y te llevará a tu propia realización siempre y cuando estés dispuesto a dar todo de ti para conseguirlo, después de todo dos piernas necesitas para andar por la vida: los sueños y la acción.
Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial – Gestión Universitaria – Liderazgo Emprendedor
www.rocefi.com.mx
Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/IBNFlwYR3SA
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