El grano de trigo
Mons. Sigifredo Noriega Barceló
“Si el grano de trigo sembrado en la tierra muere, producirá mucho fruto”. Juan: 12,20-33
Quien lee el Evangelio de Jesús con ojos de quien busca bienestar ‘a la carta’, va a quedar decepcionado. Al Evangelio no aplican las reglas del marketing político y económico, mucho menos, el religioso. No es una doctrina para vivir seguros de errores, libres de tentaciones, con respuestas a modo al toque de un dedo. Quizás por esto (junto a otras causas), muchas personas prefieren hacerse sordas, fans de la indiferencia, parte de la estadística de quienes han extraviado su ‘fe’ de bautismo.
Los griegos (gentiles) que se acercan y quieren ver a Jesús han hecho un largo recorrido por el fascinante mundo de la búsqueda. No se han conformado con discursos eruditos, propuestas baratas de felicidad, bellezas esculpidas en mármol. Tampoco el ambiente de fiesta que ven en Jerusalén les satisface. Piden ayuda a Andrés y Felipe para ver a Jesús. ¿Por qué? ¿Por qué en una fiesta?
Los griegos buscadores de aquel tiempo somos los seres humanos de todos los tiempos. Cada época pone el acento en algún matiz. En los últimos años, en nuestro México, hemos acentuado –una vez más- la libertad y las libertades, la verdad y las verdades, la seguridad y las seguridades. Andar a/en la búsqueda de una referencia que sirva de orientación, aclare la oscuridad, dé sentido trascendente, motive nuestro esfuerzo, despierte el entusiasmo… es crecer. Como aquellos griegos (modelo siglo I), nosotros seres humanos (modelo siglo XXI), buscamos algo más que la comida de cada día: felicidad, amor, sentido, seguridad, esperanza, respuestas, verdad, libertad, belleza, plenitud. ¿Cómo orientarnos ante tantas ofertas en un mundo tan confusamente fragmentado por intereses mezquinos?
Jesús responde a la búsqueda de todos los seres humanos con la imagen del grano de trigo. Se trata de dar frutos, no de tener éxito; de morir para ser fecundos, no de bienestares pasajeros; del sacrificio total, no del confort de ofertas indoloras… Se trata de dar la vida para recibir la vida en abundancia; solamente dando la vida vamos a generar vida.
La muerte del grano de trigo es un estallido: se rompe, deja salir toda la fuerza que lleva dentro y brota la vida. Para estallar la vida necesita un período de sombra, de anonadamiento en la tierra, de germinar en el silencio oculto. Morir es permitir que la riqueza que somos, fecunde. Ciertamente algo acaba y, donde acaba algo, comienza lo nuevo. El que se resguarda en su ego se hace infecundo, en él es imposible la plenitud: falta Dios, falta el prójimo, falta el amor
El grano de trigo es Jesucristo crucificado. Creemos en su oferta de salvación. En la cercanía de la Pascua se nos revela también la necesidad del prójimo para llegar a Jesús. Encontrar a Jesús tiene personas y lugares privilegiados: allí donde hay que jugarse la vida por los demás; allí donde la cruz es una presencia salvífica, no un estorbo, un escándalo, un símbolo más.
A quince días de la Pascua, los bendigo haciendo la señal de la cruz.
Originario de Granados, Sonora-
Obispo de/en Zacatecas