Iglesia en salida

Mons. Sigifredo Noriega Barceló

“Subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios” Marcos 16,15-20

La Ascensión celebra el triunfo del Señor y, al mismo tiempo, el inicio de la misión que confía a quienes creemos en Él. Nos muestra la plenitud de la vida y la razón de ser una Iglesia en salida, en todo tiempo y circunstancia.

¿Recuerdan las palabras del Resucitado a María Magdalena el gran día de la Pascua “María, no me toques todavía no subo al Padre”? ¿Y las confidencias a sus amigos en vísperas de morir y resucitar, “subo a mi Padre y a su Padre”?  En ambas, habla de ‘subir al cielo’ como cumplimiento, encuentro plenificante, gozo total; al mismo tiempo, habla de envío y compromiso evangelizador.

Dos hechos me vienen a la memoria estos días pascuales: el gran arraigo que tiene todavía la fiesta del Señor de la Ascensión en comunidades del centro del país; es fiesta entrañable, motor de esperanza ante la vida y la muerte, celebración popular de la Pascua de Resurrección. El otro, los enormes retos de la Iglesia para cumplir su misión en estos tiempos complejos donde pareciera que Dios ‘subió al cielo’ y el hombre ‘se quedó en la tierra’, sin tierra y cielo, condenado a la orfandad.

¿Cómo cumplir la misión que Jesús confía a los suyos en tiempos de increencia, indiferencia, deshumanización, procesos electorales cuestionados? La respuesta es sencilla, retadora y comprometedora: volver a Jesús. Es la clave para que el hombre sea hombre pleno y Dios el mejor amigo y socio del hombre. El texto evangélico de este domingo desarrolla el porqué, el modo y los frutos que se pueden esperar si tomamos en serio el anuncio del Evangelio. Donde se planta bien el Evangelio florece la cultura de la vida, el amor y el respeto al ser humano y a la casa común. Un futuro de plenitud es posible para todos.

El triunfo de Jesús conlleva el aliento para evangelizar: “Vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio”. El “vayan” implica un estilo, una actitud, una mirada y un compromiso permanente para construir fraternidad. Decir Evangelio es decir confianza en Dios y confianza en el hombre. Hablar de nueva evangelización es comprometerse a irradiar la alegría del Evangelio que cura/sana heridas y transforma el sufrimiento en ofrenda de amor que libera.  Por eso “aunque beban algún veneno, no les hará daño”.

La Ascensión del Señor es gozo, no tristeza; presencia nueva, no ausencia irresponsable; promesa divina, no palabra vacía. Es comprender y aceptar que la única misión de la Iglesia es comunicar la Buena Noticia a todos, en todos los escenarios. Cuando Jesús ‘parte’ de la tierra, los discípulos ‘parten’ hacia todas las periferias del mundo. Desde entonces, comunicar y evangelizar van de la mano.

Ésta es la razón por la que la Iglesia celebra hoy la LVIII (58) Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. “Inteligencia artificial y sabiduría del corazón para una comunicación plenamente humana”, es el tema que el Papa Francisco le ha asignado este año.

Dejémonos bendecir por el Señor y aceptemos la misión.

Originario de Granados, Sonora.

Obispo de/en Zacatecas

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