Testigos, modelo 2024
Mons. Sigifredo Noriega Barceló
“Está escrito que Cristo tenía que padecer y tenía que resucitar de entre los muertos al tercer día” Lucas 24, 35-48
La vivencia y convivencia de la segunda semana de Pascua ha tenido sabor a Cristo vivo, dador de Vida, compañero de camino en nuestro Emaús. Además de la vivencia personal y comunitaria en cada espacio de nuestra Iglesia, hemos vivido también otros acontecimientos eclesiales que expresan la actualidad de la acción y presencia del Resucitado en el siglo presente. Comparto, brevemente, tres hechos que están haciendo visibles los frutos pascuales.
1. Hemos concluido la CXVI (116) Asamblea Plenaria de los Obispos de/en México. El tema eje de la Asamblea sigue siendo dar seguimiento al Proyecto Global de Pastoral (PGP) y a la Asamblea Eclesial de México. Además, el tema coyuntural de las elecciones federales, estatales y municipales ha ocupado buen tiempo en la escucha de candidatos y en el intercambio de ideas y propuestas. Las celebraciones litúrgicas, la escucha atenta, el ambiente fraternal y la profundidad en las reflexiones han ocupado nuestro tiempo. Todo esto es fruto de la presencia del Resucitado en esta Iglesia que busca ser fiel a su Señor y al pueblo de Dios.
2. La participación de cientos de jóvenes en las misiones de Semana Santa son también expresión esperanzadora de una Iglesia en salida. La alegría y la frescura de su presencia son testimonio claro de que Cristo vive y es la respuesta a los retos y desafíos de nuestro tiempo.
3. El regreso de la feligresía a las celebraciones del Triduo Pascual es también un signo sólido de la confianza en que las secuelas emocionales y espirituales de la pandemia están siendo superadas. Con Cristo Resucitado en la barca es posible superar todas las tormentas de la vida.
El Evangelio que hoy escuchamos y celebramos se está cumpliendo: desde el saludo la paz esté con ustedes, hasta la misión encomendada y el compromiso asumido ustedes son testigos de esto; desde el amor sencillo vivido cada día hasta el amor de Iglesia más visible. ¿No es esto la Vida Nueva que el Resucitado nos da a manos llenas?
Según los relatos de las apariciones, la reacción de los primeros discípulos es el miedo, la incredulidad, la dificultad para admitir que Jesús esté Vivo. Todo esto aparece en el Evangelio de este domingo. Es que aceptar a Jesús Resucitado es un acto de fe y ésta exige una respuesta personal y comprometida… Los jóvenes son capaces de creer cuando ven testimonios vivos y hay alguien que los acompaña en el complicado y, al mismo tiempo, fascinante enramado de sus búsquedas. Me los imagino como los discípulos de Emaús, de ida y de regreso.
Anhelamos una Iglesia viva que testimonie con alegría la presencia del Señor Resucitado en todas las realidades de la vida y de la historia; una Iglesia que testimonie con audacia el Evangelio del Señor y aporte la santidad que el mundo no puede dar. ¿Es así? ¿Será así? El reto es ser testigos creíbles en pleno siglo veintiuno.
Con enorme alegría, reciban mi saludo pascual con su respectiva bendición.
Originario de Granados, Sonora.
Obispo de/en Zacatecas