Huracán Otis: Los guerreros de Acapulco que están levantando el desastre

El médico, la maestra, el veterinario, la influencer, el bombero, la estudiante, el pescador, la enfermera, el turista, la policía, el marino, la guardia nacional, el voluntario, la soldado… Un tsunami de mexicanos están aportando sus granitos de are

ACAPULCO, GUERRERO, nov. 10.- La reconstrucción de Acapulco la hace posible la familia González Terrazas, cuyos miembros, a pesar del hambre, apartan dos tortas de frijoles para los militares que barren escombros frente a su casa en la colonia Las Palmas. También la Universidad Autónoma de Guerrero, que abre un comedor comunitario gratuito con tres tiempos de comida. Y el médico Alan Pedroza, que regala consultas médicas en un tablón improvisado en el Mercado La Garita.

A ellos se suma la brigada veterinaria liderada por Rebecca Sokol para dar alimento y agua limpia a mascotas y animales en rancherías. El desconocido que pega cartulinas por las calles de San Isidro con mensajes de ánimo para sus vecinos. La conductora de televisión que regala —en silencio, sin hacerse publicidad— miles de pesos a quienes la reconocen sin maquillaje y con una discreta blusa. La facebookera que consigue bolsas de colostomía para una adulta mayor que fue operada del vientre, a quien no conoce, en la calle Mangos, colonia Antorcha.

Los marinos que resguardan de madrugada el tramo carretero entre Chilpancingo y Acapulco. La enfermera retirada que inyecta a quien lo necesite en el Zócalo. La estudiante de Psicología Rosario Bernal, que ofrece contención para las personas con crisis de ansiedad. El que se disfraza de Hombre Araña para hacer más llevaderos los días a los niños de Caleta y les regala dulces en Día de Muertos que compró en Ciudad de México.

La maestra Ana Campos que por las mañanas viaja a Acapulco a limpiar su casa y dedica sus tardes a caminar sobre la Costera Miguel Alemán para ubicar los lugares con señal telefónica y publicarlos al día siguiente en redes sociales desde su casa en Chilpancingo.

El joven que carga los garrafones con agua que son demasiado pesados para los adultos mayores de la colonia Renacimiento y los lleva hasta sus casas (y además, los ayuda a limpiar). Los profesores de la escuela secundaria 152 en la colonia Miramar, que se reúnen a servir comida en el comedor comunitario para sus alumnos. El niño que sale de su casa en la colonia Ruiz Cortinez y hace el esfuerzo por quitar las ramas livianas de su calle.

El señor que regala los cargadores de celular que aún funcionan y que quedaron a salvo de la inundación en su tienda de electrónica en la colonia La Laja. Los bomberos de la estación Pie de la Cuesta que regalan comida a quienes tocan a su puerta. Los tres pescadores que se organizan para encontrar a José Gerardo Vasto, de 63 años, cuya última ubicación conocida fue en Paseo del Pescador en Las Chanecas. El trabajador anónimo de la Comisión Federal de Electricidad que se hace viral por compartir su vaso con agua a un niño.

La vecina de residencial Velera, Myriam F. Soberanis, que buscó entre láminas retorcidas y palapas caídas a la docena de gatitos que alimentaba en la playa de la zona Diamante. Sólo Benny, hijo de Shakira, apareció hambriento y desconfiado. Se comió una lata entera de atún.

La ayuda sigue y sigue

En esta lista improvisada están los periodistas que planean varios viajes a la colonia Progreso para asegurarse de que su colega Ernestina Aguilera esté a salvo de la devastación. Los reporteros que no dejan de buscar hasta encontrar con vida al editor del periódico ‘El Sur’, Fabien Domenichelli. Los periodistas que se movilizan para ubicar al comunicador Humberto Aburto Parra. Los fotógrafos que abrazan y consuelan a quienes retratan con los lentes de las cámaras empañados por la humedad y el calor.

El turista canadiense que se sienta frente al Hotel Emporio con un cartón en el que se lee: “Ofrezco gratis mis servicios de traducción. Hablo inglés, español y francés”. El director del penal de Las Cruces, Acapulco, Gustavo González, quien paga de su bolsillo medicinas para los internos que perdieron hasta las aspirinas.

El tuitero y ex funcionario federal que ofrece tanques llenos de gasolina para taxistas a cambio de que trasladen sin costo a quienes necesitan salir de Acapulco urgentemente. El protagonista de varios reality shows que pide donativos a sus amigos actores y actrices para darlos a pescadores que perdieron lanchas, motores y redes.

Los amigos de Israel Higuera que no dejan de buscarlo desde que su embarcación Toro Viejo naufragó en el mar. Los compas incansables del Capitán Pirulí. Las amigas leales de las nuevas viudas del mar. Los dueños del restaurante El Amigo Miguel, que ofrecen un menú generoso a cambio de que la gente escriba en una servilleta un mensaje de amor para quienes lo perdieron todo.

La señora que dona los medicamentos de su esposo recién fallecido afuera del Aurrerá de Pie de la Cuesta. El trabajador de limpia que acumula horas extra. El policía de la Ciudad de México que, lejos de su familia, auxilia a otras. La niña que cuenta chistes a su papá para hacerle compañía en las barricadas de la colonia Progreso. El papá que, amorosamente, la manda a dormir para que no corra riesgos.

Las enfermeras que buscan a Marcela Santos y Román Sánchez, madre y padre de una bebé que nació por cesárea el 22 de octubre en el Hospital Vicente Guerrero y que fue trasladada de emergencia, sin familiares, hacia una base militar para ponerla a salvo de la inundación en la zona de cuneros. Doña Imelda, vecina de la colonia Fuerza Aérea, que regala elotes afuera de su casa.

La taquería Los Tarascos, que entrega todo a quienes se acercan a su sucursal Costa Azul. El pescador que funda un grupo de Whatsapp llamado Hermanos del Mar para buscar a sus amigos y familiares y que ha sido crucial para encontrar a quienes naufragaron tras vientos de hasta 330 kilómetros por horas.

La mujer que ofrece donar sangre para una familia de desconocidos en Técpan de Galeana. Los estudiantes de la secundaria técnica 1, colonia Ruiz Cortínez, que hace censos sobre daños en hogares y pérdidas materiales para las familias donde hay gente que no sabe leer ni escribir. El muchacho que cuida en su casa a Kara, una pastor australiana de ocho años, perdida en Joyas Brisamar hasta devolverla a su familia. Los parrilleros de La Ribacita que, en cuanto comprueban que tienen gas y electricidad, invitan a cualquiera a una carne asada con cervezas heladas. El que cede su cerveza helada a un sediento vigilante de departamentos sin rótulo que no debe abandonar su puesto de trabajo.

Los que ignoran el llamado a no donar

El que rechaza las despensas de un grupo criminal en Coyuca de Benitez. El miembro de la Guardia Nacional que finge no ver a una familia que toma sin pagar pan y jugos de la bodega de un restaurante que posee el hombre más rico de México en la planta baja del Hotel Calinda. El dueño de la casa 4 en Privada Nicolás Bravo, en Chilpancingo, que convierte su hogar en albergue sin costo para quienes buscan a sus seres queridos en el puerto. El dueño de la tortillería sin nombre detrás del edificio del Comité Directivo del PRI en Acapulco que se niega a subir sus precios para que nadie se quede sin un taco. El que perifonea en su vocho que todo va a estar bien, ánimo gente, todos saldremos de esta.

Los pilotos que donan su tiempo para los vuelos humanitarios dentro y fuera de Guerrero. Los paramédicos de la Cruz Roja. Los voluntarios del Instituto Mexicano del Seguro Social. Mejor dicho: cualquier voluntariado. Los estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México y del Instituto Politécnico Nacional que juntan leche en polvo para bebés, toallas sanitarias y pañales para adultos. El que no acapara gasolina para revenderla y piensa en todos los que necesitan trasladarse por los caminos y carreteras.

Los buzos que desde una lancha roja se sumergen y sacan cuerpos de aguas estancadas. La familia que quita la contraseña de su módem en Las Brisas y renombra su wifi como “Conéctate Gratis Aquí”. El propietario de la tlapalería de la calle Oasis que regala palas y carretillas para limpiar las calles. El gerente hotelero que convoca a los empleados del Malibú y les dice “primero limpien su casa, luego vengan al trabajo. La familia siempre es primero”.

Cualquier dueño de cualquier yate que no pagó a capitanes y tripulaciones para que aguantaran a la intemperie el paso de Otis y les ofrece ayuda para encontrar a sus amigos y familiares desaparecidos.

La organización civil Mundo Patitas que acopia pastillas antirrábicas. La miscelánea Dubai que presta su teléfono sin cargo. La psicóloga Anel Hernández y sus amigos intérpretes de lengua de señas mexicana que se plantan afuera del Parque Papagayo para ayudar a personas sordas.

El que ignora el llamado a no donar. La que se aventura a la carretera con el vehículo cargado de ayuda. Ellas, ellos, y muchos más, son los guerreros de Acapulco que están levantando el desastre.

Por Óscar Balderas

www.milenio.com

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