El lenguaje de la compasión
Mons. Sigifredo Noriega Barceló
“Se sentará en su trono de gloria y apartará a unos de los otros” Mateo 25,31-36
Es difícil que las generaciones actuales acepten y digieran los títulos de realeza que se usaban no hace muchos años. Aunque se escuchan de vez en cuando, ya no tienen la fuerza de atracción que tenían. Los tiempos cambian, las costumbres evolucionan, las sensibilidades privilegian otra jerarquía de valores. Sin embargo, el título de rey, aplicado a Jesucristo, pudiera orientarnos hacia dónde tendría que transitar la generación actual de discípulos.
Para la generación de creyentes de los pueblos cristeros el grito ¡Viva Cristo Rey! encendía la pasión por defender la fe y actualizaba la memoria del martirio como testimonio supremo de amor a Dios y a la Iglesia… En las nuevas culturas se están creando modelos de vida con otros títulos -notoriamente provisionales- sin mayores compromisos de lealtad… En este contexto somos invitados a creer en Jesucristo, Rey de la creación y Señor de la historia. El gran reto de la Iglesia es cómo anunciarlo en ambientes donde prevalecen otro tipo de visiones y jerarquías.
La palabra que escuchamos este domingo nos da la clave. Jesús se presenta como un rey-juez que elige el amor misericordioso como estilo de vida y lo que decide, en definitiva, la pertenencia/entrada a su reino. No es la sangre heredada, mucho menos, las influencias y los arreglos políticos… Es el amor misericordioso hecho compasión hacia las personas más desprotegidas… Lo admirable del texto evangélico es que el rey- juez está verdaderamente presente en la persona de quienes padecen necesidades extremas: el hambriento, el sediento, el sin techo, el preso, el enfermo, el migrante sin destino.
El rey–juez no etiqueta a las personas; el tema es el aprovechamiento de la vida en el amor al más necesitado. Es el momento de la verdad y del discernimiento definitivo: es la hora
del juicio sobre la aceptación existencial del proyecto del reino en un amor real, con rostro y nombre, en situaciones de extrema vulnerabilidad.
Lo sorprendente del relato de Mateo es que ninguna de las personas llamadas a juicio se da cuenta de que, al responder a las seis necesidades extremas, lo hacían o negaban al mismo Dios. Todos se hacen la misma pregunta: “¿Cuándo te vimos…?” Esto significa que el amor compasivo se practica ‘en lo oculto’; en las múltiples y variadas relaciones humanas nos jugamos el futuro… Descubrirlo, creerlo y practicarlo es permitir que el Reino de Dios venga a nosotros todos los días.
El único lenguaje que las generaciones actuales pueden entender y aceptar es el de la palabra hecha compasión, misericordia, fraternidad, solidaridad, amistad social. Jamás nos vamos a equivocar cuando acudamos a socorrer la necesidad del otro. Todos podemos comprender el lenguaje del amor compasivo.
El próximo domingo iniciamos otro año litúrgico. Celebraremos, día a día, el misterio de Jesucristo, rey del universo. Muchos son los retos de un mundo que tiene la tentación de crear reyes y señores desechables. ¿Vive y reinará Cristo Jesús? Dependerá de nosotros.
Los abrazo y bendigo al terminar el mes de noviembre.
Originario de Granados, Sonora.
Obispo de/en Zacatecas