Desarticular cárteles sí funciona

ESPECIAL, oct. 5.- Con la estrategia de abrazos y no balazos, para combatir al narcotráfico en México, origen de la inseguridad y la violencia que priva en el país, cualquiera supondría que, para evitar balas y ataques oficiales, se utilizaría la estrategia y la inteligencia para contener a los criminales. Pero no. Sin una estrategia integral, la política pública contra el crimen resulta en impunidad ante la ausencia de investigaciones, operativos de detención, consecuencias legales por lavado de dinero, o por los múltiples homicidios.

En los próximos días llegará a México una delegación de primer nivel del gobierno de los Estados Unidos, que incluye a los titulares del Departamento del Estado, Antony Blinken, de la Procuradía General, Merrick Garland, de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, y a la asesora de seguridad nacional de la Casa Blanca, Liz Sherwood-Randall.

El Procurador Garlan, también en una sesión informativa en su país, adelantó que la intención es solicitar al gobierno de México el desmantelamiento de los cárteles. Es decir, la aprehensión de sus líderes criminales, y las estructuras de lavado de dinero, de los brazos armados, homicidas, distribuidores y traficantes de drogas al vecino país. Tales acciones, por los hechos en los últimos cinco años, no significan una prioridad para el gobierno mexicano. Ni se investiga el paradero de las cabezas de las mafias mexicanas para detenerlos, y ahí están los casos de los altamente impunes Ismael Zambada García, el Mayo, del cártel de Sinaloa, y Nemesio Ocegueda Cervantes, el Mencho, del cártel Jalisco Nueva Generación.

Tampoco se conoce de investigaciones por parte de la Fiscalía General de la República para desarticular las redes de distribución y tráfico de drogas, como se ignoran indagaciones sobre lavado de dinero. Las rutas de la droga en México, están intocadas, acaso patrulladas por Fuerzas Armadas y Guardia Nacional, que muy eventualmente llegan a realizar decomisos.

La petición del gobierno de los Estados Unidos para el desmantelamiento de los cárteles mexicanos, es una que existe desde la sociedad, hace muchos años. Y a excepción de las tres capturas, muy mediáticas de Joaquín Guzmán, el Chapo, en 1993, 2014 y 2016, el asesinato a manos de las Fuerzas Armadas, de Arturo Beltrán Leyva en 2009, y las dos capturas de Ovidio Guzmán, el Ratón, en 2019 y 2023, pocos esfuerzos ha habido por parte del gobierno mexicano, para aprehender a los cabecillas criminales, o a sus secuaces para desmantelar a los cárteles.

Y el desmantelamiento de los cárteles sí funciona. Como prueba de ello, ahí está el que fue el cártel de los hermanos Arellano Félix que, de 1980 a 2014, durante 34 años, delinquieron, traficaron droga, la vendieron, mataron, secuestraron, extorsionaron y corrompieron. Hasta que poco a poco, los hermanos inmersos en la delincuencia organizada fueron cayendo, y hoy día, restan células criminales de lo que fue el cártel Arellano Félix.

El CAF ha sido uno de los más violentos en México. Con una larga vida criminal comenzó a ser investigado y desarticulado pasado el primero lustro de la década de los noventa, poco después que participaran en dos hechos criminales que fueron muy mediáticos en la época: el asesinato, en mayo de 1993 del cardenal de la Iglesia Católica, Juan Jesús Posadas y Ocampo, y el atentado contra el periodista J. Jesús Blancornelas en noviembre de 1997.

El primero en caer fue Francisco Rafael Arellano Félix, detenido en Tijuana precisamente en el año 1993 (también ese año sería aprehendido, por primera vez, el Chapo). El hermano mayor de los Arellano fue extraditado a la Unión Americana en 2006, territorio en el cual las autoridades lo liberaron dos años después, pues a la leve sentencia que le fue impuesta, le consideraron los años de cárcel que había purgado en México. Ese mismo año, cuando celebraba su cumpleaños número 64 en una nutrida fiesta, acompañado de deportistas, artistas y otras notorias personas, fue asesinado por un sicario disfrazado de payaso, que le asestó disparos a la cabeza y al tórax, matándolo de forma inmediata.

Fue el 2002 el año que puso las cruces al cártel Arellano Félix, y que anticipó el principio del fin, aunque durarían como organización criminal durante doce años más. En febrero de 2002, mientras se encontraba en Mazatlán, Sinaloa, en época de carnaval, cayó muerto Ramón Arellano Félix, el más violento y sanguinario de todos, era el encargado del brazo armado del cártel. Un policía federal, que coincidió con él, le dio un tiro en la cabeza antes de caer ante las balas del narcotraficante.

Un mes después, en marzo de ese 2002, en Puebla, fue detenido por elementos del Ejército Mexicano Benjamín Arellano Félix. Era el líder de toda la camada. No opuso resistencia. Su suerte estaba echada cuando lo capturaron acompañado de su esposa e hijas. Tenía 50 años de edad.

En abril de 2011, Benjamín Arellano fue extraditado a los Estados Unidos, y prácticamente un año después, en enero de 2012, se declaró culpable y fue sentenciado a 25 años de prisión.

Al mayor le sucedió en el cártel el menor de los hermanos, Francisco Javier Arellano Félix, el Tigrillo, hasta que cuatro años después de mucha violencia, asesinatos, tráfico de drogas, corrupción e impunidad, fue detenido en agosto de 2006, en aguas internacionales por autoridades norteamericanas en las costas colindantes con Baja California Sur.

El Tigrillo, fue sentenciado en 2007 a prisión de por vida en la Unión Americana, pero en el 2015, después de hacer un arreglo con las autoridades de aquel país, y proveer información sobre, se supone, las redes de los cárteles en México, le redujeron la condena a 23 años y medio.

El último de los hermanos en caer fue Eduardo Arellano Félix, el doc, que se mantuvo en la organización criminal durante seis años, hasta el 2008 cuando en octubre de ese año fue detenido en una casa en la que por ese momento residía junto a su hija, en una céntrica colonia de Tijuana. A pesar de estar acompañado de una menor, opuso resistencia y a balazos recibió a quienes fueron para detenerle.

En septiembre de 2012, el Doc fue extraditado a los Estados Unidos, y un año después le impusieron una pena de quince años que no completó. En agosto de 2021, fue liberado y deportado a territorio mexicano, e inmediatamente aprehendido por delitos contra la salud, lo cual lo mantiene en la prisión del Altiplano, en el Almoloya de Juárez, Estado de México.

Presos o muertos los hermanos Arellano Félix (de la extensa familia, otros dos varones, Carlos y Luis Fernando no han sido ligados a actividad criminal), un sobrino de ellos tomó el timón del cártel: Fernando Sánchez Arellano, el Ingeniero. Mantuvo durante muchos años la estructura criminal de sus tíos, quienes lograron tener presencia en trece estados de la República Mexicana, Chiapas, Quintana Roo, Oaxaca, Michoacán, Jalisco, Sinaloa, Sonora, Baja California, Baja California Sur, Nayarit, Ciudad de México, Aguascalientes, y Colima, y representantes en unos 20 estados de la Unión Americana.

De 2007 a 2010, Sánchez Arellano continuó con la guerra que sus tíos comenzaron en los noventa contra el cártel de Sinaloa, dejando a Baja California, en una de sus peores épocas de inseguridad y violencia. Hasta que en 2014, fue detenido por autoridades mexicanas con la colaboración de estadounidenses, en Tijuana, mientras comía después de celebrar un juego de la selección mexicana en el mundial de fútbol de ese año. A la fecha, Sánchez Arellano permanece detenido en el penal del Altiplano en el Estado de México.

Desmantelada la estructura cupular del cártel Arellano Félix, aunque ello tomó casi 20 años, hoy día esa estructura criminal solo tiene presencia en algunas zonas de Baja California, particularmente en Tijuana, con células integradas por algunos que fueron miembros de ese cártel. No se conoce de ningún otro familiar de los Arellano encabezando la mafia.

De tener presencia en trece estados de la República Mexicana, y unos 20 en los Estados Unidos, el cártel Arellano Félix ha sido reducido a “lo que queda de los Arellano”, y mayormente sobrevivientes por aliarse con células de otro cártel, como el de Jalisco Nueva Generación.

Entonces, sí, el desmantelamiento de los cárteles para contener la criminalidad, la violencia, los homicidios, y al tráfico de droga, sí funciona, solo basta que el gobierno de la República así lo vea, y actúe en consecuencia, aunque el de Andrés Manuel López Obrador está por concluir, y ya se le pasó el tiempo sin estrategia para combatir a los cárteles, culpando al pasado y a sus opositores conservadores del río de sangre que corre por el país libremente a raíz de la cruenta guerra de cárteles que insiste en abrazar.

Por Adela Navarro Bello

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