¿Dónde estamos? ¿Hacia dónde vamos?
Mons. Sigifredo Noriega Barceló
“Satanás ha llegado a su fin“ Marcos 3,20-35
Una semana después del día de la elección de quienes van a hacer cabeza en el gobierno local, estatal y federal, recogemos los sueños sembrados en las largas y cansadas jornadas del proceso electoral. Los rostros del antes y después seguramente han cambiado de color y expresan sentimientos variados de acuerdo a preferencias, números y aspiraciones.
El ejercicio electoral de millones de ciudadanos no se agota en resultados, victorias y derrotas, pérdidas y ganancias. De seguro quedan secuelas y heridas en la mente y en el corazón de quienes se apasionaron y esperaban algo más para los suyos… En toda lucha electoral quedan aprendizajes, de lo bueno y lo malo. Esperamos haber crecido en educación política ciudadana… Es necesario volver a la normalidad, ubicarnos, dirimir en justicia las diferencias y proyectar serenamente lo que sigue.
La Palabra que escuchamos y celebramos este domingo habla de la necesidad de ubicarnos ante Dios y, desde luego, ante la vida cotidiana y su proyección hacia el futuro. “¿Dónde estás?” es una pregunta dirigida a Adán y Eva en los albores de la historia humana y hoy a nosotros. Por otra parte, Marcos cierra el texto evangélico proclamado con una pregunta implícita, hecha por la madre de Jesús y sus hermanos que lo buscan: “¿Dónde estás?” ¿A dónde vas?
El ‘aquí estoy’ de Jesús desconcierta a todos: unos critican, otros se despistan, otros se involucran. El evangelista recoge tres reacciones diferentes ante Jesús y su Reino: la familia quiere protegerlo, pero no lo comprende; los especialistas en la ley lo satanizan y rechazan; sus seguidores no entienden gran cosa, ni son gente de grandes virtudes, pero lo buscan y están atentos a su mensaje de vida. Diversas ubicaciones, diferentes visiones, variados comportamientos…Como en los días que vivimos. Jesús siempre provoca/exige/facilita la respuesta al ‘dónde estás’ y ‘a dónde vas’.
¿Quiénes son los que logran ubicarse? Los que se abren a la novedad del Espíritu y no tienen miedo en romper las ataduras de ‘lo normal’, de lo culturalmente aceptable, de lo políticamente correcto. Creer, aceptar y seguir a Jesús comporta aprender a vivir con grandes dosis de audacia, salirse de lo que la mundanidad considera normal.
Ser familiar de Jesús no implica creer automáticamente en Él; la prueba es que ellos lo tachan de loco, o de endemoniado. Los maestros de la Ley niegan rotundamente la evidencia: a la fuerza de Dios le llaman poder del demonio. Sus discípulos están bien ubicados porque lo aceptan como Hijo de Dios y lo siguen. Definitivamente, Jesús no cabe en moldes hechos a la medida de ‘lo normal’… “El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”.
Creer en Jesús abre el horizonte de/para una vida que se traduce en una nueva forma de ubicarse ante Dios, ante la familia y la vida misma. “¿Dónde estás?” ¿Dónde estamos como país? ¿Asombrados? ¿Despistados? ¿Ubicados? ¿Somos nuevos familiares de Jesús, modelo elecciones 2024?
Con mi afecto y bendición.
Originario de Granados, Sonora.
Obispo de/en Zacatecas