La Inteligencia Artificial se comió al Lobo

“If you feel safe in the area you’re working in, you’re not working in the right area. Always go a little further into the water than you feel you’re capable of being in” (David Bowie)

El Lobo, la Inteligencia Artificial y ninguna Abuelita

Casi 100 años atrás, en 1930, la Federación Americana de Músicos de EE.UU. creó una nueva organización llamada “La Liga en Defensa de la Música” y lanzó una furiosa campaña publicitaria para intentar frenar el peligrosísimo avance de la música grabada.

Gastaron cerca de USD 500.000 en sus piezas promocionales distribuidas en periódicos de todo el país, el equivalente a poco más de 10 millones de dólares de hoy. Decían a través de sus comunicaciones que la sincronización sonora iba a acabar con el trabajo de los músicos en vivo, que principalmente se habían expandido por toda la nación, actuando en los cines y teatros en donde se proyectaban las películas mudas de los inicios de Hollywood.

Así fue siempre la historia de la humanidad. Desde la época de la imprenta de Gutenberg, cada avance tecnológico que permitió automatizaciones y masificación en la producción o distribución de contenidos, ha provocado tensiones entre sus protagonistas. Se dice que la imprenta provocó incluso guerras -religiosas, aquellas-, por la posibilidad de alfabetización del ciudadano común y la divulgación de información no controlada.

“No controlada” es la expresión clave. Hoy más que nunca vivimos en un mundo globalizado, donde la información circula de forma casi descontrolada a través de canales y plataformas digitales. Es cierto que casi la mitad de la población mundial aún no tiene acceso a Internet, pero seguramente el flujo de contenidos online le llega indirectamente e impacta en su forma de pensar y actuar.

Vivimos, también, en un universo donde el productor puede transmitir sus mensajes en forma directa al consumidor. Y creemos que eso es efectivamente así, sin darnos cuenta del poder de las plataformas de intermediación y sus algoritmos de inteligencia artificial predictiva, que terminan eligiendo (o al menos sugiriendo) qué vemos y qué no. Nuevos medios que reemplazan a los medios preexistentes en las preferencias. La decisión está en cada uno: consumir con históricos sesgos humanos o con estos nuevos-viejos sesgos algorítmicos.

¿Qué hay de nuevo, entonces, si hace ya más de una década que los hábitos de consumo tienden a concentrarse en Internet y más de un lustro que estas herramientas se mueven alrededor de la Inteligencia Artificial, prediciendo nuestros intereses, acertando cada vez más, encerrándonos en nuestra propia cámara de eco, de la que es difícil salirse?

Como decía el experto analista de medios Doug Shapiro, en uno de sus primeros ensayos del año 2023, lo que se viene es “la Televisión Infinita”: si a las predicciones le agregamos la generación automatizada, los próximos 5 a 10 años serán aquellos donde consumiremos contenidos creados por personas, en una mezcla cada vez más indistinguible con otros sintéticos elaborados por GenAI. O algo en el medio, quien sabe, quizás. Alguien será copiloto de algún otro, que el futuro se construye desde el presente.

El mismo temor de aquellos monjes transcriptores de libros del Siglo XV, con tinta permanente en sus dedos como en El Nombre de la Rosa de Umberto Eco; las mismas alertas apocalípticas de esos músicos en vivo de inicios del Siglo XX; trasladados ahora, en pleno Siglo XXI, al mundo audiovisual, oral y escrito, en cualquier tipo de medio y plataforma: ¡vienen por nuestro trabajo, vienen por nuestro futuro!

¿Todo esto en 2024? Por supuesto que no. Mientras escribía estas líneas a finales de 2023, durante un fin de semana caótico, la Junta Directiva de OpenAI echaba a dos de sus fundadores, los más importantes. Cisma casi terminal, que aún hoy no acaba (NdE: no acababa a fines de 2023, creo que aún sigue sin terminar). Leyendo en diagonal, profundizando el análisis, quedan claras las tendencias más allá de lo puramente tecnológico.

En disrupciones tan profundas no juega solo el negocio, la ciencia, la ingeniería y la computación, sino que se inserta lo social, lo humano, lo geopolítico. “Effective Accelerationism”“Effective Altrusim”“Doomers”“Decels”, nuevo slang al que tendremos que empezar a acostumbrarnos para entender dónde estamos parados y hacia dónde vamos, sobre todo si somos parte de esta industria creativa e informativa que será, una vez más, la primera en ser impactada.

Aún no queda claro si la Inteligencia Artificial es una innovación disruptiva o solamente de sostenimiento. Debate abierto que podrá resolverse recién cuando queden establecidos los ganadores, aunque sean temporales.

Mientras tanto, durante 2024, por más que les pese a quienes intentan tapar el sol con el pulgar, las fuerzas en pugna seguirán avanzando. Así es la ciencia, así ha sido siempre. Así es el capitalismo, así ha sido siempre. Así es la geopolítica, así ha sido siempre. Estamos en una transición, no nos damos cuenta porque nos toca vivir el día a día, pero todo sigue avanzando; aún con regulaciones en disputa y lobbying, seguirá avanzando, más lento o más rápido.

Incluso cuando algunos sindicatos se pongan de acuerdo en demorar aquello que al final del camino es imparable (con párrafos contractuales redactados por expertos en propiedad intelectual), siempre habrá alguien que esté por fuera de los convenios, quizás incluso en otra industria, algún innovador con dilemas que busca soluciones para sus potenciales clientes.

Y aquí está la otra expresión clave: “potenciales clientes”.

¿Al consumidor le importa mucho quién escribió una canción, le interesa acaso si para producir un fonograma se usó Auto-Tune, se preocupó cuando llegó el cine sonoro, cuando se produjeron los primeros cartoons que no usaron actores en pantalla, cuando luego se reemplazó al artista dibujante por animadores 3D, cuando el VFX se tornó imprescindible para cualquier producción audiovisual, cuando apareció Peter Cushing en Rogue One de 2016?

El cliente, al menos en el caso de los contenidos y su distribución, busca informarse, distraerse, emocionarse.

Hasta ahora ninguna herramienta tecnológica ha logrado sacarme lágrimas tanto como Meryl Streep o Sofía Loren, ninguna plataforma GenAI me hizo cantar a los gritos tanto como Charly García, ningún escritor “ChatGPTeado” me tuvo en vela toda la noche por no poder dejar de consumir los capítulos de un libro, tanto como Cortázar en Rayuela o García Márquez en Noticia de un Secuestro.

¿Va a pasar? No tengo dudas. ¿Tenemos que prepararnos? Por supuesto. ¿Podemos evitarlo? Claro que no. Mejor dejar de resistirnos por una vez, y aprender de los palistas en medio de un río torrentoso. No se cansan remando contra la corriente: miran más allá, descubren dónde están las piedras que deben evitar, dónde los mejores flujos de agua que deben aprovechar, maniobran para llegar más rápido al siguiente remanso. Que siempre existirá, como siempre ha existido. Busquemos mejor los remansos, que la vida sigue.

Por MARCELO LIBERINI

www.liberini.com

Botón volver arriba