Amar en todo tiempo
Mons. Sigifredo Noriega Barceló
“Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos” Juan 15, 9-17
La agenda del mes de mayo está llena de eventos, memorias y fiestas que tocan las fibras más hondas del corazón humano. Celebra las experiencias básicas de la vida que son comunes a todos: el trabajo, la familia, la escuela, el país, el santo patrono, la fiesta, ¿la democracia?… Cada experiencia tiene rostros concretos, fechas esperadas, personas amadas, historias comprometedoras… la gran oportunidad de elegir qué presente vivir y cuál futuro soñar y construir.
Por si algo faltara, con especial alegría pascual, en este domingo se proclama el Evangelio del amor: «Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos… Permanezcan en mi amor». El Resucitado nos regala la más sublime de sus revelaciones: «Como el Padre me ama, así los amo yo». También el más amoroso de sus mandatos: «Ámense los unos a los otros como yo los he amado». ¿Qué tal? El amor de Dios hace que los amores humanos trasciendan, planten y cultiven amores en las decisiones a tomar en tiempos desafiantes.
El Señor Jesús sigue insistiendo en la necesidad de “permanecer en su amor”. Esto es indispensable para quienes desean aprender el arte divino de amar. Nadie puede llamarse y ser su discípulo si no ama y hace del amor su estilo permanente de vida, su hábitat, su vocación, su misión. El amor es una de las lecciones más complicadas en la escuela del seguimiento de Jesús. Quizás por ello, la insistencia de la permanencia.
Escuchar con obediencia el mandato del amor y aprender el arte de amar tomando decisiones hacia el bien común, es el gran reto para el cristiano del siglo veintiuno. En un ambiente social y cultural donde llamamos amor a cualquier sentimiento y hacemos de los gustos e intereses propios la ley de la vida, el cristiano tiene que estar vigilante y asumir los riesgos de ir contracorriente. Para Jesús es claro que el amor es permanencia, fidelidad, no tiene fecha de caducidad. Esto es tan cierto que lo da a los suyos como distintivo, mandamiento y estilo de vida: “En esto reconocerán que son mis discípulos”.
Amar y ser amados es un grito y un don que llevamos dentro y que tiende a manifestarse en cualquier coyuntura de la vida. Nuestra vocación es amar en todas las fechas del calendario de la vida. La queja más humana y constante de nuestra gente se refiere a ser usados en tiempos electorales, a no ser amados y respetados como personas… Por otra parte, lo que más alegra el corazón es el amor hecho verdad, presencia, cercanía. El amor que Jesús nos deja como mandamiento es la clave de toda conversión que se precie de ser auténtica y verdadera. El matiz característico del mandamiento nuevo es “amar como Él nos ha amado”. No hay pierde…
Con inmenso amor y gratitud abrazo y bendigo a todas las madres, junto con sus hijos.
Originario de Granados, Sonora.
Obispo de/en Zacatecas