En conexión con Jesús

Mons. Sigifredo Noriega Barceló

“El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante”. Juan 15, 1-8

Los tiempos cambian, muy rápido y nosotros, también. Hace pocos años, no preocupaba el internet, la conectividad, los megas, las nuevas tecnologías… El día de hoy, estos inventos del hombre solucionan ciertas necesidades, pero también ponen en cuestión la autoridad de padres de familia, maestros, educadores, sacerdotes, catequistas…                                                                                               Nadie sabe bien qué efectos tienen y tendrán en el campo de las relaciones humanas… Es indiscutible que ‘el estar conectados’ facilita la comunicación, pero ¿a qué costo? Todavía es poco tiempo para evaluar los efectos en la reconstrucción del tejido social.

El Evangelio de este domingo pascual puede iluminar el fondo, las ramas y las periferias de la conectividad en relación a la fe y sus frutos en las nuevas culturas emergentes. En un ambiente de relaciones profundas y fuertes confidencias con los suyos, el Señor Jesús se revela usando la imagen de la vid: Yo soy la verdadera vid… Comunica la necesidad de estar profundamente unidos/conectados con Él para dar frutos: “El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer” , afir ma contundentemente, más allá de tiempos cibernéticos y electorales.

¿Cuál es el secreto para mantener viva esta comunión sin traicionarla, ni adulterarla? Sólo hay un modo: permanecer en Él. Siete veces se repite el verbo ‘permanecer’ en el texto que escuchamos. Para explicar lo que quiere decir, Jesús acude a una imagen: la unión (comunión, conexión) que existe entre la vid, los sarmientos y los frutos. La vid es el Resucitado; los sarmientos somos nosotros discípulos; el fruto es la caridad que, a su vez, genera millones de racimos de amor.

¿Qué frutos? Si nuestro mundo se mueve por conexiones, asociaciones, alianzas, redes, corporativos… la comunión con

Jesús Resucitado aporta el soporte humano y divino para tales conexiones. Si tenemos necesidad de buscar puntos de  conexión con otras personas -por razón de nuestra soledad e indigencia- la comunión con Jesús abre la posibilidad del encuentro, la amistad, el amor en todas sus manifestaciones… La necesidad humana nos pide estar unidos a alguien para llegar realmente a ser alguien… La comunión con Jesús, si es auténtica, hace visible la justicia, la fraternidad, la solidaridad, virtudes esenciales para un tejido social sano y fecundo.

Cuando Jesús compara la relación que se establece entre Él y los suyos invita a la conversión, a dejar que su amor transforme totalmente a la persona: de criaturas en hijos, de siervos en amigos, de prójimos en hermanos. La unión con Él pide un cambio, una manera nueva de existir y de relacionarse… La comunión con Jesús tiene que hacerse visible en comunidades fecundas, ‘echadas’ hacia el futuro.

Conectividad al estilo Jesús es encuentro, comunión, fecundidad. La fe pascual nos lanza hacia un futuro en comunión. Todo inicia en el bautismo y culmina en la mesa eucarística. Dichosos los invitados este domingo y todos los días a dar frutos, también en tiempos desafiantes.

Con la bendición del amor de Dios.

Originario de Granados, Sonora.

Obispo de/en. Zacatecas.

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