¿Otra revolución?

Mons. Sigifredo Noriega Barceló

“Porque has sido fiel en cosas de poco valor, entra a tomar parte en la alegría de tu señor” Mateo 25,14-30

Muchos desafíos y retos vivimos ciento trece años después del inicio de la Revolución Mexicana. Además, hay que añadir los efectos directos, indirectos, colaterales, tangenciales, previsibles -en el presente y hacia el futuro del año electoral 2024. Todo se pone a prueba: convicciones, creencias, voluntades, deseos, tendencias; personas, instituciones, grupos, asociaciones, partidos, el país entero. Las situaciones de incertidumbre y complejidad que vivimos pueden ser oportunidad para sacar lo mejor del corazón humano y construir un presente aceptable que abone valor y esperanza al futuro deseable. Pero también puede ser la ocasión para el desbordamiento de pasiones destructoras del bien común y del futuro.

La fuerza de la fe, la participación inteligente, la unión de voluntades, la capacidad de organización… son fundamentales para hacer realidad los anhelos de un país habitable, en libertad, justicia y paz. Los iniciadores de la Revolución Mexicana soñaron un país sin esclavitudes e injusticias y se lanzaron hacia delante sin saber si lo conseguirían. Toca a nosotros hacer lo nuestro, con las herramientas de la democracia, la convivencia pacífica y la humilde corresponsabilidad. ¿Será necesaria otra revolución?

Los obispos de la Iglesia Católica en México hemos vivido la CXV (115) Asamblea Plenaria durante la semana pasada. Además de la mirada al interior de la Iglesia en su misión pastoral, hemos compartido visiones y experiencias sobre la situación social de nuestro querido México. Sigue habiendo mucha gente afectada por la inseguridad ocasionada por las violencias, la impotencia ante la maldad humana y la indolencia de muchos actores políticos y líderes sociales. El sufrimiento y el dolor se hacen presentes de muchas maneras en individuos, familias y comunidades. Nos seguimos preguntando cómo ser Iglesia cercana en la compasión y en el compromiso. Lo que más nos apremia es la reconstrucción del ser humano y del tejido social.

En la palabra que escuchamos este domingo Jesús nos invita, una vez más, a la responsabilidad en el trabajo por el Reino de Dios. Si somos fieles responsables, los frutos de justicia, libertad, amor y paz, serán las señales de que nos hemos tomado en serio la fe en Jesús; la salud social también entra en el inventario. Lo importante en la parábola de los talentos es la responsabilidad de recibirlos y ponerlos a trabajar. No hay talento pequeño; lo poco se puede convertir en mucho y en todo para las personas que nos necesitan. El miedo al ‘jefe’ no debe ser argumento para no hacer nada o para repetir guiones elaborados en tenebrosas oficinas.

Todo puede cambiar si ponemos a trabajar los talentos recibidos al servicio del hermano de al lado y del bien común. Si ponemos a su servicio la infinita potencialidad del amor de Dios, vamos a tener vida y no muerte, gozo y no sufrimiento, paz y esperanza no frustraciones. Que los talentos recibidos se multipliquen y beneficien a quienes más lo necesitan. La revolución del amor debe ser fiesta todos los días.

Los abrazo y bendigo en vísperas del 20 de noviembre.

Originario de Granados, Sonora.

Obispo de/en Zacatecas

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