Ocho días después

Mons. Sigifredo Noriega Barceló

“Ocho días después, se les apareció Jesús” Juan 20, 19-31

“Ocho días después” habla de tiempo, tiempos, futuro, circunstancias, entornos, eternidad… No podemos sustraernos al tiempo y sus acompañantes.   Nuestra vida transcurre, corre, es vivida, afirmada, negada, dignificada, pisoteada…, en el tiempo y sus tiempos.

“Ocho días después” habla también de Cristo  Resucitado  que vive y actúa en el tiempo: al amanecer, muy temprano, al atardecer, en la noche, de nuevo, ocho días, después… La misericordia de Dios es eterna, aleluya, aleluya, es nuestra respuesta en el segundo domingo de Pascua. Pero la misericordia eterna de Dios se manifiesta, ‘se hace’, trabaja en el tiempo de las personas, las comunidades, el mundo. Se hace gracia, don, oportunidad en los contextos históricos, sociales, culturales de los peregrinos por la vida.

La confesión central de nuestra fe es la Resurrección del Crucificado el primer Viernes Santo de la historia. Jesús Vivo es el anuncio que la Iglesia proclama, celebra y comparte desde hace dos mil años, en el  hoy  del  “ocho  días  después”. La liturgia de los Domingos de Pascua nos presenta qué significa que Jesús está vivo en nuestras circunstancias y entornos.

En este domingo Jesús Resucitado aparece muy activo atendiendo a los suyos que están “muertos de miedo”. Entra donde ellos se encierran, en sus miedos, en sus escondites. Los saluda con el don de la paz y los miedos dan  paso  a  la confianza, la alegría, el futuro garantizado. El Viviente ha vencido el miedo y por eso es capaz de infundir, transmitir, llenar de paz a los suyos. El saludo/don de la paz del Resucitado sigue actuando ‘ocho días después’ en las celebraciones litúrgicas, en todo lugar, a cualquier edad. La misericordia de Dios es eterna, aleluya, aleluya.

El Señor Resucitado se presenta también exhalando aliento, su alientosu ánimosu vida. Es otra imagen que escoge hoy el Evangelio para decirnos que el Resucitado es quien tiene tal plenitud de vida que puede hacernos vivir y sacarnos de nuestros miedos con su aliento y el perdón de los pecados. La misericordia de Dios es eterna, aleluya, aleluya, seguiremos cantando ‘ocho días’ después hasta la eternidad.

Llama la atención la ausencia de Tomás en el momento de dar aliento. Tomás se queda sin paz porque rechaza el aliento de su comunidad; siente que  puede  ‘creer’  a  solas,  prescindiendo  de los demás. El Resucitado dicea todos los Tomases y Tomasas que son dichosos los que se dejan alentar por la fe de  los hermanos; los que creen y descubren al Señor Jesús en el seno de la comunidad  reunida; los  que  creen los que  creen  y  en sus palabras y testimonio descubren al Resucitado.

Desde entonces el “ocho días después” se ha convertido en el Domingo de la Misericordia sin fin donde la  comunidad  se reúne para recibir la paz y el aliento del Señor Resucitado para irradiarlo en todas los tiempos y situaciones de la vida… También en tiempos electorales.

La paz del Señor esté con ustedes.

Originario de Granados, Sonora.

Obispo de/en Zacatecas

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