Curiosamente lo que nos mueve a caminar es nuestro deseo de volar
Una cualidad del ser humano es su constante inconformidad ante la vida, esto nos ha empujado tanto como de manera individual como grupal, a los cambios y evoluciones que han mejorado nuestra vida y nuestro entorno, aún así siempre tenemos esa inconformidad presente en nuestra vida que nos recuerda que solo estaremos tranquilos cuando la excelencia y perfección sea alcanzada.
¿Cuántas veces nos ha sucedido que ante alguna tarea que se nos ha encomendado simple y sencillamente no nos ha gustado y hemos empezado de nuevo de cero la misma? Un escrito, un dibujo, una pintura, un discurso, todo lo que hacemos es susceptible de, como coloquialmente se dice, «no llenarnos el ojo» y simplemente deshacerlo para volver a hacerlo.
Lo anterior, que supongo todos en algún momento hemos experimentado, es un reflejo del sentido de excelencia y perfección que tenemos ante la vida, las relaciones y todo aquello que realizamos.
Esto tiene un mucho de positivo pues nos empuja a mejorarnos constantemente, a superarnos a nosotros mismos y a tratar de alcanzar esa excelencia a la que todos aspiramos, pero de la misma forma agrega una presión considerable pues de la misma manera nos condiciona para exigir a los demás ese grado de perfección que pocas veces es alcanzado.
Hay una historia de un águila que cayó de su nido y desde pequeña fue criada por las gallinas, cuenta la historia que una vez que creció el águila se comportaba como gallina, escarbaba el suelo en busca de semillas y apenas y si daba unos tímidos revoloteos. En una ocasión ve un águila en lo alto y se asombra de lo bella, hermosa e imponente que es, a lo que las gallinas le dicen que se trata de un águila, el rey de las aves, pero que ni sueñe porque ellas son gallinas y no pueden aspirar más que a vivir al ras del suelo.
En nuestro interior todos sentimos que no somos solo esto que vemos y tenemos, sentimos, como el águila de la historia, que a pesar de andar al ras el cielo nos llama, hay algo que retumba constantemente en lo que hacemos, incluso en los problemas que enfrentamos, que nos dice lo grandioso que somos y que estamos llamados a ser.
Pero de la misma forma que la historia, constantemente vemos, sentimos y oímos ese llamado a seguir al ras del suelo, a no pensar en volar (al menos no volar mucho) y en conformarnos cuando de inicio no estamos llamados a eso sino al contrario, es con todo eso que tengamos en contra como al final nos daremos cuenta que nuestro lugar no está al ras del suelo, sino en lo alto del cielo.
Este llamado a la excelencia no es imperativo de lo que hacemos, sino de lo que somos, somos seres de trascendencia, podemos ver hacia el pasado y construir hacia el futuro, podemos hundirnos completamente en la oscuridad para luego salir volando hacia la luz, podemos experimentar en nuestro interior lo mismo el cielo que el infierno, en una palabra podemos sentir constantemente la necesidad de la plenitud, de la totalidad, de la trascendentalidad.
Vamos dejando una idea para la próxima vez que sientas una frustración: cuando ese momento llegue, es decir, cuando te sientas inconforme, cuando sientas un revés en tu vida, detente un momento y date cuenta que ese sentimiento es un grito ahogado de tu interior que te dice que no perteneces ahí, que estas llamado a ser más y mejor, que no debes ni puedes conformarte con menos que la excelencia, pero de la misma forma, que aún sintiendo ese abatimiento de ti deben salir las fuerzas necesarias para levantarte y remontar tu camino.
Los momentos de oscuridad en nuestra vida nos hacen sentir de manera palpable el hecho de que estamos llamados a la luz, de la misma forma la inconformidad que experimentamos es un reflejo de nuestra vocación hacia la excelencia y la trascendentalidad, después de todo, curiosamente lo que nos mueve a caminar es nuestro deseo de volar.
Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial – Gestión Universitaria – Liderazgo Emprendedor
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